La rumorología como comunicación
Por Juana Vázquez.
Hace poco, D. Antonio Núñez, estratega de comunicación, publicaba en El País un interesante artículo sobre la influencia de los rumores y la comunicación informal en la imagen de un país y en la valoración que de él hacen los mercados internacionales. Basta releer la prensa de días y meses pasados para constatar la realidad de esa afirmación y calcular el sobrecoste que para el Tesoro Español han supuesto los rumores de los medios, principalmente anglosajones y alemanes.
Es interesante analizar el proceso de creación, difusión y consolidación de los rumores, que es más complejo y menos inocente que su “origen gracias a las especulaciones individuales con la ayuda de las nuevas tecnologías de la comunicación”, como defiende, D. Antonio Núñez.
Los rumores, como los mitos y las leyendas, suelen tener una base real y a través de un proceso de comunicación, simplificación y repetición acaban convirtiéndose en la verdad generalmente aceptada sobretodo por aquellos que por falta de formación, tiempo o espíritu crítico no son capaces de elaborar un discurso propio. Si la idea de que el gobierno carece de un plan económico coherente y estructuradota se ha convertido en un una verdad generalmente aceptada por legos y expertos, se debe a que en su momentos tardó en admitir la existencia de la crisis y se tomaron medidas que se han mostrado inadecuadas. De nada sirve explicar que los cambios de rumbo han sido motivados en parte por la adaptación a una crisis cambiante o que en la actualidad las líneas de actuación están claras. La “ verdad” ya está en la calle.
También los errores de comunicación fomentan la rumorología. Hay que tener claro qué información se trasmite, cuándo se transmite, quién la transmite y cómo lo hace. Los ejemplos para ilustrar los errores de comunicación del gobierno son numerosos pero me centraré en el más evidente, aunque sea menos actual, pues contiene todos los elementos para propiciar la rumorología. El Presidente del Gobierno anuncia que posiblemente habrá más dinero para obras públicas sin precisar cuanto, cuando ni cómo se financiará. El efecto inmediato es la subida del diferencial del bono español. Para acabarlo de arreglar se anuncia y se suspende una reunión con la patronal de las empresas de obras públicas, el Ministro de Fomento- confundiendo quizás sus papeles en el partido y el gobierno- propugna una subida de impuestos que la Ministra de Hacienda niega. Finalmente ambos se reúnen, se fija una cantidad y se indica cómo se financiará. He aquí cómo una noticia positiva, setecientos millones de euros para obras públicas, se convierte en un ejemplo de descoordinación. La noticia se comunicó antes de tiempo, incompleta, por persona inadecuada, reforzando así la imagen, ya creada, de improvisación y descoordinación. No es conveniente mostrar las cartas antes de tiempo o vender la piel del oso antes de cazarlo. Los escritores sabemos bien en que momento del relato hay que descubrir la trama.Vemos así que una comunicación errónea puede ser tan perjudicial para la imagen como una equivocación real.
Pero quizás el factor más importante y el menos inocente, en la creación de rumores con el fin de configurar una determinada imagen política, económica, etc., son los sujetos interesados en modificarlas en una dirección determinada. Los grupos económicos nacionales o extranjeros, los partidos políticos o los estados con intereses contrapuestos, manejan la información de acuerdo a su conveniencia utilizando para ello tanto medios tradicionales: prensa, radio y televisión, como las nuevas tecnologías: redes sociales, blogs, foros, etc.
No creo que las nuevas tecnologías de la comunicación sean capaces de crear o modificar una imagen como suma de las especulaciones individuales sino más bien son un nuevo elemento de creación de la opinión pública muy potente y rápido que, al igual que los medios tradicionales es utilizado en función de unos intereses para conseguir unos fines. Difícilmente, un individuo sin una formación específica, por ejemplo en economía, puede formarse una opinión propia sobre temas tan técnicos como los que cada día, relacionados con la crisis económica, ocupan las páginas de los periódicos o los tiempos de telediarios. Son los grandes medios de creación de opinión los que lanzan la información debidamente seleccionada, simplificada y a veces claramente manipulada según su ideología o sus intereses, convirtiéndola así en un mensaje claro y simple, que parece capaz de explicar una realidad necesariamente mucho más compleja. Esto es así por lo menos desde la revolución industrial y la extensión de la alfabetización. Las nuevas tecnologías de la comunicación, sin embargo, han propiciado la aparición de creadores de opinión que, amparados en el anonimato de la red, difunden informaciones sin verificar.
Ante esto ¿Qué puede hacer un estado, una organización social o una empresa para potenciar su imagen y preservarla? En primer lugar, ser coherente, tener objetivos claros, planes conocidos y una gestión eficaz. En segundo lugar una política de comunicación coordinada, proporcionando la información completa en el momento justo, por la persona competente. Y en tercer lugar ser capaz de reconocer los errores y tratar a los ciudadanos como personas adultas.
Juana Vázquez es periodista, catedrática de literatura y escritora.