Bajo las arenas de las rebeliones
Por Amir Valle.
Dedos de dátiles, la primera novela publicada en español por el escritor iraquí Muhsin Al-Ramli es una de esas obras en las que, cuando terminas de leer la última página, descubres un universo de realidades y connotaciones que te conmueven incluso los credos, los prejuicios, las falsas ideas, las lagunas de desconocimiento. Es, para decirlo en palabras simples, una novela necesaria, una lectura imprescindible especialmente en los tiempos que corren. Además, resulta impactante la plasmación del mundo islámico que rodea a toda la historia desde la perspectiva de la modernidad madrileña y, por si fuera poco, escrita en español, ya que no se trata de una traducción del idioma original del autor, el árabe.
Decir lo anterior puede resultar fácil. Y por eso me veo obligado a hacer referencia a una realidad que habitamos en el día a día desde que un 11 de septiembre del 2001 fuerzas extremistas, de esas que tanto abundan en nuestro planeta, decidieran borrar de la faz de la tierra el símbolo de poder occidental que representaban las torres gemelas. Es bien claro: desde entonces hemos asistido a una exacerbada polarización de los odios ya existentes entre el mundo occidental y una parte del mundo oriental: la cultura islámica. Otra vez, lamentablemente, razones políticas e ideológicas hacen una herida profunda en el alma universal y múltiple de la cultura humana, y se han trasladado los límites de esa guerra, de ese enfrentamiento, al sensible terreno de las idiosincrasias y de las culturas.
En la lucha contra esa absurda generalización que polariza los odios, las rabias, las diferencias, la lectura de esta novela de Muhsin Al-Ramli es un antídoto magistral porque está escrita bajo el influjo de las arenas de las rebeliones. Habla del mundo islámico desde la nostalgia, desde el amor, desde el humanismo de una cultura. Y los enfrentamientos éticos que ocurren en sus páginas van dirigidos a destruir esas barreras morales, esos muros ideológicos, esas absurdas divisiones que marcan y separan la llamada cultura occidental de la cultura que el protagonista, Selim, un exiliado iraquí en Madrid, representa.
La curiosa relación entre el escritor Selim, que vive en un pequeño apartamento en una zona céntrica de Madrid, y su padre Noé, dueño de una discoteca madrileña, es una parábola a los múltiples conflictos existenciales, morales y religiosos que giran en torno a la cultura islámica en Iraq, país del cual ambos han emigrado aunque haya sido por razones distintas: Selim, buscando libertades que le han sido arrebatadas desde niño y huyendo del fantasma muerto-vivo de un viejo amor, y Noé, viajando detrás de una venganza de resonancias familiares. Es, además, una reconstrucción muy nítida, muy exacta, de una buena parte de las piedras que debe saltar un emigrante árabe en un país como España que, al menos por historia y raíces culturales, debía ser algo así como un oasis en medio de ese desierto que es toda diáspora. Y es, aún más, un cántico a la reinserción cultural en un mundo globalizado como el que vivimos, siguiendo aquel precepto humanista que asegura que el mejor sitio para la vida es aquel donde mejor se está, más allá de tradiciones, de políticas, de religiones. Todo lo cual, es obvio, hace mayor el alcance de esta obra como manifestación del pensamiento social de una buena parte de la población del mundo islámico que prefiere buscar los puntos de conexión entre las culturas y no sus abismales diferencias.
Resulta impresionante el equilibrio que Muhsin Al-Ramli logra en esta novela entre valores tan profundamente contradictorios como la dictadura y la democracia, el extremismo religioso y el pensamiento laico, la modernidad y la tradicionalidad. Todos sus personajes: Selim, Noé, Fátima, la española Rosa, Istabrak, la prima Alia, el abuelo Mutlak, son víctimas de ese mundo de fuerzas opuestas y en eterna rivalidad: Selim porque sigue creyendo en el amor y la libertad como salvación sin renunciar a su Dios y ello lo condena a una indefinición que lo persigue hasta el final mismo en que, otra vez, el amor parece salvarlo; Noé porque se ve obligado a calcular en la misma pesa de su vida la libertad individual y la fidelidad a la tradición heredada; Rosa, porque tiene que balancearse en esa cuerda floja que es su pertenencia a una cultura y su pasión desenfrenada por Noé, un hombre que quiere encontrar el justo balance entre esas dos culturas enfrentadas; Istabrak, hermana de Selim, junto a su madre y a las mujeres de la familia, por la resignación tranquilo a su destino como mujeres; la prima Alia, el gran amor, la frustración más dolorosa de Selim, porque paga con su vida las rebeliones interiores que la poseían, su búsqueda de la libertad en un entorno de libertades mutiladas; el abuelo Mutlak, porque de muchos modos sobre él, en tanto representante de la más fuerte tradición islámica, recae el olvido y casi todas las culpas de las frustraciones y desgracias que suceden en la novela.
Novela hermosa es esta. Escrita con una delicadeza que fluctúa entre la poesía y la más cruda narrativa. Un gran acierto. Porque allí donde lo narrado es duro, doloroso, descorazonador, la prosa es dura, seca, precisa; pero allí donde la paz, la armonía, el amor y la esperanza caen sobre los personajes y las escenas, el lenguaje es finamente poético, sugerente, preciso también pero en su musicalidad más necesaria. Novela de personajes rotundos, además. No hay esquemas. Cada personaje es un mundo distinto, es un universo de sensaciones diferente. Y ni siquiera aquellos que más cerca están de los esquemas que la propaganda nos ha creado (el abuelo Mutlak, por ejemplo, o los militares de Sadam) están acartonados: son seres de una complexión real en el terreno literario, llenos de contradicciones, de luces y sombras. Por si fuera poco, la estructura es excelente hasta tal punto que nos prepara un final asombroso, por lo impactante. Y se lee, debo decirlo, con el placer con el que se lee una novela de intriga o de aventura, pues la obra misma está llena de aventura, de intrigas, al mismo que de profundas reflexiones, inquietantes preguntas, dolorosas respuestas. Y, al menos en mi caso, me obligó a responder esta pregunta: ¿cómo ha podido el autor decir tantas cosas esenciales, ofrecer tantas visiones necesarias, plantear tantas aristas de una cultura tan enigmática y compleja como la suya en una novela que sólo en apariencias es sencilla y en apenas poco más de doscientas cuartillas?
¿La respuesta: Dedos de dátiles es una novela que obliga a pensar en los esquemas absurdos en que vivimos; y es, por ello, una novela importante no sólo en el panorama de la actual novelística iraquí. Lo es, también y sobre todo, en el actual panorama de la novela escrita en lengua española.
Dedos de Dátiles
Muhsin Al-Ramli
Editorial El tercer hombre