CríticaMúsica

Pony Bravo – Un gramo de fe

Por Juan Francisco Gallego.

Pony Bravo – Un gramo de fe. El Rancho. 2010
“Pony Bravo va por la ribera…” Las primeras palabras que se escuchaban en su album de debut nos advertían ya, que esta banda sevillana no iba a ser de fácil catalogación. Y es que a veces algo nos sorprende. Un chispazo eléctrico y sentimental, una luz que ciega un momento y gratamente nos reconforta.

Su segundo largo nos lo confirma. El pony escapa de la rueda de mediocridad que en demasiadas ocasiones nos atenaza y, entonces, comienza el ritmo, la cascada de emociones a lomo de un caballo pequeño, el brillo de un rayo, la fuerza y la voz de un dios danzante que en una gigantesca mega fiesta cósmica nos hace bailar poseidos por un ritmo que agudiza los sentidos; escuchen si no “La rave de Dios”.

El sur ha mutado, pero no tanto. Ahí entrevemos a Triana, ahí se siente el pulso de Omega, Morente y, en la voz de éste, la fuerza planetaria de Manolo Caracol. Aquí está la frontera sónica que separa el río Pecos trasegado de cowboys de una orquesta años cuarenta que arrastra toda la negritud de las dos orillas.

Pero también encontramos a Silvio, el iconoclasta rokero sevillano junto al surrealismo narcótico de Veneno. ¿Alguien da más? Pues imagínense a The Doors cubiertos de polvo y guitarras epilépticas.

Todo arte opera desde un conocimiento de la tradición que precede. Es decir, no se puede obviar, aunque sea inconscientemente, toda una serie de obras de muy diferentes estilos que conforman, finalmente una fuente inagotable de estímulos. El trabajo de Pony Bravo se desarrolla en estos límites y articulan todo un discurso coherente en su disparidad.

Así, podemos respirar el aroma lisergico de “Noche de setas”, quemarnos en el incendio del deseo más desmedido y telúrico en “Niña de fuego”, porque también la fuerza de la tierra llama al artista y si no lo hace más fuerte, sí más reflexivo.

Los pony se desmelenan a base de ritmos ancestrales; pero todo está estructurado para que cada tempo no esté fuera de su sitio.

Las palabras de la tribu ya fueron descifradas hace tiempo pero hay ocasiones en que ese lenguaje nos vuelve a insinuar nuevos códigos de entendimiento y disfrute; y nos devuelve asímismo a aquel lugar que alguna vez perdimos.

No esperen mucho más en escucharlo o, como una bruma densa, ese preciado momento se les escapará de las manos.

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