Entrevista a Francisco López Serrano
Por Juana Cortés
EL SILENCIO ABSOLUTO DEL MUNDO.
El pasado 11 de noviembre, el jurado del VII Premio Setenil, al Mejor Libro de Relatos Publicado en España en el año en curso, compuesto por Andrés Neuman, María Dueñas, Ramón Jiménez Madrid y Manuel Moyano concedió el premio a Francisco López Serrano por su libro Los hábitos del azar, publicado por Editorial Renacimiento.
El escritor galardonado, Francisco López Serrano (Épila, Zaragoza, 1960) ha publicado las novelas El país de la lluvia, Retrato del asesino en prácticas y El prado de los milagros, así como los libros de relatos El hígado de Shakespeare y Dios es otra. También es autor de seis libros de poemas, y a lo largo de su trayectoria ha obtenido, entre otros, los premios Luis Cernuda y Blas de Otero de poesía, Ignacio Aldecoa y Ciudad de San Sebastián de cuentos y José María de Pereda y Ciudad de Barbastro de novela. Traductor de poetas ingleses, colabora en revistas literarias y periódicos como Clarín, Turia o Heraldo de Aragón.
Conocí a Paco hace ya varios años, y he sido testigo de su carrera en la que no ha faltado la dedicación, el esfuerzo, y una intuición precisa acerca de la dirección en la que orientar su obra, que le han conducido hasta este merecido premio. Considero a Paco un hombre pausado, conocedor de su valía y consciente del trabajo bien hecho. Un escritor de verdad, que trabaja hacia dentro, en estos tiempos confusos en los que tantos centran su trabajo en lo ajeno, en lo exterior, en el brillo efímero de lo que simplemente rodea a la literatura.
Todos sabemos lo que significa este premio. También que en la lista de finalistas había autores muy potentes, autores ya consagrados en este mundo del cuento –lo cual, por cierto, dice mucho del Setenil como concurso limpio entre tanto concurso amañado-. Me gustaría saber, ¿qué te pasó por la cabeza cuando te comunicaron la noticia?
Sabía que figuraba entre los diez finalistas, pero veía los libros de los otros seleccionados tan bien posicionados en los mostradores de novedades que pensaba que no tenía muchas posibilidades. Sin embargo parece que hay certámenes en los que no se considera esencial la posición de los libros en los expositores a la hora de conceder un premio. Es una suerte pues que existan certámenes como el Setenil que, al premiar libros ya publicados, no necesitan atender al producto editorial (en este caso ya hecho o fabricado) sino a la calidad literaria.
Palma, Adón, Marsé, Bilbao, Lapido, Esteban Arlés, S. Cutillas, Muñoz Rengel, Moreno… ¿Habías leído las otras obras finalistas? ¿Tenías algún favorito?
Confieso con cierto sonrojo que de toda la nómina de finalistas sólo había leído a Félix J. Palma y sus cuentos me parecían estupendos. En lo que se refiere a la narrativa actual o joven o bisoña tengo grandes lagunas.
¿Cuál es tu experiencia general en los concursos? ¿Ha cambiado tu punto de vista o tu forma de abordarlos desde que empezaste hasta ahora?
Los concursos me han dado ilusión, algún dinero y la posibilidad de publicar. Naturalmente mi punto de vista respecto a ellos ha cambiado radicalmente. Sé que los premios que convocan las editoriales son simples operaciones de márquetin, de ese tipo de “concursos” huyo como de la peste.
¿Paco niño soñaba con ser escritor? ¿Sabías que este momento llegaría?
Mi vocación de escritor fue bastante tardía, me llegó a los catorce años cuando en el colegio nos explicaban los simbolistas franceses. Me deslumbró la figura de Rimbaud más que su obra. Yo quería ser un poeta maldito. Así que el deseo de ser escritor me llegó más como una forma de encauzar la rebeldía que como vocación real.
¿Cuándo fuiste consciente de que lo hacías tenía entidad? ¿Recuerdas ese momento de lucidez? ¿Qué te supuso?
Todavía no sé si lo que hago tiene entidad o no. Siempre tengo dudas respecto a lo que escribo.
¿En qué se parecen y en qué se diferencian el Paco poeta, el escritor de relato y el novelista?
Mi vocación siempre ha sido la de poeta. He tratado siempre de ser poeta tanto en verso como en prosa.
¿Qué temas te interesan? ¿Nos puedes confesar alguna de tus obsesiones?
Tanto en mis cuentos como en mis novelas prevalece lo paródico con todos los elementos que le son anejos: el humor, la ironía, lo iconoclasta… Pero hay un tema esencial en mi obra poética que impregna también de un modo menos evidente buena parte de mi obra en prosa, es el tema de la muerte o, por mejor decir, el sentimiento elegiaco, el sentimiento de lo perdido. Decía Tolstoi que cuando un hombre aprende a pensar, piense lo que piense siempre está pensando en su propia muerte.
No creo que los escritores tengamos un camino definido, pero sí que aprendemos, mejoramos y crecemos continuamente, a veces en lo más inesperado. ¿Cuáles son tus retos como escritor?
Como dice el Borges personaje de la novela de Sabato, trato de escribir una página que sea algo más que un borrador.
Respecto a los nutrientes, aquellos que nos alimenta y estimula, ¿cuáles son tus autores de cabecera?
Como el motivo de esta entrevista es un libro de cuentos, citaré prosistas (aunque algunos sean también poetas) para mí imprescindibles que siempre releo: Cervantes, Proust, Nabókov, Eça de Queiros, Borges, Chesterton, Pla… De los de ahora me gustan bastante Martin Amis (nabokodiano confeso como yo) y Don De Lillo. Me interesan mucho los autores estilistas pues para mí es esencial que una obra tenga “sucesos” lingüísticos además de “sucesos” narrativos.
Un libro para quemar, y otro para salvar de un incendio aún a riesgo de perder la vida.
Quemar, no quemaría ninguno, ni siquiera esos libros que son capaces de quemarle a uno el alma. Y ya que no he mencionado arriba a ningún autor como poeta, si tuviera que salvar un solo libro sería The Complete Poems de Thomas Hardy. Con la obra poética de Hardy creo sinceramente que se podría reconstruir el mundo.
¿Qué opinas de la vanidad del escritor? ¿Ayuda o lastra en el proceso creativo?
Creo que fue Nietzsche quien dijo que quien niega que es vanidoso es porque posee tanta vanidad que debe cerrar los ojos para no despreciarse. La vanidad está bien siempre que no le ciegue a uno.
Te pregunto desde mi propia experiencia, y la de otros compañeros. Creo que todos hemos sentido la tentación de dejar de escribir en algún momento. Ese momento de rabia, tristeza infinita o colapso. Ese momento en el que uno traiciona lo más sagrado, y se recrea en su imperfección y su terrible humanidad. Y sin embargo, todos seguimos escribiendo… ¿Te ha sucedido también a ti? ¿Cuál fue el motivo para no hacerlo?
Muy a menudo y curiosamente el motivo por el que he deseado dejarlo ha sido el mismo motivo que me ha incitado al final a no hacerlo: el silencio absoluto del mundo.
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Francisco López Serrano presenta en Madrid el martes 16 de noviembre, a las 20 horas, su libro de poemas El último hombre sobre la tierra, II Premio de Poesía Blas de Otero Villa Bilbao, en el Círculo de Bellas Artes.
Para los que queráis saber del libro premiado en el Setenil pronto colgaremos la reseña correspondiente en la sección de relato.