La libertad de expresión en la prensa española: un debate actual y polémico
Por Johari Gautier Carmona.
En una época en el que se exige transparencia e información, la libertad de expresión es fundamental. Más todavía en un estado democrático como España. Pero, ¿realmente existe una libertad de expresión en este país? Estas ideas han sido sublevadas en un debate organizado por la revista anglófona Metropolitan-Barcelona con invitados de diversos medios. Entre ellos, destacamos a los españoles Silvia Heras (TV3) y Xavier Mas de Xaxàs (La Vanguardia) pero también otros corresponsales de periódicos internacionales como Stephen Burgen (The Guardian) o Justin Webster (colaborador de The Independent).
Interferencias políticas y dependencia económica
Xavier Mas de Xaxás compara su experiencia en Cataluña de más de 20 años con la que tuvo en Washington DC (de 6 años) y considera que el contraste es abrumador. “En Washington, podía llamar la Casa Blanca y preguntar por informes o datos y estaba seguro que en el mismo día recibía una respuesta del personal. Sin embargo, trabajando aquí, en La Vanguardia, llamaba al ayuntamiento durante una semana sin tener una sola contestación”. Con una sorprendente claridad, el reportero nos explica que la administración encubre toda la información en la medida de lo posible. “Por eso, es un trabajo enorme el que tienen que hacer los periodistas cada día en esta ciudad”.
La relación entre los periódicos y las organizaciones políticas o empresas privadas es muy difícil. Pero, ¿por qué? Xavier Mas de Xaxás formula esta pregunta con algo de ironía antes de aludir a la abundante competencia entre los periódicos de Cataluña que, según él, no deja de ser un mercado muy pequeño. Los periódicos dependen mucho de los organismos públicos y de las inevitables subvenciones para sobrevivir. Reciben dinero para reducir los gastos en papel, para editar en catalán y otras promociones públicas. Todo esto genera una relación especial entre el gerente del periódico y los representantes de la administración pública. El dueño sabe que depende de ella y no tomará la vía del enfrentamiento para no amenazar sus ingresos. Llámese matrimonio de conveniencia o relación interesada. “La situación está peor que hace veinticinco años porque, cuando murió Franco, tuvimos un increíble periodo con mucha libertad de prensa. Las instituciones políticas eran más débiles en aquel entonces y, por lo tanto, había espacio para informar y la gente podía cubrir eventos con más independencia”. Según el periodista catalán, este periodo de esplendor del periodismo español se comprobó en los 4 años que siguieron la muerte de Franco pero, luego, en torno al año 1981-82, todo esto se desmoronó. “Desde entonces, no ha habido ningún empresario con suficiente dinero para enfrentarse a las fuerzas públicas y explicar lo que ocurre sin interferencias”, comenta Xavier Mas.
Pese a su pesimismo, el periodista considera que hay un espacio para la libertad en Cataluña pero es lejano de los objetivos políticos de cada periódico. “No puedes tocar al Barça o Convergencia y Unió si trabajas para La Vanguardia y en el Periódico, no se puede decir nada en contra del Ayuntamiento”.
El sector público y la audiencia
En el departamento internacional en el que trabaja, Silvia Heras no ha conocido grandes limitaciones. La periodista de TV3 nos explica que no tiene ningún problema con lo que puede decir o no. “Siempre podemos elegir nuestras historias y hacerlo del modo que queremos hacerlo. Cuando hablamos de otros países y dices cosas que no tienen que ver con los poderes establecidos, no tienes problemas”. No obstante, Silvia reconoce que muchos de sus compañeros que fueron a Kuwait para cubrir la ocupación de Irak le contaron sus dificultades para difundir sus noticias. Aparentemente, no gustaban al gobierno de Madrid en funciones.
Más allá del contexto internacional, el panorama es distinto. La libertad que conoce Silvia Heras no la conocen sus compañeros que trabajan en las secciones de Sociedad o Política porque reciben miles de llamadas de políticos, dueños de bancos o sindicatos. “Como el medio en el que trabajo es público, todos [los interlocutores] tienden a pensar que les pertenecemos y que tienen el derecho a ganarse un espacio en el medio”. Asimismo, la periodista catalana nos explica que sus compañeros deben aguantar mucha presión y producir un esfuerzo muy grande para escribir sus artículos. Ante esa notable influencia, no le extraña que los periodistas apliquen la auto-censura por miedo a las repercusiones (el miedo a ser rechazado o eludido de próximos asuntos). Sin embargo, poniendo de lado esta crítica, Silvia considera que los medios públicos son mucho más libres que los privados. “No dependemos de los intereses económicos –nos explica ella–. El sector privado en España se dedica a sus dueños, tiene intenciones políticas. Nosotros somos más equitativos”. También aclara que su medio no depende tanto de la audiencia, algo que contrasta enormemente con los medios privados. Eso permite que programas no tan sensacionalistas o llamativos perduren por cuestiones de interés público o razones cualitativas. “Si eres un medio público y haces un show que no funciona muy bien, puedes ser un poco más paciente pero, en cambio, los medios privados son muy contundentes. Cada día a las 9 de la mañana, todas las teles tienen su listado de audiencias para comprobar lo que ha funcionado o no el día anterior. Lo que no funciona desaparece inmediatamente”.
Bloques electorales y otros nuevos prácticas políticas
Algo que Silvia Heras y Xavier Mas Xaxás consideran un gran obstáculo a la libre expresión son los bloques electorales. Este asunto vuelve con frecuencia y se refiere al tiempo impuesto durante las campañas electorales a los medios de comunicación para hablar de cada fuerza política. La ley determina un espacio de tiempo por partido que depende del resultado que ha tenido en las últimas elecciones, llegando a veces a situaciones absurdas que van en contra de la libre información. “Ahora que entramos en un periodo de campaña electoral –comenta Silvia–, no podemos decidir de lo que queremos hablar. No podemos decidir si un tema es más interesante que otro. Tenemos que usar un cronómetro y calcular: 2 minutos para CIU, 2 para PSC…, y para otros partidos menos representativos es ridículo porque sólo les podemos conceder 15 segundos”. Un espacio de diez a quince segundos sólo permite formular una breve frase para ubicar al espectador, nos explica la periodista, aunque el partido en cuestión tenga una propuesta interesante, una denuncia legítima o algo nuevo que anunciar. “Creo que es anti-periodístico y anti-democrático. Esto debería cambiar pero depende de los políticos y, si no los escuchamos, nos llevan a juicio”, añade ella.
Otro problema que destaca Silvia con algo de indignación son los videos o imágenes que los partidos políticos entregan a los medios de comunicación. Gran parte de los canales privados usan estos documentos porque resultan mucho más baratos que una propia grabación pero, en ellos, a menudo se distorsiona la realidad (con ángulos estudiados para esconder la poca afluencia de público o retoques para borrar errores indeseados). “Los medios públicos tratamos de sacar nuestras propias imágenes para evitar manipulaciones”, añade la reportera antes de apuntar otra tendencia preocupante: las conferencias políticas sin preguntas. Esta es otra práctica en desarrollo, una moda que seduce cada vez más partidos, y que, según ella, va en contra de la democracia. “Deberíamos detener estas prácticas de algún modo. Una persona que sale en una conferencia para decir lo que quiere y desaparecer sin poder hacerle preguntas, es otra vez: anti-periodismo”.
El punto de vista de periodistas internacionales
No podemos quedar indiferentes a la opinión de los periodistas extranjeros residentes en España. Ellos son, quizás, las voces más críticas y objetivas en un sector que siempre combina ideas e intereses económicos. En esta perspectiva, la experiencia de Justin Webster, un periodista independiente basado en Barcelona que colaboró con el periódico The Independent, es particularmente interesante. Desde su punto de vista, la prensa libre se basa en simples ideas como el interés público, la independencia o la denuncia de conflictos de interés pero, cuando hablamos de España, él ha notado que estos principios no son perseguidos con seriedad. “Oigo muchas veces, cuando propongo una idea de investigación atrevida o difícil, que esto va a ser imposible. La gente se apresura en contestar que la persona con quien quieres hablar no hablará nunca o que la información nunca saldrá a la luz”. El derrotismo es un elemento constante en el paisaje periodístico español y, según Justin Webster, esto es posiblemente debido a experiencias complicadas. “Muchos periodistas consideran que no sirve de nada intentarlo”, comenta él.
Por otro lado, el periodista británico recuerda cómo, antes de las Olimpiadas en Barcelona, en una conferencia internacional, Jordi Pujol pronunció una frase ahora célebre: “Avui no toca” (hoy no toca), que marcó una tendencia inquietante. “Hemos llegado a la situación en la que no se permiten las preguntas”, expresa Justin con sarcasmo. Las conferencias en las que las preguntas son proscritas son evidentemente un ataque al libre periodismo, de eso no cabe duda, pero también hay otro grave problema sobre el cual todos los periodistas parecen estar de acuerdo: la politización de los medios de comunicación ha llegado a un nivel terrífico en España. “No hay voces con la suficiente credibilidad para proporcionar información que todo el mundo pueda aceptar [indiferentemente de su partido político]”, concluye un Justin perplejo.
En cuanto a críticas se refiere, Stephen Burgen, un corresponsal del periódico británico The Guardian erradicado en Barcelona, es posiblemente el más irreverente y directo de todos los periodistas invitados. Antes de entrar en la parte más caliente de su discurso, el periodista inglés recuerda que los fundamentos de la prensa (considerando la carta de la BBC) son informar, educar y entretener. Servir el interés público es esencial y esto significa formular preguntas. Preguntas abiertas y también preguntas que ofenden nuestros amigos, los compañeros o los que nos pagan. En otras palabras, los periodistas han de ser los defensores de la democracia. “Sólo votamos cada cuatro o cinco años –comenta Sephen–, y entre cada elección es parte de nuestro trabajo mantener un ojo abierto sobre la gente que ha sido elegida. ¿Siguen cumpliendo sus promesas? ¿Dicen la verdad o medias verdades?”. El periodista considera que los políticos españoles lo tienen muy fácil: sus informes no son analizados, ni tampoco escrutados, y, si lo son sólo es por alguien que pertenece a la oposición (y por eso, esa información es inservible). No existen testigos expertos e independientes.
Además, Stephen Burgen subraya que, en términos generales, la prensa española no investiga lo suficiente. Todos los últimos escándalos han sido descubiertos por la policía. “Considero que el periodismo de investigación es casi inexistente en este país. El caso de Millet en Barcelona es un perfecto ejemplo: es imposible creer que nadie en la prensa catalana se haya dado cuenta que este hombre ha estado timándonos durante casi 30 años”. ¿Y ahora que todo está destapado por qué no se le investiga?”. Sobre este punto concreto, las opiniones divergen pero Stephen ve claramente que la prensa espera a que los consultores de Deloitte divulguen un informe o que la policía diga algo. Según el periodista británico, el caso no se está investigando porque la prensa catalana está asustada de dañar la imagen de su clase política (esencialmente CIU).
“Hay momentos en los que hay que decir no. Por ejemplo, en temas de gasto público, el parlamento no está autorizado de saber cuántos millones Carod Rovira ha gastado estableciendo embajadas alrededor del mundo, en las ciudades más caras del planeta, por miedo a que Madrid use este argumento para criticar Cataluña. Esto es totalmente deshonesto y anti democrático”. Tras esa serie de declaraciones tormentosas, Stephen vuelve a tomar un tono quedo. Ahora es el momento de concluir y adoptar una postura más comprensiva. El periodista inglés entiende que la prensa española, en un contexto de joven democracia, tenga dificultades en enfrentarse con ciertos temas. También apunta al viejo fantasma de la dictadura pero luego declara que esta excusa ya tiene más de 35 años. Entonces, acaba su análisis con unas palabras que no dejan indiferentes: la democracia española es lo suficientemente fuerte para atreverse a cuestionarse pero parte del problema reside en si la verdad es realmente valorada.
Muy, muy bueno. Felicidades, Johari, y gracias.