John Berger: con la esperanza entre los dientes
Por Zenón de Citio.
Hace muchos años que leo a John Berger. No es que eso me haga ser más original, claro, aunque todavía hay quien no sabe de quién diablos le hablas cuando le dices que debería leerlo. La palabra, por cierto, es precisamente esa: deber. A lo mejor luego les digo por qué.
El caso es que hay escritores -ya lo dije en alguna otra parte- que todavía luchan contra el tiempo. Esto es: contra el tiempo que vivimos ahora. Son escritores que prescinden del retruécano alegre y brillante, de la trama complicada, del aborregador entertainment dominante. Ellos siguen a lo suyo, y lo suyo es el camino trazado por otros escritores que, a lo largo del siglo pasado, se equivocaron mucho precisamente porque se atrevieron a denunciarlo todo. Ojala nos equivocásemos hoy así. No les diré los nombres aunque, como supondrán, Berger les acompaña. Casi me atrevería a decir que no queda ningún otro.
Con la esperanza entre los dientes es el título del último libro de este británico que querría haber sido pintor. El título lo dice todo. Es una recopilación de artículos, poemas y reflexiones, muchos de ellos todavía inéditos en su país por pura indiferencia, esa sibilina forma de censura. Nadie parece escuchar ya a Berger. La buena noticia es que, a pesar de la estupidez general, parece que él va a seguir apretando los dientes (y tapándose la nariz, supongo), para continuar buscando –y defendiendo- esa idea ya casi perdida en la que se empeña en seguir creyendo: el hombre. El hombre pobre para más datos. Porque Berger es, sobre todo, un resistente, alguien capaz de decir, con la fuerza de una prosa extraordinariamente elevada lo siguiente: “No es el Corán lo que debería estudiarse, sino el comportamiento de las corporaciones y países más ricos del mundo. Dichas corporaciones se embarcan de manera sistemática en su propia Yihad ante cualquier objetivo que se oponga a la maximización de sus ganancias”. Si una frase como esta les enfada, por cierto, dejen de leer, y no me refiero a este artículo. Dejen de leer y punto.
Pero si les pica la curiosidad, les diré más cosas sobre este libro. Les diré que habla de Palestina (ya sé, ya sé, en el fondo creen que se lo tienen merecido), de los atentados de Londres en 2005, de Bush, del terrorismo, de la guerra, pero también del amor y del deseo, de la humana tendencia a resistir ante cualquier asedio, de Nick Cave, Jim Morrison y Noir Désir… en fin, de todo el mundo, y eso que apenas son 159 páginas. ¡Ah! También habla de esa palabrota llamada Marxismo. ¿Que qué dice? Ahí les dejo una pildorita: “Nunca antes ha sido tan extensa como hoy la devastación ocasionada por la búsqueda de la ganancia, según la define el capitalismo. Casi todo el mundo lo sabe. ¿Cómo es entonces posible no hacerle caso a Marx, que profetizó y analizó tal devastación? La respuesta sería que la gente, mucha gente, ha perdido sus coordenadas políticas. Sin mapa alguno, no sabe adónde se dirige”.
Pero las luces continúan, no se han extinguido aún. Por eso les decía que deben leer a este hombre, porque sigue en la brecha con sus 84 años, porque sabe –y lo dice- que “el fanatismo proviene de cualquier forma de ceguera escogida para acompañar la consecución de un solo dogma”, ya sea positivista o teológico. Porque, después de leerle mucho, creo saber lo que le define, a él y a todos a quienes presta una voz como la suya: una entereza inextinguible. Por eso yo ya tengo mi mapa. Se llama John Berger y deberían leerle.