Entrelobos
Por Juan Carlos Aguirre A.
Basada en hechos reales. Un niño de un momento a otro se queda solo en medio de la nada. Es Marcos (Manuel Camacho), que a su corta edad le toca vivir algo terrible: el abandono. En medio de los parajes agrestes e inaccesibles de la Sierra Morena de Córdoba tiene que aprender a sobrevivir.
Ante esa cruda realidad, él intenta fundirse a la naturaleza. No tiene otra alternativa. Imposible no conmoverse ante el drama de la vida de este niño que experimenta el abandono familiar y luego, del compañero de soledad. Me refiero a Atanasio (Sancho Gracia), un hombre mayor que también perdió a su familia y que un día le traen a este niño para que, en el futuro, le sustituya en el cuidado del ganado de un rico terrateniente. De repente, todo empeora y Marcos se tiene que buscar la vida; esta vez solo en medio de la nada. Lo único que tiene enfrente es una salvaje naturaleza hostil. En esas condiciones su instinto de supervivencia y la ayuda de nuevos “amigos”, son los que finalmente le salvan la vida. Curioso es saber que unos animales feroces y huraños, como los lobos, se conviertan en los mejores amigos de Marcos. Gracias a ellos aprende, este niño, a vivir de y en la naturaleza. En más de una ocasión estos amigos le salvan de las garras de Ceferino (Carlos Bardem), mano derecha del terrateniente; un tipo codicioso y sin escrúpulos. Éste pone a prueba la lealtad de Marcos con el fugitivo apodado “El Balilla” (Álex Brendemühl). La Benemérita lo buscaba y ofrecía una cuantiosa recompensa por su cabeza. Era un maqui de la Guerra Civil, que tenía una relación especial con Atanasio.
Los paisajes duros de la Sierra Morena, no dejan de ser idílicos por su belleza natural. En ese sentido, por momentos, da la impresión de estar ante un documental, pero no le resta méritos, sino por el contrario, es un plus para el filme. La interpretación de Marcos, por el jovencísimo actor Manuel Camacho es, a mi parecer, lo más destacable de la película. El inicio melodramático de la historia tenía que producir su efecto en los espectadores y lo consigue. La música es cuidadosamente seleccionada para acompañar las escenas y cumple su objetivo: conmover. El guión es aceptable, dentro de lo que cabe, porque no es una película de grandes diálogos. El protagonista, Marcos, es alguien que se queda solo en la incierta naturaleza. En ese aspecto, la fotografía juega un papel interesante al mostrarnos, mediante claras imágenes, el devenir y las peripecias de Marcos, en su afán de aprender a sobrevivir.
Tal vez el talón de Aquiles del largometraje, sea ese paso tan brusco de la infancia a la adolescencia de Marcos. Es cuando aparece el actor Juan José Ballesta, interpretando al Marcos adolecente, casi un adulto. Si bien la actuación de Ballesta es buena, ese paso intempestivo es un contrapunto no tan preciso en la fluidez del drama. Choca un poco al espectador, pero la intensidad de las escenas hace que pronto, se superen esos cambios de ritmo. Entonces, vemos a un Marcos adaptado a su entorno, mimetizado completamente a la naturaleza. Verlo es ver a un “Neanderthal” en pleno siglo XX. Sigue siendo humano, pero también salvaje, como lo son los seres que habitan la Sierra Morena. La historia continúa y la acción toma otros matices más dinámicos. Es interesante apreciar cómo, al transcurrir los años, el niño ha aprendido a convivir con esos seres silvestres e impredecibles y, a su vez, ellos con él. La soledad y la antropológica necesidad humana de socializar, hacen que los lobos se conviertan en sus amigos. Él ya forma parte de la manada. Se ganó un lugar allí, Entre Lobos, como dice el título del filme. Esa simbiosis humano animal es admirable. Pensar que esto le sucedió a una persona, que hoy vive para contarlo, es ser testigos de que la realidad supera muchas veces la ficción. Si bien Marcos pudo buscar la manera de regresar a la civilización, en todos esos años de cautiverio, creedme, creo que él prefirió a sus amigos, los lobos, a intentar volver con los suyos. Como dije al inicio, las injusticias que le cayeron encima hizo que vivir “entre lobos” sea mejor que vivir entre humanos.
Las películas que son basadas en hechos reales tienen que mostrar eso, la realidad (dentro de los parámetros cinematográficos de la ficción) para no desvirtuar su origen, y ésta, de la mano de su director Gerardo Olivares, lo consigue.
De acuerdo en todo, excepto en lo de la música, que a veces es de pesadilla, y con esos subrayados tan impertinentes.
A mí me gustó la música. Iba acorde a las imagenes, pero bueno para gustos… XD