Otra novedad indie de la mano de Subterfuge Records: The Bright
Por Deborah Anton.
Hay a quien Miryam Gutiérrez le recuerda a Zooey Deschanel (de la banda She and him). La comparación no deja de ser halagüeña, pero Miryam tiene su propia personalidad, su propio estilo, y lo demuestra en el escenario junto a su compañero Aníbal Sánchez.
Con un arsenal compuesto por un gran talento vocal y varios instrumentos de cuerda, anoche en la Sala Sol, Miryam y Aníbal (acompañados al bajo por su productor, Juan Marigorta) fueron The Bright (Subterfuge Records). Vinieron del frío y se turnaron unas escasas palabras de presentación, tímidos y algo cabizbajos, como dos niños que disfrutan con lo que tienen entre manos. Porque eso que tienen entre manos tiene muy buena pinta, y ellos lo saben y lo cuidan.
Dicen que tan importante como tener una buena voz es saber controlarla y Miryam domina ese arte ya con sus jovencísimos 25 años. Tiene una voz vibrante que maneja a su antojo. Es tímida pero segura, delicada y fuerte a la vez: una especie de desgarro contenido, frágil pero irrompible.
Con su voz nos aproximó a ella y nos mimó en la primera parte del concierto, de una manera intimista y suave. La banda consiguió ese ambiente con canciones como Losing your way, Rain o Sweet Lady. Después nos sorprendieron metiéndole más caña con temas como That waits (compuesta por Juan Marigorta) que fue quizás la canción más potente de la noche y otros como Soundtrack, Coffee and wine, Odd towns y Days. Todo ello combinando con mucha soltura guitarra eléctrica, banjo y bandurria. Así las gasta Aníbal.
Se marcaron sus versiones, claro, y no versiones cualquiera, porque a Miryam y a Aníbal no sólo les gusta Johnny Cash, Tom Petty y Neil Young, sino que saben reinterpretarlos, regalarles una parte de ellos mismos en homenaje. Tocaron Redemption day (versión de Johnny Cash de una canción original de Sheryl Crow) y Cowgirl in the sand de Neil Young.
Las canciones de The Bright están entre el folk, el indie y el country y son verdaderamente potentes en acústico. Sin resultar monótonas, son de una sencillez conmovedora, con sus pequeñas variaciones en torno a las historias que, sin duda, cuentan. Quizás cuando el grupo vaya tomando altura dejen atrás la timidez y se atrevan a interactuar más con los espectadores, no sólo mediante la música. La Sala Sol, con su público más bien reducido y agrupado en mesas, se prestaba anoche a ello y resultó una lástima que no lo hicieran. Quizá para la próxima vez. Ahí estaremos para verlo.
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