«Habanera de Alberto García», Serafín Fanjul [Escolar y Mayo]
La editorial Escolar y Mayo nos presenta Habanera de Alberto García, una novela de Serafín Fanjul, Catedrático de Literatura Árabe en la Universidad Autónoma de Madrid. El autor ha prestado su atención a lo largo de su carrera en el americanismo, profundizando en la entraña de las raíces comunes de España y América a través del folclore y la tradición compartida.
¿De qué habla esta novela actual, sin pelos en la lengua, que se acerca a la España de la Primera República y a la Cuba de 1920? Horacio Vázquez-Rial explica que «trata de la vida de un emigrante que alrededor de los cuarenta años se marcha a Cuba. No es un emigrante cualquiera, porque es un hombre con estudios universitarios; tampoco lo es el momento en que embarca, en medio de la Gran Guerra, en un vapor en el que no sólo se teme la traición de la mar, también a una máquina de nuevo cuño: el submarino. En la obra no hay una sola fecha, hay que deducirlas del contexto. La fecha que organiza todo el relato es 1898, su antes y su después. Alberto García llega a una Cuba en la que los gallegos, gentilicio originado en la condición mayoritaria de los emigrantes –o inmigrantes, mirada la cuestión desde el otro lado– españoles de ese origen, no son recibidos sin desconfianza, pero son por lo general mejor acogidos que los americanos del norte. Y allí hace García una vida nueva mientras evoca la vieja, resumida en una fórmula común a todos los pueblos del universo mundo, todos pretenciosos y todos errados en su pretensión: «Como en Campazas, nada». Desde luego, García lo repite como un mantra irónico, enterado de que fuera de Campazas es donde está todo».
Anunciada desde el título mismo al evocar la composición musical (compás de dos por cuatro) cuyos orígenes se pierden en la Península para reaparecer con personal originalidad en nuestras tierras, la «Habanera de Alberto García» es la historia de un nuevo encuentro entre culturas, pero signada esta vez, no por posiciones de fuerza o por imperativos de poderes, sino por un regreso de conquistadores dispuestos a dejarse ganar ahora ante el «capítulo pendiente o el paréntesis abierto» que dejará en aquellos hombres el noventa y ocho y el desgarramiento que contribuyó, paradójicamente, a establecer un vínculo aún más estrecho entre quienes hasta muy poco antes se habían mirado como enemigos. Justo en ese momento, la historia sufre un viraje que sitúa al antiguo conquistador frente a una suerte de encantamiento que decide su retorno al útero sediento de nuestra bahía y con ello su segundo nacimiento y su otra mayoría de edad.
Después del noventa y ocho, la historia se abrió a una etapa de inversión de los procesos culturales, en la que las relaciones entre España y la mayor de las Antillas cobraron un nuevo sentido, que expresa el personaje de Alberto García con un carácter simbólico. Para un español común, el fracaso del imperio colonial había sido evocación de sucesos lejanos en tierras antes promisorias, pero el relato de García, entre hechos reales y recuerdos, demuestra devoción por Cuba y un sentido de pertenencia a un orbe definitivamente ambivalente («Yaguajay también era mi mundo y a él me debía»), en cumplimiento de una deuda voluntariamente contraída con aquellos en quienes la obra fue pensada y a quienes la dedica con toda intención el autor.(Marta Lesmes, Instituto de literatura y lingüística, La Habana).