Cuento

«El otro fuego», de Inés Mendoza

Por Fernando Sánchez Calvo.

Inés Mendoza es una arquitecta y escritora cuya vida está repartida entre Venezuela y Madrid y cuyo libro de relatos se presenta como una de las últimas apuestas de Páginas de Espuma para afianzar aún más si cabe el género del cuento en España. No en vano, quien prologa en esta ocasión es uno de los maestros en dicho arte, Eloy Tizón, por lo que el primer mensaje que reciben y deben recibir tanto el crítico como los lectores no es otro que el de mantenerse expectantes ante un proyecto de narradora que en pocos años puede sumarse a la gran familia de la ficción breve.
Proyecto porque es El otro fuego un primer libro, con todo lo bueno y arriesgado que esto conlleva, y proyecto porque, como bien sugiere el acertadísimo título, las piezas que componen este conjunto constituyen el sueño, el propósito, la aspiración de una nueva (no sabemos si mejor pero sí nueva) vida por parte de los personajes de Inés Mendoza. Un inspector de escuelas bien asentado cuya ilusión siempre fue volar por los aires, una larga hilera de hombres con sombrero negro que no encuentran mejor manera de reconciliarse con su destino que sentándose a esperar en las glorietas, parejas que fluctúan entre la mudanza y las nuevas caras del sexo, parejas que añoran ciudades que no son la suya…Cualquiera de los protagonistas que pueblan estas líneas ya ha conocido la pasión y el culmen al que ésta nos dirige, pero pasados los primeros éxtasis, los primeros ardores, se necesita una nueva plenitud, desconocida, que justifique nuestra anodina existencia otra vez. Al fin y al cabo, y como encabeza la autora con una cita de George Wells en uno de los cuentos más sugerentes del libro (Origami) “no hay inteligencia allí donde no hay cambio ni necesidad de cambio”. Podríamos decir, parafraseando a los clásicos populares, que uno de los mensajes implícitos sería “renovarse o morir”. Sin embargo, la renovación en El otro fuego exige también un aprendizaje radical, un riesgo de cambio absoluto que duele aún más si cabe, pues lanza a los protagonistas a un posible viaje sin retorno. Motivos del sábado, A pesar de la lluvia, o Estación del destierro entre otros corroboran el leitmotiv principal que articula los relatos.
Inés Mendoza, como Alejandra Pizarnik, propone “vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo”. Inés Mendoza no juega. Inés Mendoza, como bien se explica en el prólogo de Eloy Tizón, persigue insaciablemente otras maneras de quemarse.

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