La horripilante historia del cine que nos ha tocado vivir
Empecemos por lo primero: ¿qué es el cine? El cine es arte, el cine es entertainment, el cine es… En fin, pura palabrería. ¿Y Saben por qué? Porque, en realidad, el cine es aburrido, previsible, repetitivo, alienante y estúpido, nada menos. O, al menos, es a eso a lo que está llegando. Les pondré algún ejemplo sobre la marcha, para que vean que no me invento nada:
¡Eso ya lo hice yo antes!
¿Se acuerdan de Gus Van Sant, ese hombre que apunto estuvo de convertirse en un honroso icono underground? Iba para autor el hombre y, a pesar de algunos tropiezos y su tendencia a la lágrima fácil, fue el responsable de aquella Drugstore Cowboy donde un famélico Matt Dylon le daba la réplica a William S. Burroughs y que anunciaba una carrera al menos inconformista. Pues nada más lejos. El Sr. Van Sant se empeñó en tirar por la borda todo su crédito al abandonarse a la frenética búsqueda del oscar y firmó, entre otras insulsas naderías, al menos una película idiota (El indomable Will Hunting) y un remake sacrílego y aún más idiota (Psicosis). Desde entonces (o quizá desde antes) ya no es necesario justificar por qué se repiten las películas.
Y es que nada puede ir demasiado bien si los tipos duros como Haneke o Herzog se atreven a repetirse a si mismos (Funny Games) o a otros (Teniente corrupto) sin siquiera pestañear. No digamos ya si los Coen Brothers se atreven con Henry Hathaway. Quizá va llegando ya la hora de recluirse para siempre en el DVD y en la bendita HBO, donde al menos hay guionistas con ideas, realizadores que saben para que cuernos sirve un plano secuencia y un estupendo botón que te permite apagarlo todo si la decepción se convierte en un monumental cabreo. No sé, a lo mejor es que estamos metidos en La invasión de los ultracuerpos, nada más que las dichosas vainas alienígenas son ahora las películas vistas una y mil veces y que nos asaltan sin piedad semana tras semana, creciendo y creciendo como la cizaña. ¿Quieren ejemplos? Vayan a ver El americano, un saqueo literal (en fondo y forma) de El samurai de Melville (¿alguien se acuerda de Melville?). O rememoren las correrías del último DiCaprio. La moda del remake es tan poderosa que ya hay actores que se repiten a si mismos (Shutter Island, Inception). Ver para creer. Y así podríamos seguir, pero mejor pasemos a otra cosa antes de que decidan apagar el ordenador.
¿Qué me pasa doctor?
Últimamente me deprimo mucho al ver la poca mala leche que le queda a los cuentacuentos de la gran pantalla. Tomo Prozac, no se crean, y me abandono en cuanto puedo a los efectos placebos del kif, pero ni así. Ya me lo decía un amigo: cuando ni siquiera Woody Allen consigue tener gracia es que las cosas van mal, muy mal. Maldito tiempo éste, el del cineasta que no crea, el del autor que expresa ideas de otros. Lo único que se me ocurre es que los directores y guionistas se traguen una buena sesión de gore, a ver si entre tanta salvajada se les pega algo de hemoglobina en sus venas de chufa y se abandonan así al puro goce de la destrucción, pues está visto que construir no van a construir nada.
Pero tranquilos, no todo es horrible, aunque sí lo sea casi todo. Quedan promesas esperanzadoras y excesos como Machete, que es un canto a la más absoluta y deliciosa de las banalidades o un análisis gamberro de lo que pasa en México, en Minnesota o en Albacete, según se mire. ¡Ah, bendito Robert Rodriguez, bendito Quentin, bendito Jess Franco que estás en los cielos! Y bendito Alex de la Iglesia, que al menos aparenta haber sobrevivido a las dulces palabras de la Academia y parece (dicen) que todavía sabe hacer cine. Veremos.
Enésimo requiem por el cine
¿Ha muerto, entonces, el cine? Me temo que sí, o al menos el cine que se dice cine. Refresquemos la memoria haciendo una lista de los caídos en combate, aquellos que vinieron, vieron pero no vencieron y que rechazaron a todos sus albaceas, los santos mártires del cine-cine: Man Ray, René Clair, Dudley Murphy, Marcel Duchamp, Viking Eggeling, Hans Richter, Oskar Fishinger, Walter Ruttmann, Norman McLaren, Robert Flaherty, Victor Sjöström, Carl Theodor Dreyer, Rainer Werner Fassbinder, Jorins Ivens, Grigori Aleksandrov, Sergei Eisenstein, John Casavettes…
Requiescat in pace.
Menos mal que nos queda David Lynch.
Me parece que exageras. Otra cosa es que sigas buscando en el cine cosas que ya no se hacen. Pero el cine por suerte y desgracia siempre ha sido así: muchas películas malas para sacar entre el total un par de buenas. Siento decírtelo, pero si en verdad te gusta el cine, te haces a ti mismo un flaco favor pensando así.
Un saludo y pese a no estar de acuerdo, me parece muy interesante tu artículo
Néstor García
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