Vincere
Por Facundo Desimone
Casi podría decirse que los italianos son uno de los pocos pueblos de la tierra que causan siempre alguna emoción (fin primero y último, al mismo tiempo, del arte) con sus películas, hagan lo que hagan, traten de lo que traten, y sean del género que sean. `Víncere´, por supuesto, no es la exepción. La película comienza en los albores, en la madrugada de la gran guerra, mostrando a un Benito Mussolini joven, activo, seducido como nadie por esa gran dama que suele ser la violencia, y (sobretodo) miembro del partido socialista italiano. Aunque… podría decirse que ese comienzo es una pinza, una trampa, un fake comienzo.
Claro, lo pintan de una manera (la edición, muy prolija, moderna, y algo alocada, al menos en pequeñas dosis, es exelente) que uno cree (es decir, le hacen creer) que va a ver una historia biográfica del duce, en la cual se muestre el paso y la explicación o la justifiación (si es que, acaso, las hay, o las hubo) del miembro más activo y vanguardista del partido socialista italiano al representante por exelencia de la palabra facismo y gobernante de un país. Si bien esta historia (aunque sin ninguna intención de explicar nada) se muestra en la película, se muestra medio de costado, podríamos decir solapada; en realidad solo sirve de marco para la verdadera historia de la película: un drama romántico entre el joven Mussolini, casado y con un hijo, y una joven señorita que supo ser su amante (una de las tantas que debe haber tenido).
La iluminación, exacta, precisa, en conjunto con las actuaciones, crea el tan anhelado efecto de ilusión de realidad, buscado por tantos cineastas, que nos hace olvidar por momentos que estamos viendo una película y, si acaso fuese 3D, tal vez hasta dudaríamos de que no fuese parte de nuestra realidad cotidiana.
La historia, como ya dije, es simple y consisa: una historia de amor no-correspondido. Esta joven mujer, que tiene una sastreria, se cruza por casualidad, en la sede del partido y en las calles, con el futuro duce, y hasta llega a salvarle la vida en una oportunidad. Sabiendo que es casado, pero absolutamente fascinada por su fuerza, su voluntad y su vigor, comienzan una extraña relación. Ella se enamora perdidamente de él, y lo ama con una pasión que solo es posible en las mujeres italianas, al punto de que, cuando Benito le cuenta que renunció al partido y que quiere fundar su propio periódico ella vende todo lo que tiene, absolutamente todo (incluyendo los muebles de la casa y su sastrería), y le da la plata para que concrete el proyecto. Inevitablemente queda embarazada, poniéndole a su hijo el mismo exacto nombre que su amante.
En determinado momento de la película (y sin explicación de ningún tipo), Mussolini comienza a negarla, a negar su historia con ella, a su propio hijo, y a evitar que lo vea y que lo encuentre por cualquier medio posible. Se concentra en su mujer y su hijo oficiales, al mismo tiempo que continúa con su periódico, que parece ser un éxito en el pueblo italiano, y a ganar cada vez más y más poder. La mujer se desespera, percibiendo la gama de grises con la cual será tejido el porvenir de su hijo, cuando debería tenerlo todo. Pero lo que más la desespera, y no puede comprender bajo ningún concepto es cómo el hombre que ella ama, al que le dio absolutamente todo y hasta ayudó a formar y a que sea quien es, la niega tan violentamente.
Finalmente, una vez transformado Mussolini en el duce, logra los manejos necesarios para encerrarla fundadamente en una institución neuropsiquiátrica, separándola de su hijo y dándole la custodia a uno de sus fieles aliados y mano derecha, lugar en el cual la mujer termina de volverse loca. Después de varios años de locura, sufrimiento y presidio, esta mujer logra escapar del manicomio y volver a su antigua casa… solo para descubrir que la policía la estaba esperando para llevarla presa.
Realmente, una obra maestra del cine italiano.