Un rincón para la dialéctica
Por Ángel Domingo.
Un orador brillante no necesita púlpitos de mármol ni doradas tribunas. Le bastan una simple caja de cartón o una silla plegable. Aupado sobre este humilde estrado quien lo desee puede pronunciarse acerca de los recortes laborales, la guerra en Irak o los motivos de su enfado con alguna divinidad en el Speakers’ Corner (Rincón del Orador) del londinense Hyde Park (al noreste, cerca del Marble Arch). Curiosa tradición que, cuentan, se remonta a las últimas palabras que los condenados a la horca de Tyburn dirigían al numeroso público que asistía a su ejecución.
Esta esquina de la dialéctica es una de las más exóticas paradas para cualquier visitante de la capital del Támesis. Hyde Park y sus alrededores han acogido históricamente manifestaciones y concentraciones públicas, como la revuelta popular de 1855 contra el Sunday Trading Bill (norma que prohibía la compraventa en domingo), las asambleas de trabajadores del movimiento cartista o la movilizaciones promovidas por la Liga Reformista, entre 1866 y 1867, para la ampliación del derecho de voto. Finalmente, en 1872, la Royal Parks and Garden’s Act acabó consolidando de facto este hábito de los discursos públicos hasta nuestros días.
“Nada puede prepararte para la experiencia de hablar en Hyde Park. Es algo único. La cercanía de los otros discursos y la tradición diferencian al Speakers’ Corner del resto de foros. Enfrentarte a una audiencia que se distrae fácilmente demanda un conflicto dramático tenso, una confrontación de gladiadores sin prisioneros con el orador como abogado del diablo. Ése es el formato preferido. Incluso el estilo rudo del teatro de calle resulta más sutil en comparación”, explica Tim Allen, autor del libro Un verano en el parque. Diario del Speakers’ Corner.
Narices de payaso, gorros esperpénticos, carteles con lemas tan sorprendentes como “Cristianismo ateo” o “No creas a nadie, incluido yo” forman parte de los ganchos para atraer al público. Aquí se mezclan predicadores de corbata con frailes hippies, hombres anuncio, vaqueros locos y toda una variopinta fauna de oradores. Desde los más excéntricos a los más clásicos en su vestimenta. Quienes conservan la solemnidad y el compromiso de los speakers de antaño defendiendo causas serias, como los derechos de los trabajadores o el cierre de las centrales nucleares, a los partidarios del diálogo franco con los marcianos de Roswell.
En lo que todos suelen coincidir es en la vehemencia para atrapar la atención de los curiosos. Siempre manteniendo una actitud de respeto hacia el resto de opiniones que choca con la mentalidad de los países mediterráneos, más proclives al debate encendido que naufraga en tángana.
La guerra, tema estrella
Los atentados del 11-S y las posteriores invasiones de Afganistan e Irak han reanimado este espacio, según explicaba Allen en una crónica publicada hace años en The Guardian. “Como la mayoría, cada semana paso la mayor parte de mi tiempo debatiendo sobre la guerra”, describía. Desde hace un par de años comparte protagonismo con la crisis económica, sus causas y posibles soluciones realistas o disparatadas.
“¿Por qué los americanos votaban a Bush?”, pregunta retóricamente alguien en voz alta y enseguida otro responde “porque creen que nunca debes cambiar de caballo en medio del Apocalipsis”. Ahora es Obama la víctima de la afilada hoja de la esgrima verbal una vez pasada la contienda electoral del Reino Unido.
Las proclamas encendidas en torno al Islam, a favor o en contra, son las que más público congregan desde entonces. “En los meses de invierno, Ishmahil Blagrove, un radical, podía juntar a más de doscientas personas durante horas”. La polémica calienta a los asistentes más que unos gruesos guantes de lana.
“A lo largo de los años, hemos observado el cambio de ideas y modas. Hemos visto desaparecer la hostilidad hacia ciertas opiniones y aumentar respecto a otras. Quizá sea éste el espejo más dinámico de la conciencia humana en el mundo”, consideran los creadores de speakerscorner.net, que recoge grabaciones y vídeos de discursos, artículos y la actualidad de este insólito lugar.
En el parque han alzado su voz los defensores de casi todos los ismos: sufragistas, anarquistas, comunistas, socialistas, fascistas, conservadores y, en esta era, representantes improvisados de multitud de religiones. Desde tolerantes y plurales a fanáticos. Un escaparate de ideologías, también de quejas sobre el Gobierno, la asociación de vecinos, el cambio climático o el ocaso de la literatura occidental.
Los más aficionados a proclamar su pensamiento a los cuatro vientos, al parecer, son los varones, atestiguan los responsables de esta web. Calculan que “más del 90% de los oradores habituales son hombres. También más del 60% de turistas y visitantes pertenecen a este sexo. Hablar en público es un formato tradicionalmente masculino. Así pues, el rincón puede parecerse a un club de caballeros extraños”.
Entre estos corrillos, en su día se hicieron un hueco personajes como Marx, Engels y Lenin. Aquí escucharon y compartieron su visión del mundo con sus coetáneos al tiempo que perfeccionaban su dominio del inglés. También ronda el parque la sombra de insignes personajes como William Morris, Benn Tillet y Marcus Garvey. George Orwell destaca entre sus habituales ilustres. Es más, publicó varios artículos sobre la libertad de expresión y salió en defensa de unos jóvenes detenidos mientras repartían pasquines.
Cuenta, además, con su propio fantasma. El cadáver de Oliver Cromwell, político que proclamó la republicana Mancomunidad de Inglaterra, fue exhumado de la abadía de Westminster para someterlo al simbólico castigo de ejecución póstuma un 30 de enero, coincidiendo con la misma fecha en la que Carlos I de Inglaterra fue ajusticiado. Su cuerpo inánime colgó en una jaula de Tyburn hasta que fue decapitado y arrojado a una fosa con el propósito de disuadir a cualquier enemigo de la monarquía. Y, en un país aficionado al ectoplasma a la hora del té, muchos aseguran haber visto al fantasma del noble escuchando las interminables peroratas a lo largo de los últimos siglos.
Como si de una franquicia se tratase, la filosofía del rincón ha viajado hasta Australia, Canadá, Holanda, Singapur o Trinidad y Tobago. Incluso han surgido iniciativas locales en España. Claudia Hempel y Nils Werner recogieron este espíritu en el documental Hyde Park Union.
Sus defensores consideran que el Speakers’ Corner llegó a influir más que el pensamiento surgido de cualquier universidad porque no está limitado por las reglas académicas y, sobre todo, no distingue entre clases sociales. Como escribió el propagandista Leslie James, este espacio representa “el siglo del hombre de la calle”.