Tres pensamientos: Sobre `Prisiones terrestres´, de Nicolás Correa.

Por Fernando Lozano.

Pienso en Nicolás Raúl Correa y me detengo en sus tres libros de cuentos: Made in China (2007), Engranajes de sangre (2008) y Prisiones terrestres (2010). Pero no me estanco, no me es posible, ya que el carácter conceptual del conjunto me figura un vaivén perfecto: personajes, situaciones, espacios, tonos, dialéctica y voces que se esquivan, se chocan, se pierden y se vuelven a encontrar.
Nicolás Raúl Correa consigue que la totalidad de los relatos tengan una continuidad discontinuada tanto en el tiempo como en el espacio, ya que pueden ser abordados solos o en conjunto: cuentos que no son episodios de un todo novelístico, pero que nos guiñan el ojo para que lo supongamos.
Pienso en “Prisiones terrestres” y automáticamente lo catalogo, es necesario: literatura adulta masculina argentina. ¿Por qué adulta? Porque en ese mundo y en ese nivel, simple y pesado, a la vez, se manejan los personajes; porque el tiempo de los cuentos, veloces en sí, está felizmente estancado en uno concreto que no acepta una lectura encerrada en preconceptos biográficos; porque el autor es preciso, cortante, filoso: la palabra justa en el momento justo, rasgo de madurez. ¿Por qué masculina? Porque están presentes viejos y respetuosos códigos de caballerosidad hoy tan perdidos en la narración; porque las características del varón como sinónimo de animal salvaje frente al doméstico están latentes en la violencia y la falta de dolor que recorren los cuentos; porque los mundos narrados son patriarcales: multitud de hombres supuestamente omnipotentes e independientes que, sin embargo, caen en las redes de la siempre presente figura edípica. ¿Por qué argentina? Porque subyace la necesidad de demostrar la naturaleza enfrentada en binomios de lo propio, reflejada en el ser y el pertenecer, el estar dentro o fuera, de los límites y los excesos; porque el conjunto se asemeja a las letras del folklore y a las de los inicios del tango canción, ese compendio de sufrimientos cotidianos que no se pueden eludir, que no se pueden reparar, que se tienen que aceptar, que se tienen que vivir; porque es fácil reconocer la raíz cosmopolita del cuento, tan cercana a nuestro ser nacional: Borges y Quiroga, pero también Hemingway y Poe, espejos en los que Correa se refleja de una manera poco narcisista.
Pienso en Rosas Gamarra, protagonista de gran parte de los cuentos de `Prisiones terrestres´, y diviso un futuro compartido: a la par del personaje, el autor puede y debe ser más explorado, se debe sacarle el jugo, porque, frente a nosotros, se abre un camino lleno de gratas expectativas.

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