Los herederos del Dogma 95
Por María González
El cine danés está que se sale o, al menos, el cine danés que nos llega. Atrás quedó el Dogma 95, pero bajo su influencia (que no bajo sus postulados) un puñado de buenos directores nos están dejando últimamente películas muy interesantes y de gran calidad.
Para situarnos, recordemos que Dogma 95 fue un movimiento iniciado ese año en Dinamarca por los directores Lars von Trier, Thomas Vinterberg, Kristian Levring y Soren Kragh-Jacobsen. Con el objetivo de sabotear el cine del momento, al que acusaban de adormecido e individualista, crearon un Manifiesto que enumeraba una serie de normas conocidas como “voto de castidad”. Entre otras cosas, se comprometían a rodar películas sin género ni cambios temporales o geográficos (“aquí y ahora”), siempre en escenarios naturales, cámara en mano, en color, con sonido directo, sin musicalizaciones, sin iluminación especial… y en las que el director no apareciera en los títulos de crédito. Con influencias de la nouvelle vague francesa, el neorrealismo italiano o Cassavettes, el Manifiesto suponía un vuelco al cine del momento, visto en algunos casos como una provocación y en otros como un punto de inflexión en la propia historia del cine. Seguramente no fue ni una cosa ni la otra, pero lo cierto es que el certificado Dogma 95 dejó algunos buenos títulos, como Celebración (1998) de Thomas Vinterberg, Mifune (1999) de Soren Kragh-Jacobsen o Italiano para principiantes (2000) de Lone Scherfig.
No obstante, poco tardaron sus propios fundadores en saltarse las normas del Manifiesto y realizar películas que nada tenían que ver con el Dogma, al menos formalmente. Lars Von Trier rompió de forma radical con Bailar en la oscuridad (2000), un drama musical rodado en digital y protagonizado por la cantante islandesa Björk. Y Thomas Vinterberg hizo lo propio con Dear Wendy (2005), un western inusual, ácido y crítico, protagonizado por adolescentes.
Desde entonces y con estos precedentes, el cine danés nos ha dejado una buena cantera de directores que en su mayoría han desarrollado producciones dentro de la compañía Zentropa, fundada por Von Trier en 1992 a raíz del éxito de su magistral Europa (1991). Ya fuera de las estrictas normas del “voto de castidad” todos han mantenido, eso sí, una cierta profundidad en los temas y una actitud crítica ante las realidades retratadas.
Entre ellos pueden destacarse los trabajos de Susanne Bier. Desde Te quiero para siempre (2002), rodada bajo los postulados del Dogma, esta directora, guionista y productora ha ido superándose en cada nueva película, cada vez más lejos del Manifiesto, pero sin perder de vista su influencia. Junto al guionista Anders Thomas Jensen, Bier ha apostado en los últimos años por un cine complejo. Historias duras y al tiempo emotivas, con personajes bien definidos, casi siempre en situaciones límite y cuyas acciones invitan a la reflexión, e incluso al debate. Tanto en Después de la boda (2007) como en la reciente Haevnen (“In a Better World”) (2010), Bier se atreve con tramas cruzadas y paralelas en el primer y tercer mundo, mostrando los contrastes entre uno y otro y poniendo a sus protagonistas ante tesituras morales que trazan el rumbo de sus vidas. Todo ello enmarcado por una cuidada puesta en escena en la que colores, ambientes y música ilustran a la perfección el contraste entre occidente (representado por una súper desarrollada Dinamarca) y el resto del mundo. Un poco al estilo del mexicano Alejandro González Iñárritu, pero me atrevería a decir que incluso mejor.
Junto a ella nos han llegado además en los últimos meses otros films de calidad procedentes del país nórdico. Tal es el caso de Submarino, último trabajo de Thomas Vinterberg presentado este año en la Berlinale, o Smukke Mennesker (“Nothing´s All Bad”) de Mikkel Munch-Fals, presentado también este año en el Festival de Cine de San Sebastián. Ambos relatos desgarradores nos muestran una Dinamarca bastante diferente a esa imagen idílica y de perfección que todos tenemos.
Y es que precisamente el sello de identidad de todos estos directores, herederos del Dogma 95, es que construyen dramas humanos con un realismo que golpea con violencia, pero sin caer en el culebrón o en la lágrima fácil. Más bien al contrario, dibujan una realidad muy reconocible en las decadentes sociedades del bienestar, pero con un toque a veces frío que llega incluso a rozar el humor negro.
Una forma de hacer cine que no hace sino afianzar lo iniciado por los precursores del Dogma 95 y que deja claro que, aunque de forma discreta y silenciosa, algo se está moviendo en Dinamarca.
Submarino de Thomas Vinterberg acaba de ser lanzada en dvd por Cameo Media
Dear Wendy y Después de la boda también están disponibles en el catálogo de Cameo Media