Las mafias rusas en España: entrevista con Pablo Muñoz
Por Rubén Sáez y César González.
Aunque quizá mucha gente todavía no lo sepa, hace ya tiempo que las mafias rusas se mueven por España con sigilo. Dos periodistas de raza, Pablo Muñoz y Cruz Morcillo, aunténticos corredores de fondo en esto de la investigacion, han decidio dar un paso al frente publicando Palabra de Vor. Las mafias rusas en España, un libro incómodo, necesario y pertinente con el que dibujan un inquietante retrato de las actividades de estos grupos delictivos en nuestro país. Pablo Muñoz, Jefe de Nacional en el diario ABC, accedió a responder a las preguntas de Caras B.
P. Empecemos por el principio. ¿Qué son los “vory y zakone”?
R. Son los jefes de la mafia rusa. Tienen un poder absoluto sobre su organización. Su palabra es ley –de ahí cogimos la idea del título del libro- y a quien no la cumple le impone el castigo que decida, que puede ser incluso la muerte. Muchas veces no tienen nada a su nombre, pero pueden disponer de todo el dinero que maneja su organización.
P. ¿Cree que el origen de los grupos mafiosos rusos les confiere características específicas o son asimilables a cualquier otra mafia como la italiana?
R. Las mafias rusas tienen unas características específicas, sus propias leyes internas que las hacen diferentes a las italianas. No obstante, ambas tienen rasgos comunes: al contrario que el terrorismo, no quieren acabar con el Estado, sino que éste trabaje para ellas; utilizan la corrupción para obtener posiciones de ventaja y, en el caso de las tramas del Este, sus auténticos jefes están cada vez más alejados de la actividad criminal, de modo que pasan por ser “honrados hombres de negocios hechos a sí mismos”. Gozan, pues, de una cierta respetabilidad a los ojos de la sociedad, que ve cómo manejan ingentes cantidades de dinero y les tiene por personas de éxito.
P. ¿Es la Mafia rusa, como se afirma en muchos sitios, la más poderosa del mundo?
R. Creemos que sí; lo que es seguro es que es una de las más importantes y que dispone de un potencial económico suficiente para poder desestabilizar la economía de cualquier país. Eso hace que sean especialmente peligrosas para la seguridad y la soberanía nacional. Hay que tener claro que no hablamos de unos grupos criminales al uso. Las tramas mafiosas rusas disponen de tres patas: una delictiva, encargada del delito base (secuestros, extorsiones, tráfico de drogas, armas y personas, asesinatos…); otra dedicada a la corrupción política, judicial y de las Fuerzas de Seguridad, y la última económica, con especial incidencia en el sector de la energía.
P. Quizá lo más sorprendente es que la actividad de las mafias rusas en España se circunscriba al blanqueo de dinero. Aparentemente, aquí no matan, secuestran o extorsionan, sino que consideran nuestro país como un santuario seguro, al igual que ocurre con la Camorra italiana. ¿Por qué esa percepción? ¿No es cierto que España se ha convertido en pionera en la persecución de los grupos mafiosos procedentes del este europeo?
R. Es cierto que el delito base al que antes nos referíamos no se comete en España, al menos de momento, aunque ya en la “operación Java” se vio que las redes criminales propiamente dichas comenzaban a asentarse en distintos países europeos. En cuanto a su percepción sobre nuestro país, lo cierto es que ha variado mucho desde mediados de los 90, que es cuando comenzaron a instalarse grandes jefes mafiosos. Al principio se aprovechaban de que nuestra legislación sobre blanqueo de dinero tenía lagunas y además la “fiebre del ladrillo” era un caldo de cultivo perfecto para que pudieran lavar enormes cantidades de dinero. Pero eso ha cambiado radicalmente en los últimos años y ahora se les ha acabado esa sensación de impunidad de la que disfrutaban. Para ello ha sido fundamental el trabajo de muchos años del Servicio de Información de la Guardia Civil, de la Brigada Central de Crimen Organizado de la Policía, de las Fiscalía Anticorrupción y de los jueces de instrucción de la Audiencia Nacional. Hay que decir, además, que hasta 2005 solo eran un puñado de hombres los que se encargaban de estas investigaciones, en las que pocos creían. Hoy, sin ninguna duda, España está en la primera línea mundial del combate contra la mafia rusa.
P. ¿Cómo fue el trabajo de investigación?
R. Largo, difícil pero, sin duda, apasionante. Durante cerca de un año nuestro trabajo fue recopilar toda la información. Obtuvimos primero, y analizamos después, decenas de miles de folios con informes policiales y judiciales. Y además mantuvimos decenas de horas de entrevistas al más alto nivel que nos aportaron muchas de las claves que exponemos en el libro. La fase final, la de escribir, se prolongó otros cuatro meses, aproximadamente. Lo cierto es que disponemos de mucho más material del que publicamos, igualmente muy interesante, pero si queríamos llegar al gran público teníamos que ser lo más didácticos posible.
P. En el libro cuentan cómo han recibido llamadas misteriosas a la redacción del periódico para informarles de que su trabajo se estaba siguiendo con detenimiento. ¿Hubo muchas presiones? A la vista de la impunidad con que se mueven estos criminales, da la sensación de que investigar estas tramas es una actividad que entraña ciertos riesgos que van más allá de lo profesional. ¿Cuán peligroso es para un periodista investigar un tema tan sensible como éste?
R. Ni a mi compañera Cruz Morcillo ni a mi nos gusta hablar mucho de esto. Es evidente que hemos recibido presiones de gente poderosa, que ya nos han anunciado la interposición de una querella y que con esta gente no hay mucho margen para las bromas. Pero de la misma forma decimos que nosotros estamos tranquilos porque solo hemos hecho un trabajo profesional, que nos hemos limitado a contar los resultados de unas investigaciones judiciales y policiales. Nosotros no somos jueces, ni condenamos ni absolvemos, y queremos dejar muy claro que respetamos la presunción de inocencia de todos y cada uno de los citados en el libro. Sobre la peligrosidad de nuestro trabajo, honestamente pensamos que un camionero, un minero o un taxista, por poner solo tres ejemplos, corren mucho más peligro que nosotros. Por otra parte, en España disponemos de unas extraordinarias Fuerzas de Seguridad que hacen su trabajo a la perfección.
P. En el libro se narran dos encuentros muy significativos, uno con Alexander Litvinenko y otro con un misteriosos policía llamado Otto. ¿Qué información ofreció Litvinenko a los investigadores de la policía? ¿Afectó su muerte a los procesos abiertos en España?
R. La mayor aportación de Litvinenko fue la de aportar una visión conjunta de las mafias rusas. Colocó cada pieza del rompecabezas en su sitio, situó a cada personaje en su contexto, lo que fue muy valioso para la investigación. Él estaba dispuesto a declarar ante el juez, pero por desgracia su envenenamiento con Polonio 210 lo impidió. Por eso hubo solo una entrevista. Hay un dato interesante de ese encuentro: Litvinenko comentó a los investigadores españoles con los que se entrevistó que España era el único país del mundo capaz de enfrentarse a las mafias rusas con éxito y que esa era la razón por la que se prestaba a colaborar con nosotros. En cuanto a Otto, se trata de uno de los policías más amenazados del mundo. La mafia rusa quiere eliminarlo porque sabe que la conoce demasiado bien como para permitirle seguir con vida.
P. El encuentro con Otto, al que se define como el policía más amenazado de Europa, aportó datos muy significativos respecto a la forma de operar de estos grupos. Es él quien les dice que “las mafias rusas juegan en primera división” en relación a los sectores estratégicos cuyo control buscan constantemente: la energía y las telecomunicaciones. Háblenos de esta segunda rama de actividad. ¿Hasta dónde ha llegado ya la mafia rusa? ¿Qué implantación tiene a día de hoy?
R. En realidad es en el sector de la energía donde las tramas rusas tienen mayor implantación, lo que las hace especialmente peligrosas porque se trata de una actividad clave para la soberanía y la seguridad de cualquier país. Si logran controlar de alguna manera las empresas energéticas de una nación determinada habrán dado un paso decisivo para campar a sus anchas en esos territorios. En cuanto a las comunicaciones, es un poco la misma idea. Si se hacen con esas compañías, como han intentado en algún país, su poder será imparable.
P. Una de las conclusiones del libro es que los mafiosos rusos (muchos de ellos, si no todos, verdaderos oligarcas) sirven a la vez a dos intereses, el económico y el geopolítico. Parece que la Rusia de Putin y Medvedev está dispuesta a todo por recuperar el papel de potencia mundial, sobre todo a través de empresas del sector energético. Los nombres que aparecen en los sumarios y en las investigaciones son muy reveladores: el viceprimer ministro de Rusia, el ministro de Defensa, el vicepresidente de la Duma… Lo que nos lleva inevitablemente a la siguiente pregunta: ¿es Rusia un país controlado por las mafias? ¿Cuál es su grado de penetración en el aparato estatal?
R. Rusia no es un estado mafioso. Esa es una afirmación que en ningún caso mantenemos porque no tenemos información al respecto. Cosa distinta es que haya importantes jefes mafiosos rusos que mantienen relaciones íntimas con altos cargos del poder político, judicial y policial de ese país. En el libro recogemos algunos de esos ejemplos, como los que se citan en la pregunta. Pero cuidado: una cosa es que haya elementos “contaminados” por estas tramas mafiosas que ocupan puestos muy destacados en la administración y otra, completamente distinta, es que el propio estado ruso sea una mafia. No es así.
P. Las grandes empresas energéticas rusas ya están en Alemania y, si bien con menos presencia, también en Francia. En Turquía han obtenido el permiso del Parlamento para extender su red a lo largo del país y, en Italia, mantienen unas excelentes relaciones con Silvio Berlusconi. ¿Cuál es la situación en España? ¿Qué ha ocurrido con los intentos de Lukoil para introducirse en el sector energético español? ¿Por qué es tan peligrosa la entrada de estos conglomerados?
R. El episodio de Lukoil en España fue muy interesante. No decimos que esa empresa sea mafiosa, solo que algunos de sus cargos, según informes policiales, han tenido contactos con la mafia rusa. Cuando quiso entrar en Repsol saltaron las alarmas y el Gobierno se dividió entre los partidarios de permitir esa operación, al considerar que se trataba de un asunto solo económico que debía quedar en el ámbito del mercado, y aquellos que pensaban que se trataba de una operación peligrosa y que afectaba a la seguridad nacional porque disponían de informes de los servicios de inteligencia en los que se alertaba de las conexiones de algunos de los cargos de la compañía. Al final se impuso la prudencia y se abortó esa operación. Eso no quiere decir que en el futuro no se llegue a determinados acuerdos porque, insisto, en ningún caso decimos que Lukoil esté al servicio de las tramas mafiosas rusas. Y puede haber algún gobierno que no vea peligro alguno en ello. Veremos.
P. La respuesta de las instituciones europeas a esta ofensiva energética es, cuanto menos, tibia, sin duda por su dependencia del gas ruso. ¿Cree que Europa debería ser más beligerante?
R. En el tablero internacional están en juego muchos intereses, cada país tiene los suyos y no es fácil que coincidan. Por tanto, no se puede dar una respuesta categórica a la pregunta. Lo que sí es cierto es que ya hay varios países –España, Alemania, Austria y Francia, sobre todo-, que en alguna ocasión, como en la “Java”, han alcanzado un grado de cooperación razonable. Pero es cierto que aún en la Unión Europea aún no se ha dado la importancia que realmente tiene a la lucha contra el crimen organizado en general, y el ruso en particular.
P. Otto también menciona el “triángulo de cooperación” entre los servicios secretos rusos, la Iglesia ortodoxa y la mafia, y añade que sus relaciones se producen a través de organizaciones deportivas de alto nivel. ¿Hasta qué punto es así? ¿Es posible demostrar esta relación?
Otto así lo cree y es una persona que lleva más de diez años investigando estas redes mafiosas. Hay algún episodio concreto que parece ir en ese sentido, como la transición de Yeltsin a Putin, que relatamos en el libro y que contiene algunos de los elementos que se citan en la pregunta.
P. Las mafias rusas están presentes en el deporte profesional, como demuestra la investigación en torno a la semifinal de la Copa de la UEFA de 2008 entre el Zenit de San Petersburgo y el Bayern de Munich, y la posterior final del primero contra el Gasglow Rangers. ¿Qué nos impide pensar que hay otros deportes implicados? ¿Hay alguna evidencia de esto?
La mafia siempre estará donde se mueve mucho dinero y en el deporte eso se cumple. Uno de los condenados en el juicio de la “operación Avispa”, Oleg Vorontsov, tiene muy buenas relaciones con determinadas personas del Comité Olímpico Internacional. El mundo de las apuestas deportivas es visto por los investigadores como un buen caldo de cultivo para la actuación de las mafias rusas… España hizo un gran trabajo en este sentido, pues aportó escuchas telefónicas en las que los interlocutores hablaban claramente de la compra de esos partidos de fútbol. ¿Fue un caso aislado? No lo creo probable.
P. Palabra de vor es, a su modo, un homenaje a los verdaderos protagonistas de las investigaciones, los agentes de la Policía y de la Guardia Civil encargados de las operaciones Avispa, Marmol Rojo y Troika. En todos estos años de persecución, ¿cuántas veces se ha visto truncada la labor policial por la tibieza de los políticos o de la Fiscalía?
Las Fiscalía Anticorrupción y contra el Crimen Organizado ha sido una de las claves para que las investigaciones hayan llegado a buen puerto, lo mismo que los jueces de instrucción de la Audiencia Nacional, en especial Fernando Andreu, Baltasar Garzón y Fernando Grande-Marlaska. Es cierto que algunas de las decisiones de determinadas Sala de lo Penal son chocantes, pero hay que atrubuirlas a su falta de especialización en esta materia.
P. ¿Quién es Zakhar Kalashov? ¿Hasta qué punto es relevante su detención?
Es, según los informes policiales de medio mundo, el jefe de la mafia georgiana, una de las más poderosas. Su detención en los Emiratos Árabes Unidos fue el espaldarazo definitivo a las investigaciones de la Policía española, porque las de otros países le habían tenido en su punto de mira y sin embargo no habían logrado reunir pruebas contra él. Ahora está en prisión, a la espera de que la Audiencia Nacional autorice su extradición a su país, donde le esperan 18 años de cárcel. En España está condenado a siete años y medio de cárcel y una multa de 20 millones de euros por un delito continuado de blanqueo de dinero.
P. En su libro, también se muestra cómo la competencia entre periódicos y periodistas, es decir, las prisas por sacar una exclusiva antes que los demás, puede llevar a dar al traste con una operación policial. ¿Cómo se gestiona eso? ¿Es más valioso publicar el primero una noticia o conservar una fuente?
R. Nosotros lo tenemos claro: no publicaríamos una exclusiva a costa de arruinar una investigación. Ahora bien; es muy poco habitual tener que tomar decisiones de este tipo y en ocasiones hay quien utiliza ese argumento para que una historia determinada no se publique. Es el periodista quien, a la vista de todos los datos, debe actuar en conciencia. Para poder publicar buenas noticias es necesario tener buenas fuentes, y para lograr éstas tu trayectoria tiene que ser impecable.
P. ¿Por qué los magistrados de la Sección Cuarta de lo Penal de la Audiencia Nacional pusieron en libertad con fianza a los jefes mafiosos rusos Petrov, Kristoforov y Malishev?
R. Consideraron que los delitos de los que son acusados –blanqueo de dinero y asociación ilícita-, no justificaban tanto tiempo de prisión preventiva. Con el máximo respeto para ellos, creo que se equivocaron y que ese error viene precisamente de una falta de especialización en la lucha contra el crimen organizado.
P. Otro de los temas que sobrevuelan el libro es la delimitación de la actuación de los abogados de las mafias, a raíz de la actuación de algunos de ellos. ¿Dónde debe estar el límite entre el legítimo derecho de defensa y la defensa de los intereses de una organización mafiosa?
R. Un abogado debe defender a su cliente con todas las armas legales a su alcance. Lo que no puede es convertirse en una pieza fundamental para que funcione el entramado criminal que dirige su defendido, porque pasa a formar parte de la organización. A veces, cuando protestan por haber sido investigados se nota un cierto tufillo a corporativismo. No se trata de limitar el derecho de defensa, pero este no puede amparar otras actitudes que nada tienen que ver con él. Hay, además, alguna laguna legal importante, como sucede con la legislación sobre la intervención de las comunicaciones. Europa ya nos ha exigido que se regule de forma correcta, pero sigue siendo una asignatura pendiente.
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