Vedi Napoli e poi muori!
“Vedi Napoli e poi muori!”, -“¡Ve Nápoles y después muere!”-, así exclaman algunos napolitanos en patriotero arrebato a la que consideran un pedazo del cielo caído a la tierra. Es cierto. En todas las estaciones es su aire balsámico y benigno, incluso en el ardor canicular, cuando es suavizado por la brisa del mar. El encanto de la región era ya conocido en la antigüedad. De hecho, cuando los griegos descubrieron esta tierra quedaron tan embelesados con su belleza que abandonaron su patria para edificar nuevas poblaciones en estas lejanas costas. Y así, los poetas griegos situaron allí el jardín de las Hespérides y los Campos Elíseos; Homero sitúa aquí el canto de sus sirenas y Circe tendía sus hechizos en las costas de Nápoles.
Pero es en el punto más atractivo de esa costa, extendida a lo largo de la orilla de un golfo majestuoso del que surgen los agraciados perfiles insulares de Capri y de Ischia, vigilada y amenazada a su derecha por el Vesubio, donde vemos a Nápoles, en forma de un doble anfiteatro partido en dos por el Castel dell’Ovo. Ya los viajeros románticos remarcaban que por su situación, población y tesoros Nápoles podía ser considerada una de las ciudades más espléndidas del mundo, y nos recordaban a sus habitantes bulliciosos en las calles, en las que el estrepitoso ruido ya entonces no cesaba ni de día ni de noche. Del mismo modo nos describían la orilla del mar y el malecón, animados a cualquier hora por personas paseando allí su “dolce far niente” y la gente acomodada, pasando el día en sus villas y la tarde paseando a orillas del mar en las largas calles de Santa Lucía y Chiaja. Y para la gente desocupada –que según ellos constituía la gran mayoría- nunca faltaban diversiones, saltimbanquis, música e improvisadores en cualquier calle o plaza, habiendo los días de fiesta representaciones públicas y otras atracciones.
Desgraciadamente tras la unificación de Italia y la supresión del Reino de las Dos Sicilias, de la cual era la capital, Nápoles ha sufrido una creciente y ahora vertiginosa decadencia. Famosa por ser la ciudad más poblada del sur de Italia, también lo es por ser una de las más peligrosas de Europa. Sus problemas han trascendido, creando una imagen muy negativa, un cliché que tiende a predominar sobre otros muchos aspectos positivos de la ciudad y sus habitantes.
Porque también es cierto que lo que ha hecho tan encantadora a Nápoles y a su entorno es su espléndida naturaleza y lo original y espontáneo de sus gentes. Y es la imagen de los enormes racimos de guindillas rojas y pesebres artesanales inundando toda la ciudad cuando se acerca la Navidad la que nos sugiere el Nápoles actual. El de una ciudad apasionante marcada por la tradición y la religiosidad. Una ciudad de angostas callejuelas que esconden una legión de iglesias, capillas y conventos. La ciudad de callejones y recovecos que esconde el misterio de Juan Adriansens y Los Silencios del Mármol.
Juan Adriansens y Los Silencios del Mármol
En Los silencios del mármol Juan Adriansens nos reconcilia con un modo casi místico de relacionarse con el arte. Para ello nos traslada a un Nápoles donde las leyendas que circulan por sus calles son el ingrediente necesario para una historia cuya acción sucede con la capilla de San Severo, una joya del barroco del sur de Italia, que en realidad es una capilla funeraria de la familia di Sangro. Esta capilla contiene una llamativa y curiosa colección de estatuas que llaman la atención por la perfección con la que están hechas, y el difícil efecto conseguido a pesar de estar hechas en mármol.
La bóveda de la capilla sufre un derrumbe parcial y el gran mecenas Álvaro de Fontanarosa, hombre de inmensa fortuna, encarga su reparación a Mauro Beltrán, un joven restaurador español que descubre los inquietantes rumores en torno a ciertos extraños hechos que se han venido produciendo en aquel lugar. Porque cuenta la leyenda que una de las figuras de la capilla no es sino el cadáver petrificado de un amante de Di Sangro. Es este crimen del siglo XVIII, y otros paralelos sucedidos en la actualidad, los que capitalizan la trama de Los silencios del mármol.
Bancaja-Fundación Caja Castellón inicia el nuevo ciclo de charlas-coloquio “Punto de destino” con la intervención del periodista y escritor Juan Adriansens que disertará con el público de Castellón sobre su visión de la ciudad de Nápoles el próximo miércoles, 3 de noviembre, a las 19.30 horas en el Salón de Actos del Edificio Hucha.