La voz cultural en el Ágora América Latina
Preparada para un diálogo sin restricciones, como me habían anunciado, me siento ayer por la mañana entre gestores culturales, artistas, dramaturgos, escritores y periodistas en la Biblioteca Nacional para participar en la mesa de debate ‘Voz cultural’. Una de las cuatro mesas, junto con la política, social y económica, en la que se da voz a los representantes culturales en Ágora América Latina. Cambio social, libertad, lectores, vacas sagradas, participación, boom… son palabras que flotan en el aire y que bullen en las cabezas de los presentes durante las tres horas de debate y encuentro.
Santiago Roncagliolo inaugura el debate perfilando el marco histórico en el que se mueve el escritor de América Latina, después de Rubén Darío, de la visibilidad del Boom… “Hoy en día mejor ser mujer palestina que escritor latinoamericano”. Habla de redefinir el papel del escritor en América Latina en los 90, de un presente de confusión total. Y lanza preguntas a los presentes: ¿qué toman los escritores de la sociedad?, ¿cómo promover el cambio social desde la cultura?, ¿en qué medida es útil la cultura y que puede hacer por la sociedad?… Preguntas que flotan como ladrillos en el aire de la sala.
Luego le toca el turno a Litz Alonso, directora de la Compañía de danza cubana, que derrocha también entusiasmo por todos sus poros. Una escuela independiente que empezó con 20 alumnos y ahora recorre el mundo entero. Una escuela creada con esfuerzo: “Para llegar al objetivo trazado hay que sortear obstáculos”. Ferviente creyente en el poder de la educación artística recuerda a Martí “todo hombre tiene derecho a que se le eduqué y después debe contribuir a la educación de los demás”. Formar artísticamente a alguien es “una educación para la vida”.
Leonardo Padura, escritor cubano de novela policiaca, traza un brillante esbozo de la crisis cultural en su país y como de ese caos nace un espacio de libertad cultural al margen del Estado. Tras un breve recorrido por la novela policiaca cubana y latinoamericana Padura aduce su interés más que por los esquemas policiales por “esa cualidad de la novela policiaca para reflejar la sociedad de su época”.
Mauricio Pestana, humorista gráfico brasileño y director de la revista Raça, cuenta ante los ojos interesados de los asistentes el poder los libros y los “cartoons” durante las épocas de miedo y dictadura de su país para reivindicar, para luchar por los derechos humanos y las minorías de Brasil.
Habla la escritora cubana Wendy Guerra y parece que por un momento un pájaro volatil se desplaza por el cielo de la sala para perderse de nuevo en el horizonte. Mi “no experiencia” en un país en el que “no existo”, sus diarios, su vida, su yo ausente y presente…
Tras ella vuelven las palabras cercanas con el testimonio de César Zaldivar, fotógrafo, que cuenta su experiencia como artista “casi un apostolado” que le ha permitido reflexionar sobre temas candentes para la sociedad como Ciudad Juárez o la vida rural de México.
Toca el turno al arte y la directora del Museo de Antioquía, Lucía González, ofrece para recetas para combatir la violencia, la exclusión o la pobreza desde la cultura, ya sea danza, música, literatura… “El malestar se refleja en la cultura y la transformación puede venir por lo cultural”. Establecer diálogos interculturales creando museos en lugares de conflicto, intercambios, “construir modelos de liderazgo diferentes al sicariato”, reconciliación, memoria, valoración de lo propio…
Luego Fiorella Resenterra, cuenta su experiencia en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de Costa Rica que ha logrado “romper las fronteras”, fomentar artistas emergentes menores de 30 años, intentar cambiar la idea del museo y lograr que se comunique con la sociedad. Ideas que fomentan el debate en la mesa sobre la conveniencia o no de abandonar el elitismo artístico que rodea los museos, sobre hasta dónde se puede sociabilizar la cultura, la diferencia entre hacerla accesible y vulgarizarla…
Jorge Volpi, novelista mexicano y director del televisivo Canal 22, cuenta su experiencia con los escritores de su generación como García Márquez, Cortázar, Borges, de esa obligación que tenía el escritor de acercarse al Boom. También su visión personal de que lo latinoamericano se ha ido desvaneciendo… “El Nobel a Vargas Llosa completa un ciclo y se convierte en un instrumento de interés sociológico”. También cuenta como él llegó a la literatura a través de la televisión “mi madre era aficionada a series de misterio y eso me animó a leer a Poe y me convirtió en lector”. Habla también de ese intento en el Canal 22 de formación del público, a través de los recursos de la televisión comercial tales como un programa de cultura juvenil urbana, un reality show de ópera, un programa de poesía… Por segunda vez me pregunto si esto sería posible en España, si no se le habrá ocurrido a alguna mente preclara harta de grandes hermanos y operaciones triunfo…
También interesante la visión de la dramaturga Fernanda García Lao que habla de una narrativa la argentina que “se nutre de sí misma, que no mira para fuera, en una búsqueda permanente de un lugar que ahora puede ser Internet”. Cambios, participación entre diferentes disciplinas, otra manera de crear cultura.
Por último y como broche de oro la experiencia de Olga Sinclair, artista panameña que cita a Aznavour “la función del artista es ser el farmaceuta de las almas”. No apartarse del público, no ser una vaca sagrada y crear proyectos como el de su Fundación en el que se crean talleres para niños de acercamiento al arte y la música clásica porque “el niño que agarra un pincel o un lápiz nunca va a tocar un arma”.
Salgo de esta mesa redonda pensando en todas estas experiencias, estos proyectos para acercar la sociedad y la cultura, para darles alas y aire y también pienso en la necesidad de concretarlos en compromisos y en darles forma y vida en las calles, en las mentes y en las lecturas de los niños y los jóvenes.
Por la tarde se lee como colofón al evento la Declaración del Prado en el que las cien voces de Ágora, América Latina se reúnen por un compromiso común: la lucha contra la desigualdad. Un paso más.