Fotografía, adolescencia y censura
Por Julie Delabarre.
Kiss the past hello, la retrospectiva dedicada al controvertido fotógrafo y cineasta americano Larry Clark (1943, Tulsa) en el Museo de Arte Moderno de Paris ni siquiera ha empezado pero ya hace hablar de sí en Francia. La decisión del ayuntamiento de Paris de declarar la exposición, que empezará el 8 de octubre hasta el 2 de enero, no apta a los menores de 18 años y la elección de editar el catalogo de la exposición en Londres para evitar “problemas” a la editorial ha desencadenado una gran polémica acerca del acceso al publico a ciertas obras y de la política de los museos públicos franceses cuando se trata de temas tan sensibles como la representación de la infancia y la adolescencia.
Las aproximaciones a la pérdida de la inocencia en la fotografía y el cine siempre han dado lugar a polémicas apasionadas, a debates que se van por todos lados: moral, política, enfermedad… perdiendo de vista el trabajo del fotógrafo, sacándolo del contexto de su realización, de su razonamiento para justificar argumentos morales. Que nos gusten o no las fotografías de Larry Clark, siempre nos gusta juzgar, pero en el fondo, ¿de qué hablamos cuando hablamos de sus fotografías?
¿Una cuestión de edad?
Larry Clark, hijo de una fotógrafa ambulante que iba a casa de sus clientes a fotografiar a los recién nacidos, siempre trabajó sobre la adolescencia, sus problemas y su violencia. Empezando por la suya. Las fotografías que componen la serie Tulsa, realizada entre 1963 y 1971, son retratos de su círculo íntimo de amigos. Larry Clark tenía unos veinte años al fotografiar el día a día de sus amigos drogadictos, un día a día que era el suyo, ya que también se drogaba, odiaba al mundo, tenía sus problemas familiares y mataba al aburrimiento como podía. Un mundo de frustración y de ira adolescente que determinará todo su trabajo.
En Teenage Lust, editado en 1983, Clark sigue fotografiando el consumo de drogas, el sexo, la prostitución. Ya no aparecen sus amigos en las fotos. Él tiene ya más de treinta años pero los adolescentes siguen adolescentes, son otros pero la destrucción sigue siendo la misma. De hecho, es una serie más explicita, con mucho más sexo que Tulsa. Teenage Lust será la serie que abrirá el fuego de las críticas más agudas y una serie de adjetivos que le seguirán hasta hoy: perverso, enfermizo, pederasta, fetichista…
Es bastante relevante notar que las críticas empezaron a ser más y más violentas a partir de Teenage Lust. Las dos series, obviamente, no desencadenaron las mismas polémicas.
Lo que chocó al publicar Tulsa, no fue tanto el tema del voyeurismo. La novedad de la obra de Larry Clark era este punto de vista tan sincero, tan crudo sobre la realidad adolescente y sobre todo, la manera de representar sus derivas. Los yonkis de Larry Clark salen guapos, bien peinados, casi elegantes, no necesariamente pobres, contrastando con las imágenes de miseria asociadas al mundo de la droga que se publicaban en los periódicos de la época para disuadir a la juventud de consumir. Los ojos de Larry Clark, totalmente metidos en el ámbito que fotografiaba, consiguieron entregar otro tipo de representación del mundo de la autodestrucción, sin ser menos violentas.
Teenage Lust supuso otro problema. Aunque entre tanto, la estética cruda de Clark se hizo más común en el fotoperiodismo y sobre todo en las galerías de arte, la polémica ya no se centraba en una representación novedosa y realista del consumo juvenil de drogas que se interpretó a veces como una apología. Larry Clark siguió trabajando sobre una juventud a la que ya no pertenecía, en un enfoque claramente más sexual.
Parece que cualquier aproximación “cruda” a temas tabúes como la sexualidad adolescente necesita justificaciones y explicaciones para que uno no sea tachado enseguida de pedófilo y las de Larry Clark dicen todo y nada. Declaraba en una entrevista al periódico francés Libération en 1992 respecto a su obsesión con el mundo adolescente y la necesidad terapéutica de hacer estas fotografías: “Eso que siento por ellos es menos un deseo de ellos que un deseo de ser ellos”. En 2005 declaró al New York Magazine que su propósito derivaba más bien del “comentario social”.
Se podrá hablar de contradicciones entre hacer fotografía como una terapia y denunciar un problema social mediante ella. No es necesariamente incompatible y es lo que nos dice la obra fotográfica de Larry Clark. La recurrencia del tema de la adolescencia en sus fotografías y películas denota obviamente una necesidad de expulsar algún malestar, algo que quedó en él sin resolver durante años, pero ese malestar que sentimos al observar ciertas fotografías suyas valen miles de terapias y discursos sociales. ¿Quién se queda indiferente al ver una adolescente embarazada hacerse un shoot de heroína o un joven fingiendo una felación a un arma? Hace mucho tiempo que la inocencia de estos jóvenes estalló en pedazos. Lo único, es que hasta que gente como Larry Clark nos lo escupe a la cara, no lo queremos ver. Y lo peor es que alguien podría llegar hoy y hacer estas fotos a su manera, porque si Larry Clark tiene hoy en día 63 años, la juventud sigue igual y seguirá siéndolo…
Los limites del fotógrafo y la utilidad de la fotografía.
Además de la diferencia de edad entre el fotógrafo y sus sujetos, a Clark se le reprochó mucho el hecho de estar allí haciendo fotografías mientras que los jóvenes se picaban, follaban, peleaban, no hacer nada más que fotografiar, sin “ayudar”. Y peor, fotografías destinadas a acabar en galerías de arte, no en reportajes sobre la juventud o de enfoque pedagógico, moral. Se plantea otra vez la eterna problemática de la utilidad del arte, hasta donde se puede ir en el realismo, en la estética de la decadencia, tanto en la fotografía misma como en la postura del fotógrafo. Una postura denunciada como perversa, que podría pervertir a los jóvenes que mirarían sus fotografías.
Sí, Larry Clark ha ido muy lejos. Penetrar en un ámbito íntimo y pasar un limite socialmente aceptable, pero otra vez, ¿quién se siente incomodo? ¿Y por qué? Más bien el espectador que el artista o los jóvenes retratados. Las fotografías de Larry Clark generan malestar, nos ponen en la situación donde él estaba, situación donde no queremos estar. Nos mete en un ámbito privado que no queremos ver porque destruye la supuesta idea de inocencia infantil tal como la quiere nuestra sociedad, como le gustaría que fuese. Gritos e indignación de los censores, buenas intenciones y bonitos valores morales, pero un tanto improductivos y desconectado de un realidad no tan bonita… Vale preguntarse donde está el desfase más grande: entre la postura como fotógrafo de Larry Clark y lo que nos enseña, o entre lo que quiere nuestra sociedad y los medios que emplea para conseguirlo.
Políticas de museos y viejo, muy viejo orden.
Al recibir la retrospectiva de Larry Clark, los organizadores no pudieron olvidar el caso de la exposición Présumés Innocents en el CAPC de Burdeos, que trataba de la infancia en el arte contemporáneo y cuyo curador y director fueron denunciados por asociaciones de lucha contra la pedofilia por presentar imágenes de menores de carácter degradante e incluso pornográfico.
El Ayuntamiento de Paris, de antemano, con el riesgo de verse denunciado o que se prohíba la exposición por completo, prefirió restringir Kiss the past hello a los menores de 18 años. Si en 1992, la primera exposición de Larry Clark no había supuesto ningún problema, parece que los tiempos han cambiado. ¿O será el giro particularmente conservador que está tomando Francia últimamente? Kiss the past hello estuvo todo el verano en Berlín sin restricción… Igualmente, hace 10 años, Présumés Innocents estuvo en Nueva York sin problemas tampoco.
Me parece muy triste, aunque entendible, que un museo público se tenga que autocensurar para poder mantener una exposición sin ser denunciado por las asociaciones de padres, las asociaciones católicas o de protección de la infancia. Larry Clark retrata la violencia adolescente y es precisamente a ellos que se prohíbe la entrada. Aquí la voluntad de proteger se convierte en un paternalismo de otros tiempos.
Una prohibición fuera de su tiempo ya que los adolescentes podrán perfectamente buscar las fotografías de Larry Clark en internet, verlas sin tener la guía útil que es la exposición y tomándolas si quieren como una inútil polémica se les ha vendido: una obra perversa. Irónicamente, las fotografías de Larry Clark serían menos “peligrosas” (si peligro hay) y mucho más pedagógicas en visitas que se hubieran podido preparar entre el museo y los institutos, por ejemplo.
Según los medios franceses, Larry Clark se río al enterarse de la restricción. Como bien declaraba en su entrevista al New York Magazine: “Vale, tienes razón. Me llamo a mi mismo un moralista y mis amigos se mueren de la risa. ¡Pero es verdad! Mira mi trabajo- Todo el mundo siempre comenta la foto en Tulsa de la chica embarazada picándose como si fuera explotador. ¡Mira la foto siguiente! Es un funeral. De un bebe muerto. Siempre intento llegar a las consecuencias de las acciones. El punto son las consecuencias.” Eso. Las consecuencias….
Genial y muy interesante el artículo. Cuando esté por París no dudes que iré a ver esta expo.
Excelente artículo, interesante y preciso.