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Dexter, nuestro asesino favorito

Por Antonio Pacios.

Dexter Morgan es un hombre ejemplar y un trabajador intachable en la Comisaría Central de Miami. Vicent Masuka y él, encargados del departamento de análisis forenses, se ocupan de examinar las huellas de sangre en la escena del crimen para tratar de esclarecer los hechos. Todos sus compañeros, salvo celosas excepciones, le adoran. Lo que ninguno de ellos sospecha es que, detrás de esa apariencia de hombre amable y tranquilo que llega cada día puntual a la oficina con una sonrisa repartiendo donuts a diestro y siniestro entre el personal, se esconde realmente un asesino en serie.

Rara vez, un asesino consigue empatizar con el público. Casi siempre los espectadores tendemos por inercia a posicionarnos del lado de las víctimas. Esperamos que tanto polis como detectives hagan bien su labor y al final encierren entre rejas a los criminales que persiguen. Pero, en el caso de Dexter, es diferente.  Él actúa donde la justicia ha fallado. Movido por un código ético propio, sólo mata a gente mala: violadores, pederastas, homicidas y sádicos del peor calibre, que bien gracias a la falta de pruebas contundentes o a una hábil defensa por parte de sus abogados han conseguido burlar el peso de la ley y campan a sus anchas por las calles en busca de nuevos infelices con los que ensañarse.

Dexter, por tanto, no es un asesino cualquiera. Dexter es un justiciero. Y por eso es nuestro asesino favorito.

La serie de la prestigiosa cadena americana Showtime está basada en las novelas de Jeff Lindsay (en nuestro país hay cuatro publicadas en Umbriel). Pero, salvo el protagonista y los secundarios, las tramas en una y otras rara vez coinciden. Si bien es cierto que, a veces, sin seguir un patrón u orden preciso, ambas parecen retroalimentarse de ideas.

Dos de las claves del éxito televisivo de esta adaptación han sido, sin lugar a dudas, el excelente trabajo desarrollado por su grupo de guionistas, encabezados por Clyde Phillips, y el más que acertado reparto de actores. En especial su protagonista. Michael C. Hall, conocido de otras series como A dos metros bajo tierra, es el encargado de dar vida a Dexter. Su interpretación carismática, brillante y detallista engrandece y humaniza a un personaje aparentemente incapaz de demostrar sentimiento alguno, fue galardonada este mismo año por partida doble con el Globo de Oro al mejor actor de serie dramática y el Premio del Sindicato de Actores. Ambas distinciones le llegaron al poco tiempo de que le fuera diagnosticado un cáncer linfático del que parece haberse recuperado.

El pasado 26 de septiembre se estrenó en EEUU la quinta temporada con una cifra récord de 2,44 millones de espectadores. No en vano, las expectativas creadas después del capítulo final de la anterior eran enormes.

Sólo quedan cuatro capítulos para que se acabe la temporada actual. Y, al terminar de ver el octavo tengo la sensación, si los guionistas no me engañan o no me pillan a destiempo con uno de esos giros sorprendentes al que nos tienen acostumbrados, que tal vez, tras cinco años gloriosos en pantalla, el final definitivo de Dexter sea inminente. Ojala me equivoque y tenga que tragarme las anteriores palabras escritas.

No quiero entrar en detalles, para no “reventar” la serie a todos aquellos que la sigáis a través del canal Cuatro en España. Si no me equivoco, en nuestro país sólo se ha emitido hasta la tercera temporada.

Recomiendo, eso sí, que las compréis en Dvd o Blue-ray (los extras merecen la pena) para verlas en versión original y no dobladas al castellano. Puede que la sangre manche igual de escandalosa pero se disfruta mucha más oyéndola salpicar en inglés.

*Dexter se emite los lunes, a las 02.00 horas, en Showtime. Página oficial.

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