Madridcine en Buenos Aires (II)
Por Luciana Carlopio.
Dos comedias para tener en cuenta. Dos comedias que llegaron a las pantallas porteñas también. Que valen la pena no perdérselas –en caso de que el festival se te haya pasado de largo.
`Gordos´: El peso de la contradicción
Daniel Sánchez Arévalo no es gordo, o al menos no lo está en la fotografía que tengo enfrente, pero entiende muy bien de qué va la cosa. `Gordos´, que vio las pantallas de los cines españoles en 2009 y los porteños en julio de este año, es una película de excesos: ahí mucho, aparentemente, está de más. Kilos, sobretodo. Por eso cuatro gordos van a una especie de grupo de autoayuda para bajar de peso; allí se encuentran con un psicólogo que los hace despojarse de su ropa. La idea salta a la vista: hacerse cargo de las propias imperfecciones.
Y no es algo demasiado atractivo, molesta. Los personajes se enfrentan con sus contradicciones, van y vienen persiguiendo el objeto de su deseo, el cual parece perderse entre tanto tejido adiposo. Algo así como un chivo expiatorio, la trama argumental gira en torno de lo que el cuerpo se traga: miles de calorías, pero también miedos, inseguridades, fantasías, gustos, fracasos… Y todo ese cóctel se nos lo da a beber escena tras escena. Que ahora quiero esto, que ahora ya no. Contradicciones que vuelven a `Gordos´ una montaña rusa que haría temblar a cualquiera. Difícil predecir o anticiparse a mitad de camino.
A la manera de un talk show, el director arma el film siguiendo el formato de uno de esos programas en los que un conductor nos ofrece la receta mágica, en este caso, para retroceder varios talles. Pero no. Porque si hay algo de lo que se critica en `Gordos´ es el exitismo. La gran falla, el conflicto que sufren los personajes es, precisamente, esperar el resultado como un paraíso merecido y, en algunos casos, recuperado. Algo que van consiguiendo y ahora qué.
En `Gordos´ no se llega a estar seguros de qué va la cosa y, si le preguntaran a mi vecina que sólo ve telenovelas, estaría mareada entre tanta contradicción, es más, estoy segura de que no entendería cómo es eso de que un gay se case con una mujer. Pero esa es la idea. El planteo inicial, el puro subibaja mental, no se soluciona. Para nada un error del director, sino más bien un final redondo para el malambo que llevamos nosotros, simples mortales confundidos, que a veces pagamos caro, otras no tanto, el peso de la contradicción.
Un `Pagafantas´sigue participando
`Pagafantas´ (Borja Cobeaga, 2009) es una comedia que divierte. Tal vez por esa extraña combinación entre lo absurdo y lo real. Que te podría pasar cualquier día de estos, pero así no. Como que es demasiado, uno piensa y de paso, se ríe un buen rato.
Porque en `Pagafantas´ el disparate representado por un chico que insiste una y otra vez, pese a que la chica en cuestión no le da ni bola (un detalle: la actriz es y hace de argentina) y que hasta un punto podría llegar a ser real, está enmarcado en un documental que rompe paradójicamente el carácter que hubiéramos supuesto de una comedia tradicional, donde la ilusión de realidad es cuidada hasta el extremo. No pasa y no interesa que pase en esta película.
Su director nos la presenta como un falso documental, en donde cazar a la presa es, en este caso, ligarse a una chica –aunque bien podría ser una mona. Se apela al discurso didáctico, con ejemplos explicativos para reforzar el triste destino de un pagafantas: al que se deja pagando, al que se le hace pagar un trago y después chau a otra cosa y se te he visto no me acuerdo, al comodín que te sirve para, el que no es lindo sino simpático. Así Chema, que es el protagonista, va y viene tratando de evadirse del cruel karma de ser un pagafantas. Aunque no es el único. Otro personaje que le dobla en edad –como diciéndonos que para ser un pagagantas siempre hay tiempo- es un tío que no es su tío, pero que su madre lo llama así para que quede bien en claro que jamás cometería un incesto que no lo es. Será este falso tío, entonces, una especie de gurú en su camino al fracaso: este hombre poseedor de una casa fotográfica, que le pronostica poca vida a las cámaras digitales, resulta poco creíble. Lo que sí, por el contrario, tiene bien en claro cuáles son las señales del inminente rechazo, como el abrazo del kohala.
Chema es un antihéroe –no es Brad Pitt, ni pega una- y sabemos cómo terminará. Pero la cosa es que nos identificamos, precisamente por su ingenuidad, porque baja y no baja los brazos y porque a más de uno le gustaría ganarse a una chica que se le parezca un poco a esta chica que se le escurre. Porque como dijo Borges una vez: “Los únicos paraísos no vedados al hombre son los paraísos perdidos”. O los que nos dejan pagando. Como destapar una botella de cola y leer en la tapa el deprimente seguí participando. Algo que hacemos, por supuesto.