Tiempo y vida
Por Ignacio González Barbero.
Uno de los recuerdos de infancia más vivos y queridos por mí es estar tumbado en la cama de mi habitación mientras veía correr por las ventanas la lluvia precipitada de una gran tormenta. Decenas de caminos acuáticos, llenos de virajes y meandros, descendían las ventanas. Lo que más me impresionaba era la curiosa versatilidad del líquido elemento. No se imponía al lugar que lo albergaba o en el que se situaba, sino que se adaptaba al perfil del vidrio. Sencillamente, sin aspavientos. Así, la brusquedad atronadora de la tempestad me serenaba. Encajaban las piezas del rompecabezas vital de una manera que no he experimentado después.
Desde tierna edad, también, he sentido la vida como un regalo extraño. Viene y se va sin querer, como el reflejo del vuelo de un ave en un estanque. Un instante inconsciente, sin palabras ni pensamientos contenidos en él. Sin razón alguna. El empeño de encontrarla se realiza desde la vida, la cual no entiende de búsquedas. Aparece y fluye con nosotros, desaparece y fluye sin nosotros. Conmigo; sin mí. En calma. La tensión que en algunos aflora ante esta sucesión de hechos, sin explicación, sólo hiere; únicamente lacera la serenidad que rige el devenir vital, de la cual sólo somos una parte más, una expresión más.
Ambas experiencias -o, mejor dicho, sensaciones- conviven en mí y me constituyen. La extrañeza de la vida y, al mismo tiempo, el irremediable regalo que nos dona, sin pretensión alguna. Y este presente es, en sí mismo, la afirmación de la posibilidad, del cambio, de la adaptación. Numerosos hechos, impresiones, nos configuran a cada instante sin apenas darnos cuenta de ellos, como el agua que erosiona suavemente la roca que, accidentalmente, se depositó en la cuenca de un río cualquiera.
El sinsentido parece ser el que reina en esta dinámica de la vida, mas no como una pérdida del norte existencial, sino como la confirmación de la variabilidad poliédrica de lo que nos acontece. No hay respuestas, porque no hay preguntas, sólo un presente continuo y diverso, que podemos conjugar siempre que lo necesitemos.
Mirar el ahora a través de una ventana llena de agua de tormenta no me impide ver lo que hay detrás, ya que no existe ese detrás, sólo la certeza de que el agua recorre los cristales sin violencia, y yo estoy tranquilo.