Lo real hecho sagrado
El Palacio de Joan de Valeriola, un edificio gótico de los siglos XIV-XV en el barrio de Velluters de Valencia acoge la Fundación Xirivella Soriano desde mayo de 2005. Además de una notable colección de pintura contemporánea española de autores como Antonio Saura, Fernando Zóbel, Eduardo Arroyo, Carmen Calvo, Rafael Canogar, Juan Genovés, Joaquin Michavila, Eusebio Sempere, Guillermo Pérez Villalta, Jose María Yturralde, Juan Antonio Toledo, Ràfols Casamada, Gordillo, José Guerrero, El Paso, Equipo Crónica o Equipo Realidad, entre otros, la Fundación organiza talleres, conferencias y diversas actividades de investigación artística así como interesantes exposiciones temporales de artistas que han desarrollado o vienen desarrollando su trabajo en la ciudad de Valencia. Lo real hecho sagrado, del artista jienense Santiago Ydáñez (Puente de Génave, 1969), que vivió en Valencia a principios de la actual década y tuvo su galerista en esta ciudad puede visitarse hasta el próximo mes de enero.
Santiago Ydáñez es una figura imprescindible de arte español actual. Tras su irrupción en la escena del arte emergente español ganando los premios ABC de Vocento y Generación 02 de Caja Madrid, ha progresado hasta desarrollar un importante cuerpo de obra que forma parte de numerosos museos y colecciones de referencia. Ganador de las Becas de la Fundación Marcelino Botín y del Colegio Español de París, ha expuesto en numerosos museos y galerías de España, Francia, Canadá, Italia, Alemania, México y Portugal. Su obra está presente en las colecciones del Museo Nacional Reina Sofía, de la Fundación Marcelino Botín, en la Colección L´Oreal, en la Fundación Chirivella Soriano, en el CAC de Málaga, la Colección ABC de Vocento, y la de Caja Madrid entre otras.
En la exposición de la Fundación Chirivella Soriano muestra 36 obras de gran formato, protagonizadas fundamentalmente por el rostro y las miradas como campo de batalla en el que ocurre todo, porque la fisonomía es para este artista un espejo en el que se refleja lo más profundo del ser humano y constituye una de las marcas de estilo dentro de su producción pictórica.
Como viene siendo habitual en Ydáñez plantea la confrontación de dos actitudes, la de la espiritualidad profana frente a la religiosa. Unas veces revelando cierto misticismo, y otras con un punto perverso. Por ello alterna pinturas líricas y «agresivas», que reflexionan sobre la locura del ser humano o la brutalidad infantil, con imágenes más «místicas», inspiradas en su propio rostro maquillado o gente muy cercana. No podemos identificarlos, pero si sus expresiones que van del miedo a la locura, de la angustia al dolor, quedando pues reducidos al gesto y a la expresión.
Afirma el artista que “me interesa mucho relacionar la evolución humana con el imaginario religioso. Gran parte de mi obra es autoreferencial: fui durante cinco años monaguillo completamente ateo. Me lo pasaba en grande, disfrutaba realmente al entrar en la iglesia y encontrarme con los santos y toda la iconografía religiosa. Hay una potencia indescriptible en la experiencia ritual, en esos momentos de vivencia apasionada”.
“Para mí –añade-, acercarme a un santo, ver la imagen detenida, con los ojos de cristal, me transmite la vida parecida a la de los animales disecados”. Probablemente por eso también le gusta pintar piezas de caza: “Yo soy de la Sierra del Segura, en Jaén, y allí la caza es muy frecuente. Recuerdo a mi padre regresando de cazar y a mi madre preparando aquellos animales”.
“Me atraen los rostros y también el enmascaramiento. Yo casi siempre trabajo sobre sentimientos muy esenciales que pueden compartir un animal y un humano. A nivel visceral somos idénticos. Busco una suerte de sentimiento de ausencia casi mística, cercano a la sublimidad romántica aunque marcado por una agresividad mayor. Nunca intento plasmar un único sentimiento, sino que pinto sentimientos lo suficientemente amplios para que puedan sugerir distintas cosas. Por otro lado, como tú mismo señalas, me interesan asuntos variados y no únicamente el semblante, por ejemplo, la iconografía religiosa en general, el arte barroco, los motivos que tienen que ver con la infancia o las imágenes de animales”.
Primeros planos expresivos y gestuales, casi abstractos, de trazo nervioso y rápido, en grandes formatos, tienen una presencia aplastante, una fuerza e intensidad que nos traspasa desde el lienzo y crean obras de gran teatralidad ante las cuales no podemos dejar de sentir que algo que no sabemos muy bien qué es va a pasar inmediatamente porque como dice el propio Ydáñez cualquier situación en donde no hay misterio o posibilidad de cambio es aburrida.