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Metrópolis en los Teatros del Canal

La adaptación escénica del clásico de Fritz Lang reúne el cine mudo,

la danza el teatro y la música en directo

Por Ana Martos

Fotografías de Pablo Álvarez


Metrópolis (Teatro, danza, música y cine)

Teatros del Canal– Sala Roja. Madrid

10 y 11 de diciembre 20 h

12 de diciembre 19 h

Joaquín Murillo y Albert Boadella

La compañía Teatro Che y Moche, el Centro Dramático de Aragón y la Orquesta de la Comunidad de Madrid presentan en Los Teatros de Canal la adaptación escénica de la famosa película Metrópolis de Fritz Lang. Galardonada en 2010 con el premio MAX al «Mejor Espectáculo Revelación», cuenta con la dirección artística de Joaquín Murillo, la coreografía de Elia Lozano y la partitura original de Víctor Rebullida. El teatro, la danza y la música se unen en una pieza multidisciplinar que recrea la estética expresionista alemana y homenajea al cine mudo. El montaje lleva a escena 17 actores y bailarines acompañados de  una música original donde además de una unidad de concepto y estilo coexisten diferentes técnicas que readaptan ritmos del charlestón, ragtime y el baile exótico; un guiño a las grandes melodías del cine clásico que se funden con la acción. La coreografía de Elia Lozano y  los rótulos en filminas en blanco y negro conservan la estética expresionista del cine, pero en esta ocasión desde lo teatral; los actores no hablan y la interpretación se basa en el gesto antinatural y grandilocuente. Es un encuentro entre el teatro y la danza en el que el ballet narrativo sirve como base para unos intérpretes que comunican no sólo con el cuerpo, sino también con el rostro.

En la presentación Albert Boadella (director artístico de los Teatros del Canal) afirmó que se trata de una pieza  de «arte total», que «con lo mínimo hace lo máximo». Por su parte, Joaquín Murillo definió el espectáculo como «generoso» en el sentido artístico, ya que homenajea al cine mudo en blanco y negro desde la música, el planteamiento escénico y la estética, rompiendo con la imagen de gran producción y potenciando el espacio vacío.

Metrópolis

En la megalópolis futurista –plasmada por el cineasta en 1927 y adaptada ahora por Murillo– todos los trabajos son realizados en laberintos subterráneos por un «ejército» de trabajadores esclavos a los que les está vedado salir al exterior. La clase dominante que vive en la superficie ejerce una tiranía orquestada por Fredersen, dirigente de Metrópolis, sin embargo, será su hijo Freder el que al enamorarse de María (una joven de origen humilde) descubrirá las condiciones de vida de los trabajadores y se unirá a su causa. Para romper este idilio, su padre ordena la construcción de un robot con la imagen de la joven y, así, provocar la sublevación de los obreros… Se expondrá un planteamiento que reflexiona sobre los valores de la sociedad; la inteligencia (El Cerebro – Fredersen), el trabajo (Las Manos – Los Obreros), y la mediadora entre ambos, la bondad (El Corazón – Freder), que será el que traiga la paz.

Metrópolis es la lectura de una urbe del S.XXI, metáfora de la sociedad capitalista y su sistema de producción. Inspirada en la novela de Thea Von Harbou (mujer de Lang) fue llevada al cine y  cuenta con el privilegio de ser la primera película considerada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad (sólo»Los Olvidados» de Luís Buñuel – 1950 – obtuvo posteriormente esta consideración).

Metrópolis

La historia se construye sobre un simbolismo dual plagado de dicotomías: por un lado el mundo subterráneo (el de los obreros que trabajan para mantener el nivel de vida de la élite de la superficie) y el mundo exterior (sólo accesible a la clase poderosa de propietarios y pensadores), por otro lado la ambición y el poder frente al trabajo y la sumisión, el amor frente a la violencia, el diálogo frente a la acción, el ser humano frente a la tecnología y el cerebro frente al corazón. Será este último el que medie para salvar la ciudad apelando a los sentimientos y al amor. Así como hay dos ciudades, hay dos Marías -la humana y el robot que la suplanta-, dos actitudes enfrentadas y un mediador que invita a la reflexión. En palabras de su director, Joaquín Murillo, «deseamos un teatro que nos invite a la reflexión, pero no sólo a la del público, sino a la de todos aquellos que participamos en él».

El espacio escénico se distribuye atendiendo a una lógica geométrica, potenciando las disposiciones verticales en contraste con los primeros planos de los rostros proyectados. La dramaturgia se realiza también a través de la iluminación- o la falta de  ésta-. De igual manera, los movimientos y los gestos de los intérpretes definen su propia personalidad; los obreros repiten movimientos con parsimonia; los habitantes de la superficie reproducen rostros histriónicos y gesticulantes; la María humana se mueve ingenua y pausada, sin embargo su robot es nervioso, sensual y violento.

Todos estos elementos; música, escenografía, danza, interpretación, colaboran y dan cuerpo a una adaptación escénica que pone las nuevas tecnologías al servicio del espectáculo, y donde a pesar de no haber palabras se dice todo.

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