El día que me emborraché con Peter O´Toole
Por Ignacio del Valle.
No cambiaría la felicidad por lo que soy. Es lo que bien podría decir
Gay Talese, el autor de Retratos y encuentros, un tipo comprometido
con su oficio, que es el de observar la vida, contar las historias que
ve. Cofundador del Nuevo Periodismo, que yo creo que no es más que el
periodismo de siempre, o sea, el bien hecho, Gay Talese, ese señor
anacrónico y distinguido que sólo lleva trajes a medida -ese aire de
Madmen, pañuelo de seda, zapatos exquisitos, chaleco ajustado…-,
escribió con igual esmero de Joe DiMaggio que de un obrero, con la
misma escrupulosidad de Frank Sinatra que de un periodista de
obituarios del New York Times. Escribir sobre Obama es muy fácil,
explica, porque el personaje es apasionante. Pero ahí no hay desafío.
El verdadero reto es conseguir que un desconocido, por ejemplo, el
doble de Brad Pitt, se convierta en un personaje interesante gracias a
tu pluma. Riguroso, metódico, con un olfato afinadísimo para los
pequeños detalles que hacen grandes las historias, este artesano busca
de continuo los ángulos inexplorados, el coro de voces que le ayuda a
completar su cuento con calidad, precisión y veracidad. Se habla mucho
de su reportaje Frank Sinatra está resfriado, considerada la mejor
crónica publicada en la revista Squire, pero a mí me fascinó mucho más
la dedicada a Floyd Paterson, ese personaje entrañable por marciano,
que sin haber leído un libro le cuenta a Talese como a una cámara que
los escritores no tienen nada para él porque ninguno ha sentido más
hondo de lo que él ha sentido sobre el ring o que le explica como un
poeta homérico la dulce sensación que se experimenta cuando te
noquean. Y por encima incluso está el maravilloso reportaje sobre
Peter O´Toole, todo talento, alcohol y confusión, que siempre compra
el mismo libro, Moby Dick, y únicamente lee el mismo sermón de la
novela: y si obedecemos a Dios tenemos que desobedecernos a nosotros
mismos. Una galería de personas y personajes, el despistado Joe Louis,
el efervescente Ali, los empleados del Vogue, el mesiánico Castro…
todos se pasean por sus páginas como bajo una lente de aumento y son
perfectamente definidos por un botón mal abrochado o una mirada a
destiempo. Pero de todos, me quedo de nuevo con el hermoso y lánguido
O´Toole y su particular credo recitado al calor de un buen whisky en
las barras de Dublín: opto por no ser un hombre común… es mi derecho
ser singular… busco la oportunidad, no la seguridad… quiero correr el
riesgo intencionado… soñar y construir, fracasar y triunfar… negarme a
cambiar el incentivo por un nimio subsidio… prefiero los retos de la
vida a una existencia asegurada, la emoción de realizar una ambición a
la calma sosa de la utopía…