Sobre el perdón
Nos es muy difícil perdonar. El pasado es un lugar, en cierta medida, cerrado. Pero aun siendo difícil lo hacemos. Pero que nadie se equivoque: ni el presente ni el futuro se pueden perdonar.
Para muchos, la palabra “perdón” se refiere a un acto que implica a dos personas. A mí, este tipo de perdón no es el que más me interesa. Yo quiero hablar de algo más delicado y, si cabe, más oscuro y abismal: el perdón a uno mismo. Hablo de una tarea que nos es casi imposible.
“Me perdono”. Con decirlo no basta, porque en este tipo de perdón se necesita asumir y abrazar la culpa. En el otro, aquel que implica a dos personas, se puede mentir. Regalar palabras llenas de sonoridad pero vacías de emoción. Pequeñas creaciones que nos permiten, en muchas ocasiones, sobrevivir a los otros. Pero con uno mismo, esto no vale. Las reglas son muy distintas y no hay escapismo posible.
Una de las Bienaventuranzas dice: “bienaventurados los que lloran, porque ellos serán perdonados”. Llorar por nosotros es la primera piedra de la escalera que conduce al autoperdón.
Pero para reflexionar sobre el perdón a uno mismo, será necesario tocar la cuestión de la soberbia. ¿Quiénes nos hemos creído para no perdonarnos? Rebosantes de ella somos incapaces de liberarnos de la culpa. Y es que nos sentidos vertebrales en la existencia y pensamos que el delito cometido ha profanado a todo el Ser, cuando nuestro pecado no le ha hecho ni parpadear.
Hemos errado, bien, lo hemos reconocido, hemos llorado y hemos abrazado la culpa. Con eso basta, las cuentas quedan a cero. Tenemos que saber liberarnos, ser justos con nosotros mismos y saber que detrás de la expiación está el perdón.
Que lo hecho no se pueda modificar no quiere decir que no los podamos purgar a través de nuevos actos. Y es que dejar que algo se enquiste en nuestro espíritu es dejar que una infección se extienda en nosotros. Una infección que será la sombra que acompañe a todos nuestros gestos. Marcados con una aureola negra nos deslizaremos por los días dejando en nuestras huellas la firma de la culpa. ¿Quién puede vivir así? ¿Quién puede aguantar semejante crucifixión? Sé generoso contigo y libérate. El perdón es uno de los actos más hermosos que el hombre pueda conocer ya que nos brinda la posibilidad de reinaugurar nuestra propia vida.
Agradezco a Culturamas la oportunidad de poder opinar: primeramente mi cordial saludo al autor del escrito; segundo, tendré que ahondar en el tema del perdón, si se me permite.
La autocompasión, el autoperdón, sinceramente, no existe. Usted dijo bien ¿Quiénes nos hemos creído para no perdonarnos?. Yo le preguntaría lo contrario; ¿quiénes no hemos creído para facultarnos con la capacidad de perdonarnos a nosostros mismos?. Si existe una culpa, es por el mal que le hemos hecho a otro, por lo tanto la culpa es de uno, pero el perdón ajeno. Aquel que no nos perdona, no nos libera del peso que ejerce la culpa sobre nosotros. Sería demasiado fácil para cualquier ser humano perdonarse a si mismmo por los pecados que ha cometido. La redención, se supone es divina. Pero si queremos, o preferimos ser un poquito Aristotélicos y pensar que podemos exculparnos con algun esfuerzo, tendrpian que ser argumentos demasiado sólidos y filosóficos. ¿Donde queda la objetividad?.
Ha escrito usted: “Sé generoso contigo y libérate. El perdón es uno de los actos más hermosos que el hombre pueda conocer ya que nos brinda la posibilidad de reinaugurar nuestra propia vida”.
Bueno pues, si logro esto, a cada error o culpa que tenga, me autoperdonaré y fin de la cuestión. No podremos, sin embargo, exculpar a los demás ya que el perdón proviene de nosotro y hacia nosotros. Esto es una falacia. Los humanos tienen el único don que es perdonar a lo demás, pero no asi mismos. Por lo tanto si tan mal nos sentimos por dentro, si tanta es la culpa que arrastramos, tendremos que ser exculpados por los que les hemos hecho daño, sin duda.
¿Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, Videla entonces tuvieron la posibilidad de purgarse, con sólo lograr el autoperdon?
Creo que habría que ser más precisos y ubicar el autoperdón, la autocompasión, en un nivel inferior: en la imposibilidad. Seremos culpables aquellos que no seamos liberados de la culpa. La excepción está: Sólo, si sólo si, otro nos perdona.
Saludos Cordiales.
Adán.
Saludos Adán.
Agradezco mucho su participación y su intenso comentario. Ahora responderé a la cuestión que plantea:
En este artículo hablo de dos tipos de perdón. En el primero de ellos, al que usted haces referencia, efectivamente, es necesaria la otra persona. El segundo, tiene que ver con la acción de autodañarse. Hablo de cuando uno es la víctima y el verdugo. Es en este marco, y no en otro, en el que hablo del autoperdón. ¿Si no somos nosotros mismos, quién, entonces, nos puede ofrecer la liberación?
Me encanta Gonzalo! Breve, directo y a la vez profundo…, y es eso mismo, creo, lo que diferencia la comprensión-asimilación “plena” de lo que quieres decir: mirar cara acara a la profundidad de uno mismo en el dia a dia y saber que siendo esta o debiendo ser positiva en ved de degenerativa, hay que tomar medidas. Simplificar es un buen camino pero no vale de nada si no has desarrollado (meditado) antes y con mayor complejidad el asunto en cuestión (admiro-te). Lo que quiero decir es que no todo el mundo es capaz porque no todo el mundo llega a situaciones como las que describes (o si y no se enteran o creen en otras formulas). No es ni mejor ni peor y en todo caso ¡¡¡te felicito una vez más!!! Tu busqueda me hace despertar del enueño cotidiano y eso es mucho…, un saludo!
Gracias Luis.
El tema es muy fino y es complejo ver los matices. Además, creo que nos educan para no ser capaces de verlos. También debo reconocer que no todos vivimos en la misma herida. Cada uno tiene su fondo y su intensidad. Un clima con fauna y flora única. Por eso, palabras como objetividad me hacen tantas cosquillas. La culpa propia, intrasferible a otro. Una absolución reflexiva. Y el otro observa desesperado porque es incapaz de poner fin a nuestro dolor. Yo contra mí. Una batalla tan terrible como real en la que los demás sólo pueden ser observadores.
Felicidades por el texto, Gonzalo, y complementándolo con tu último comentario se me antoja más profundo y real aun.
Todo lo que escribo ha sido previamente padecido. No hablo de ideas que no me han tocado nunca. Sólo me interesan las que se han encarnado en mí. Eso tiene un riesgo pero también me abre a buenos encuentros. Tú eres un ejemplo. Me gusta tu blog y pasearé por él.
Gracias y saludos.
No hay duda de que se percibe cuando alguien ha masticado una sensación en el momento en que la digiere, en que la describe.
Y, por cierto, muchas gracias, Gonzalo. Ha sido un regalo sorprendente el halago que has hecho.