Le falta una equis
Por Silvia Campillo
Ayer una amiga comentaba que, por norma general, en las librerías de mujeres abundan más las novelas, mientras que los hombres se caracterizan por acumular ensayo. No estoy de acuerdo, ya que siempre he sentido especial devoción por la crítica y el pensamiento, como si empapándome de teorías pudiese alcanzar el culmen de la intelectualidad.
Pero ser un intelectual en el siglo XXI (¡maldito siglo XXI!) no es tan fácil. Como dijera Beck, somos la cultura del hágalo usted mismo, con las ventajas y los inconvenientes que ello conlleva. Ventajas: la muerte de Dios. Desventajas: muchas. Por eso, toparse con un nuevo artículo de Ivan Klíma (paradigma de intelectualidad postmoderna) es más que un regalo. Pero si, encima, el regalo está envuelto en papel de ositos y adornado con un gran lazo azul podemos decir que es nuestro día de suerte. Y algo parecido fue lo que sentí yo al tener en mis manos El espíritu de Praga (Acantilado), un libro que recopila textos y ensayos del periodista y escritor checo.
Supongo que no es fácil ser Ivan Klíma, y sobrevivir a Hitler y a Stalin, asistir a las mutaciones que sufrió su país al tener que amoldarse a las pretensiones de dictadores tan diferentes. Tampoco le resultaría sencillo ver cómo, durante muchos años, tuvo que ser un escritor clandestino, y fingir que se ganaba la vida honradamente como conductor de ambulancias. Pero, el colmo de los colmos (para un docto de su calibre) debió de ser ver fracasar la Primavera de Praga.
Este libro es un fondo de armario para periodistas y soñadores de espíritu utópico, cuya única crítica que se le puede hacer es que a Klíma le falte una equis al final, como le confesé a un conocido en una tarde de lluvia.