Marea de sangre
Por Luis Muñoz Díez.
Marea de sangre. José Luis Muñoz. Editorial Erin, 2010. 322 pgs
José Luis Muñoz aún tiene en las librerías, como novedad, su magnífica novela La frontera sur (Almufara 2010) y La mujer ígena y otros relatos (Neverland 2010), una selección de cuentos que aseguran al lector algunos sobresaltos gozosos.
La frontera sur es una novela ambientada entre espejismos de luz y la tierra abrasada de la frontera entre USA y México. En ella se relata la violenta y dura historia de Mike Demon, un comercial norteamericano que por el irresistible deseo que siente por una camarera llamada Carmela, rompe con su monótona vida hasta terminar zarandeado por la poderosa mafia que controla el tráfico drogas. Una historia que, una vez leída con interés, nos puede resultar ajena, porque todo ocurre a miles de kilómetros y el Atlántico nos preserva de tanta maldad. Se preguntarán por qué hablo de La frontera sur si esta reseña está dedicada a Marea de sangre, un thriller que tiene como escenario la playa de Aro en la costa Brava, y les diré que leyendo estas novela apreciarán, con algo de vértigo, que la corrupción y la violencia no tienen bandera. Conviven, invisibles, con nuestra rutina cotidiana. Pero las pesadillas son más terroríficas al despertar, y más aún si éstas se han recreado en nuestra propia casa, y este es el caso de Marea de sangre.
En playa de Aro vive Ismael Ortiz, un sargento de la policía municipal, camino de los cincuenta años, que ve su existencia estancada y se abre paso entre los días con la certeza de que ya no va para joven. Convive con una mujer alcohólica, instalado en el verdadero aburrimiento, que es aquel que te inmoviliza, porque ninguna opción que tomes va a resolver nada. El extraño suicidio de una noruega y la muerte, aparentemente accidental, de un conocido, rasgarán el velo de lo que toma como real y aparecerá, con todo su color y su olor, un mundo que intuye pero del que no conoce su verdadero calado. En él topará con un siniestro pied noir excombatiente de Argelia y sin otra fachada que ser propietario de un restaurante; un concejal de urbanismo cuyos delitos, aparentemente, se reducen a no abonar sus multas de tráfico; un director de banco que tomará color por la confidencia que de él hace un empleado de su sucursal; y un benemérito, con rango de teniente, con turbias nostalgias del pasado. Personajes y espacios que le irán cercando y repitiendo, cada vez con más intensidad, que es un don nadie y depreciando un principio para él fijo: su honradez. Honradez que para él es un punto de referencia para la acción y que en ese nuevo mundo tan sólo será un prejuicio inservible. El guardia civil nostálgico se lo dejará muy claro cuando con desprecio le diga: “Sabes lo que te pasa sargento. Yo sí lo sé. Que eres tan mierda que nadie se molesta en comprarte. Quien va a perder el tiempo y el dinero.” Y las páginas van pasando mientras sigues una trama en apariencia sencilla, que te agarra con una intriga latente, pero la narración tiene veredas laterales bien medidas que plasman la vida cotidiana en la playa de Aro, ambientada en el final de los años ochenta, y nos describe a sus escasos habitantes de invierno de un modo fugaz y preciso. Personajes que tienen un avatar cotidiano plagado de renuncias y frustraciones ante la poca cancha que da vivir en una sociedad únicamente ponderada por el dinero. Si no lo tienes no eres nada. Mientras, el sargento municipal Ortiz contempla con impotencia que aquellos que tienen el poder son los que juegan sucio, y acaba haciéndose realidad que “la moral es sólo un prejuicio de pequeños burgueses”, y, en este caso, el que sufre esa “pesada lacra” cuenta con tan escaso acomodo que no puede ni prender la calefacción en invierno, como le ocurre al municipal Ortiz.
Marea de sangre tiene todos los ingredientes de la novela negra: la prostitución, el dinero negro, tráfico de influencias, drogas, yates donde se celebran negocios con serviles prostitutas y el asesinato como método de sacudiese al que estorba. Pero hay algo más, también cuestiona ese otro mundo paralelo en el que, aparentemente, no ocurre nada, que es el cotidiano y lo que tanto nos inquieta: el paso del tiempo, la decadencia física, el deseo, el desamor, la frustración y el intolerante camino que va mermando nuestras fuerzas. Todo esto le ocurre al sargento Ortiz, que a veces desea que ocurra “algo”, aunque sea malo, que rompa su insoportable monotonía, y cuando ocurre, y se prende a la vida con el movimiento de caderas de Carolina, la propia realidad le aplasta mientras corre a ejecutar su venganza contra el pied noir.
Marea de sangre está muy bien escrita y asombra con una aparente sencillez, que finalizada su lectura, no es tal, sino el oficio del buen narrador que es José Luis Muñoz. Y a ese talento para estructurar la historia se suma un valor constante en toda su obra: lo bien dibujados que están siempre sus personajes.
Leer esta novela, a pesar de contar con trescientas veintidós páginas, no le llevará mucho tiempo, le prendera la narración de una lucha desigual y la sensualidad que desprende el relato cada vez que asoma una mujer en él, pero al terminar su lectura y cerrar el libro igual llega a cuestionarse preguntas de difícil respuesta y eso será un mérito del autor y del género que cultiva.