Elvira Lindo, la etiqueta imaginaria
Parece que nacemos con una etiqueta imaginaria en el dedo gordo del pie que advierte del defecto que nos amargará la vida y el don que habrá de salvarnos. Así, unos hemos sido traídos al mundo para ser concienzudos, pacientes y formales; otros infelices, como corresponde a un carácter idealista; otros, personas de acción, que serán siempre queridos sin esforzarse y otros vivirán sin dar un palo al agua.
Y del mismo modo que responderemos con obediencia insensata a la descripción que de nosotros hacen nuestros padres, comportándonos fieles al personaje que nos asignaron, viviendo prisioneros de él, anhelaremos la suerte de los otros, la que por no aparecer en nuestra descripción nunca estará a nuestro alcance.
Eso es lo que le ocurre a Antonia, la protagonista de Lo que me queda por vivir, la última novela de Elvira Lindo. Ansía hacerse un lugar en la vida, en una ciudad y en una época de tiempo acelerado, que se presta más a la confusión que a la certeza, sobre todo para alguien que ha tenido la experiencia prematura de la pérdida y de la soledad.
Aunque ha sido considerada una bomba de sentimientos, un lugar de encuentro de emociones atronadoras o un misil descarnado, Lo que me queda por vivir, como el bolero de Omara Portuondo del que toma el nombre, nos muestra la novela más personal, madura y potente de las escritas hasta ahora por Elvira Lindo, en la que desnuda su alma, por que como ella misma afirma, «la voz que cuenta esta historia suena muy parecida a la mía […] pero no se trata, en absoluto, de una confesión”. Por eso parece algo verdadero, ya que el personaje central mantiene un notable parecido con la autora.
A medio camino entre la ficción y sus recuerdos de juventud, que retrata de forma intimista, sincera y melancólica, Elvira Lindo realiza un viaje en el que muestra los sentimientos de desconcierto y confusión que acompañan a cualquier ser humano durante su juventud. Es la crónica de un aprendizaje, un viaje al corazón de una madre que lucha por abrirse hueco en el mundo.
Publicada por Seix Barral, la novela tiene como telón de fondo el convulso y efervescente Madrid de los años ochenta y los vertiginosos cambios que propició la Transición en la sociedad española. Pero no es el Madrid idealizado de La Movida, sino el Madrid claroscuro que lleva Antonia, la protagonista, en los ojos.
Todo empieza con un huevo Kinder en la sesión de un cine de la Gran Vía, la noche de un miércoles cualquiera. Antonia es una madre veinteañera, trabajadora en la radio, que tiene que criar sola a su hijo Gabi después de separarse de su marido. Es una mujer herida, confusa, insegura y perdida que sale del paso de la maternidad sin experiencia, pero con amor; que se salva por la presencia de un hijo muy pequeño que es en todo momento el punto de apoyo, el cómplice, el testigo. Madre e hijo, los dos solos, los dos frágiles cada uno a su manera y los dos destinados a protegerse el uno al otro, para darse un amparo mutuo frente a la hostilidad y a la incertidumbre del mundo exterior.
En ésta, su cuarta novela, Elvira Lindo reconoce haber aparcado el género exclusivamente humorístico por el que es conocida por muchos lectores para adoptar una “ironía más fina que siempre le acompaña por su forma de ser”. Porque para ella, el humor no es una percha, pero en su obra “siempre ha habido un indeleble poso de melancolía”.
La escritora también ha admitido que afrontó este trabajo con mucho miedo y pudor, pero que, poco a poco, reunió «valor» para escribir su obra más personal y autobiográfica. Como la protagonista del libro empezó a trabajar a los 19 años en la radio y poco después se quedó embarazada, por lo que tuvo que mantener un difícil equilibrio entre su profesión y su condición de madre joven.
Hay, además, en la novela un homenaje póstumo de última hora a la madre de Elvira Lindo, que se llamaba como la protagonista. Lindo perdió a su madre a los 16 años, y el sentimiento de orfandad que recorre esta novela recuerda a su madre, que sentía «mucho miedo» por el futuro de su hija pequeña, de carácter «abierto, rebelde y complicado», la misma que luego se convertiría en la escritora admirada por todos.
Hay obras que se imponen a sus autores, y escribirlas ayuda a superar viejas heridas. Lo que me queda por vivir está narrada por alguien que se ha distanciado de lo que cuenta sin rencor ni resentimiento. «No tengo deudas ni acreedores con mi pasado. Las cosas en mi vida han transcurrido así y me han servido para convertirme en lo que soy ahora. No me gusta quejarme, me gusta aprovechar esos momentos para poder escribir sin lamentarme. Si lo he podido escribir es porque estaba en un momento satisfactorio, y, para lo nerviosa que soy, con tendencia a la felicidad y a la melancolía, vivo una época serena».
Nacida en Cádiz hace casi medio siglo, periodismo, literatura y guiones han marcado un currículo cuyos inicios la sitúan a los 19 años en Radio Nacional de España, nada más iniciar la carrera de periodismo. En su formación fue fundamental la escritura de historias, los cuentos cómicos para la radio, a veces representados por ella misma. En esta línea, creó un personaje que poco a poco se fue haciendo muy popular en las ondas: Manolito Gafotas, un niño de un barrio obrero de Madrid, que sonaba a diario en la radio con guiones y la voz de su creadora; luego formó parte como guionista de la plantilla de una de las primeras televisiones privadas.
En 1993 decide dedicarse a escribir. Comienza con el libro Manolito Gafotas con el que se convertiría en gurú de la literatura infantil. A ese libro le seguirán otros cinco más: Pobre Manolito, Cómo molo, Los trapos sucios, Manolito on the road y Yo y el Imbécil, que han sido traducidos a más de 20 idiomas.
Pero ha sido en los últimos años de su carrera literaria cuando ha podido demostrarse que era una escritora con otros registros, con una voz más personal gracias a sus últimas novelas para adultos. En 1998 publica El otro barrio, que se lleva a la gran pantalla dirigida por Salvador García Ruiz. Ese mismo año comienza a publicar artículos de opinión que, recopilados en el volumen Tinto de verano, fueron el germen de un estilo literario tan personal como exitoso. Hasta que decidió que tenía que separarse de todo lo que había conseguido y publica obras como Algo más inesperado que la muerte (2002) y Una palabra tuya (2005).
Desea Elvira Lindo que le queden más libros por escribir, tener una vida serena, que a sus hijos les vaya bien y ayudarles en lo posible; espera estar tan viva siempre como ahora, divertirse, patear las calles, conservar a sus amigos, hacer amigos nuevos… Y además, está planeando una novela de suspense cómico, porque no siente que haya conseguido nada, porque le gusta vivir la vida como si le quedara toda por delante.
Si es así, hay que ver lo que le queda por vivir.
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Elvira Lindo estará en Bancaja-Fundación Caja Castellón los días 19 y 20 de marzo de 2011, en el marco de los ciclos de charlas-coloquio «Condición Literal» y «Un encuentro de estudiantes».
Estimado Llopico: El inicio de tu artículo me transporta mentalmente a uno de esos capítulos de C.S.I. en los que los cadáveres se muestran crudamente al espectador (con etiquetas en los pies). Es sábado, el día por excelencia de las divagaciones.
En fin, Llopico, quería saber si el libro te ha gustado. Eso es lo que me queda por saber. La novela de Elvi es sincera ¿por? ¿Cómo se puede llegar a saber si una novela es sincera?
Saludos cordiales,
Marina