Bollaín sigue los pasos de su maestro Loach
Por Ángel Domingo.
Y la vida sigue igual, que cantaría Julio Iglesias. Más de cinco siglos después de la llegada de los conquistadores europeos, los indígenas hacen ahora frente a las multinacionales. Aquellos padecían una voracidad inagotable por el oro, éstas por otros recursos naturales como el petróleo y, en el caso de También la lluvia de Icíar Bollaín, el agua. Lineal, en paralelo, cíclica o en eterno retorno, por poner por caso, la Historia se repite con el mismo reparto de papeles para unos y otros.
La Seminci ha decidido ser fiel a sí misma abriendo el festival con una película comprometida, de las que se dice con mensaje social. En la estela de Ken Loach, autor idolatrado por el público vallisoletano. No en vano, aquí ha cosechado las espigas de oro por Mi nombre es Joe y Dulces dieciséis. Precisamente, la propia directora ha participado en alguno de sus filmes, como Tierra y Libertad, y el guionista de este trabajo, Palu Laverty, colaboró con el realizador británico en esos dos títulos.
Bollaín nos traslada a Bolivia junto al equipo de cineastas españoles que capitanean Costa (Luis Tosar), un descreído productor de cine, y Sebastián (Gael García Bernal), joven e idealista realizador, para rodar una cinta sobre la llegada de los españoles a América, poniendo el acento en la brutalidad de su empresa y en el coraje de dos sacerdotes, Bartolomé de las Casas y Antón Montesinos, que se enfrentaron con palabras a las espadas y las cadenas del imperio.
La historia se desdobla entre el recuerdo a la conquista del pasado y la nueva colonización del actual imperio norteamericano, una de cuyas megacorporaciones aspira a privatizar el agua. Mientras tratan de filmar, serán testigos de las revueltas de los indígenas y la contundente respuesta militar, lo que les apeará de su torre de marfil. Las denuncias del pasado amarillean ante las injusticias del presente. De ahí su título, como dice un personaje, “también nos queréis quitar el agua de la lluvia”.
De excelente factura técnica, con el pulso narrativo habitual en Bollaín, sin embargo, la película peca al plantear unos personajes excesivamente arquetípicos en los que el cínico es el más concienciado, el duro y descreído se la juega por los débiles, el idealista se muestra como un artista egoísta ciego ante lo que pasa a su alrededor… Esta pega, no obstante, se salva gracias a las interpretaciones de Tosar, Elejalde y Bernal.
Inspirada en hechos reales, los que protagonizaran los frailes convertidos en conciencia mundial para la posteridad y los sucesos acaecidos en abril de 2000 en Cochabamba, el filme discurre entre ambos tiempos narrativos, el visto por la recreación de los cineastas y el presente contemplado por sus propios ojos.
Explica Bollaín que “hay una línea conductora de resistencia a través del guión, desde el pasado hasta el presente”. Por este motivo no es casualidad que Juan Carlos Aduviri encarne al actor improvisado que da vida al líder de la revuelta india hace 500 años y que, al abandonar el rodaje, encabeza las manifestaciones de protesta ciudadana.
“Podemos aprender mucho de esta resistencia ahora que, en toda Europa, estamos sufriendo recortes sociales contra los pobres y se ataca la sanidad y la educación”, afirma Laverty. El escritor reconoce tomar partido porque “la Historia nunca es neutral, siempre está interpretada”. Algo con lo que está de acuerdo su pareja creativa ya que “elegimos lo que contamos. La Historia es selección. Aquí sabemos quién era Colón, pero apenas nada de los indígenas con los que se encontró al llegar a América” ni se estudia la obra de De las Casas, ya que dio pie a la Leyenda Negra. “¿Por qué hay una Plaza Colón y no una de Bartolomé de las Casas o Montesinos?”, inquiere el guionista.
Este estreno en Valladolid sirve de presentación en sociedad con alfombra roja de la película española candidata a los Oscar, que llega cargada de coincidencias. En las calles de esta ciudad murió Colón, cuyas botas se calza Karra Elejalde, y sirvió de escenario para la famosa Controversia de Valladolid, debate que conmocionó a Europa al defender el fraile que los indios también tenían alma. Es decir, eran tan seres humanos, con los mismos derechos, como los habitantes del Viejo Continente.
Seminci, además, fue el trampolín de lanzamiento de la Bollaín directora con Hola, ¿estás sola?, ópera prima con la que consiguió los premios al Mejor Nuevo Director y del Público. “Estoy encantada de volver quince años después porque, en este festival, el público es interactivo. No sólo aplaude o zapatea tras la proyección sino que también te dice si le ha gustado o no por los bares”.