Los superhéroes y la filosofía
Los superhéroes y la filosofía, Tom y Mat Morris (Ed.), Blackie Books, Barcelona, 2010, 432 pp., 22 €.
Por Carlos Javier González Serrano.
A veces el hecho de comprar un libro puede convertirse en un arte. Hace unos días adquirí una obra editada por Tom y Mat Morris, en la que diversos autores cercanos al mundo del cómic y de la filosofía tratan de descubrir y hacer patente la relación entre la historia del pensamiento y los superhéroes, dando como resultado un tomo bastante voluminoso que, si no acaba por leerse, seguro que agradará la vista de nuestros amigos cuando echen una mirada hacia el lugar del anaquel donde quede colocado. Me refiero a Los superhéroes y la filosofía, publicado por Blackie Books.
¿Por qué la fascinación –para bien o para mal- por los superhéroes? Hace más de veinte siglos, griegos y romanos poseían un amplio elenco de dioses que ejercía no sólo una función religiosa, sino también ideática, evocativa, mediante la que quedaban reflejados ciertos cánones frente a los que el hombre se hallaba en una relación de aspiración (fuerza, astucia, inteligencia, belleza, etc.). Sísifo o Prometeo, por ejemplo, intentaron llegar a asimilarse a aquellas divinidades más de lo que les estaba permitido, hiriendo el orgullo de los dioses –siendo finalmente castigados por éstos a causa de una suerte de pecado de lo que en griego se denominaba hybris (una falta de mesura por la que se intentaba superar la condición humana).
Aunque pueda parecer extraño, aquellas divinidades que ya tan lejanas quedan tienen mucho que ver con los superhéroes contemporáneos. De hecho, algunas de estas figuras continúan haciendo alusión a antiguas historias mitológicas, como en el caso de Thor.
En general, tendemos a forjarnos un modelo o ideal que admiramos y sobre el que podemos establecer un marco de referencia para cotejarlo con el fondo de nuestras acciones. Indagamos así el porqué de nuestro hacer a partir de un canon que no siempre posee un origen autónomo -producto de reflexiones propias- sino que proviene de organismos, instituciones y empresas que nos sugieren un camino o guía de actuación “apropiado”.
En la página 64 de Los superhéroes y la filosofía, Aeon J. Skoble introduce una cita de Batman, mientras éste se dirige a Clark Kent (Superman), y que me permito reproducir aquí: «Tú siempre dices que sí, a quien veas con una insignia o con una bandera… Nos has vendido, Clark. Les has dado el poder que debería haber sido nuestro. Justo lo que te habían enseñado tus padres. Mis padres me enseñaron otra lección: tirados en esta calle, agitados por la brutal conmoción… muriendo por nada… me enseñaron que el mundo sólo tiene sentido cuando lo obligas». Un mundo, podríamos añadir de la mano de Batman, muy descontento de sí mismo…
Schopenhauer escribía en el Capítulo 70 de los Complementos al Libro Cuarto de El mundo como voluntad y representación que el mundo es el reino de la necesidad (“das Reich der Natur”), mientras que la libertad es el reino de la gracia (“das Reich der Gnade”), haciendo alusión a la Tercera Antinomia de la Crítica de la razón pura de Kant. Más allá de lo que la filosofía pudiera aportar en este debate sobre qué nos atrae de los superhéroes, me quedaré en lo superficial explicando que aquélla distinción entre “libertad” y “necesidad” se hace especialmente relevante para sacar algo en claro en el tema que nos ocupa.
El hombre se ve constante y radicalmente avasallado por los problemas que le rodean: hambre, escasez de recursos, enfermedades, muerte, conflictos raciales, guerras, etc. Una persona normal y corriente es incapaz de enfrentarse a tales problemas de una manera definitiva, esto es, encarando la situación aplicando –primero- la reflexión, y después, empleando los medios que tiene en sus manos para solucionar lo que en tal o cual momento le inquieta. Violaciones, robos, maltratos, atracos, raptos, terrorismo… nada de ello nos apabulla realmente hasta el momento en que la Providencia decide someter a prueba nuestro Destino. Sin necesidades de rajarse las vestiduras, podemos afirmar que somos animales absolutamente egoístas, inclinados a defender nuestras posesiones más queridas (donde “posesiones” también se refiere a nuestros seres más cercanos). En el capítulo III (“La lucha por la vida”) de El origen de las especies de Darwin leemos: «esta regla no tiene excepción: todo ser orgánico se aumenta naturalmente en una proporción tan alta, que si no se le destruyera pronto, la tierra estaría cubierta por la progenie de una sola pareja».
Por eso leemos en la página 38 de Los superhéroes y la filosofía que «… el hecho de recordar el carácter superior [de los superhéroes] no debe hacernos olvidar nunca el elemento heroico» (Jeph Loeb y Tom Morris, en “Héroes y Superhéroes”).
El origen de los superhéroes en la edad moderna (recordemos que el auténtico boom de estas historias se remonta a la década de 1920, cuando el mundo dejaba atrás una guerra absolutamente sangrienta) puede adscribirse a la fascinación que nos invade al admirar al ser –humano o sobrehumano- que es capaz, primero, de superar aquel egoísmo, y después, de ser siempre (aquel anhelo de Unamuno que tantas almas ha desgarrado). Y no me refiero a la inmortalidad, sino a aquella ambición de la que Aquiles es merecido representante: elegir una muerte temprana en pago de una fama eterna. No importa que sea Batman el que salve Gotham, o que un soldado español muera al entregarse a los enemigos con la promesa de salvar a mil de sus compañeros: en todas las historias de superhéroes observamos la superación del egoísmo y la gloria perpetua.
En definitiva, el superhéroe no queda en ascuas frente a la presencia de un problema: no delibera, no piensa y olvida, no quiebra su voluntad frente a posibles interferencias. Sólo actúa. Y lo hace a sabiendas de que el hombre es incapaz de resolver la tesitura en la que se halla: poner en orden sus entrañas, es decir, redirigir pensamiento y acción en una única dirección.
No me extrañaría cruzarme por el Retiro con Superman mientras, debajo de un gran olmo, lee y estudia a Kant subrayando sus libros con intensidad…
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