Crónicas ligerasEscena

El desencuentro del amor

Por Manu Tomillo.

El monstruo de las dos espaldas, por Compañía La Pharmaco.

Dirección: Maryluz Arcas.

Sala El Mirador (Madrid), hasta el 14 de noviembre.

Dos personas se encuentran, se gustan, se conocen y cuando se quieren dar cuenta, son inseparables, se necesitan, podríamos decir que el uno sin el otro no son ni la mitad de lo que en realidad son. Es cuando se dice que nace el amor, cuando las canciones cursis de pop hablan de la vida color de rosa y de piruletas que adornan los alféizares de las ventanas. Aunque el amor es más que eso, es pasional, es salvaje, incluso violento, te puede hacer enloquecer, perder los papeles, y ya lo sabes, estás dispuesto a cualquier cosa con tal de no perder a esa media naranja, a tu otro yo.

¿Parece simple verdad? Una historia de amor, ¿quién no ha vivido alguna? Todos pensamos que es algo bonito, dulce, sensible…y sí, es todo eso y muchísimos más detalles, pero no todas las historias de amor tienen por que ser esto; podemos hablar de esas relaciones que de tanto cariño que hay en el ambiente que termina haciendo daño, o de esas otras que acabas atado de pies y manos de una forma tan simple, que no te diste cuenta cuando caíste en la rutina. Pero y ¿qué me decís de las rupturas, las discusiones, los desencuentros? O simplemente cuando chof, de repente se apagó la chispa, se perdió la ilusión, eso también es fruto del amor, y esa sensación de sentirse frente al vacío sin poder dar un paso al frente a nadie le viene a la mente cuando hablamos de la tan usada palabra amor.

Pues de todo eso, de ese sentimiento universal que todos pasamos o deberíamos pasar, es a lo que nos quiere llevar esta obra El monstruo de las dos espaldas, pero representada a su manera claro, que para tópicos ya están llenas las librerías; en esta ocasión es llevada al escenario de la manera más minimalista posible, no hay más atrezzo que la fuerza que emana de los actores, más pasión que los movimientos bruscos y acompasados en el baile que llevarán a los protagonistas desde a amarse para parecer un sólo cuerpo, hasta abandonarse en nuevo camino ya alejados entre sí. Es danza sí, pero representada con muchísimo sentimiento, muchas veces animal, que en el fondo es de lo que se trata.

Por que de eso también nos quiere hacer reflexionar esta obra, del desecuentro del final del amor, de ese parece que discurso pactado de que para que uno de los dos pueda disfrutar el otro ha de sufrir, de la soledad del después, y del vacío que deja el ser amado. Y para eso no hace falta diálogos, ni siquiera ropa, la compañía La Phármaco lo ha entendido a la perfección, ¿qué sentido tiene llenar de adornos lo que todos comprendemos?. El amor duele sí, pero también es bonito, también puede ser un baile endiablado, un caminar en el alambre, difícil y divertido y muchas veces, hace que nos transformemos en bellos monstruos de dos espaldas, dispuestos a darlo todo por aguantar entre los dedos nuestra felicidad.

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