Habitación doble, de Luis Magrinyà
Por Juan Carlos Fernández León.
Después de haber testimoniado, con alegría y aun también con una dosis sincera de escepticismo, cómo durante los meses de este verano algunos de los diarios nacionales (además de algún periódico provincial) adjuntaban en sus suplementos de cultura noticias o cuentos de nuestros más conspicuos artistas de la brevedad o incluso monografías sobre el reciente panorama del relato contemporáneo, me resulta bastante insólito llegar a la conclusión de que los grandes grupos editoriales continúen dando la espalda al libro de relatos, idea que se cristaliza tras la aparición en el mercado de un par de importantes novedades que verifican esta tesis. Quiero decir que es obvio que existe un movimiento de interés ante todo lo que esté vinculado con el universo cuento, que ha venido a culminar en variados blogs, en antologías (que limpian y fijan) y ahora en los periódicos de mayor tirada, durante el verano, pese a que estos estudios o artículos, o como quiera que se llamen, hayan irritado a unos y a otros, más que nada porque la tarta es pequeña y las invitaciones a la ceremonia están escrupulosamente contadas. Sobre si estos pasos emprendidos por los periódicos son turbias aguas de borrajas, efímeros fuegos de artificio o simples rellenos estivales, el tiempo dictará su sentencia inapelable.
Las causas para que las grandes editoriales enmascaren libros de cuentos convirtiéndolos en novelas (con el simple y falaz apunte de añadir en la solapa el marbete “novela”) se escapan un tanto a mi entendimiento o quizás no me sea grato o no desee analizar ahora.
Aunque todavía me resulta más peregrino aceptar que sea el mismo escritor quien oculte la naturaleza de su obra, como ocurre con el caso de Aire nuestro de Manuel Vilas, publicado por Alfaguara, un delirante, obsesivo y magnífico libro de relatos travestido artificialmente en novela, cuya contraportada vocifera así: Aire nuestro es una novela, y es también la mejor cadena de la nueva televisión española independiente. En sus once canales caben desde reportajes, entrevistas del futuro y magazines, hasta cine X y la Teletienda. A mi parco entender no basta con afirmar que una obra literaria es una novela para que, en efecto, lo sea. Estos aludidos canales de Aire nuestro (maquillaje novelesco que roza el patetismo) no son más que relatos, unitarios o no, como lo eran los de Zeta, del mismo Manuel Vilas, entonces autentificados por él y publicados en 2002 por DVD, también un libro muy atractivo de piezas cortas.
Este lifting dermoestético se reitera en Habitación doble, de Luis Magrinyà, uno de esos autores que conviene leer muy en serio para constatar que existen escritores que habitan las alturas del oficio. Magrinyà sigue siendo ese escritor inalcanzable y sublime, que ya lo demostrara con su ópera prima Los aéreos, en 1993, un órdago en toda regla, hermano de cuna de Velocidad de los jardines, de Eloy Tizón, otro golpetazo sobre el tapete, dos pasaportes para alcanzar de lleno el paraíso del cuentista.
Magrinyà, que con anterioridad había llamado cariñosamente a sus criaturas “cuentos”, opta ahora por bautizar a las nuevas creaciones de Habitación doble con el extravagante apelativo de “instalación narrativa”, expresión que riza el rizo del eufemismo; expresión que esconde el único propósito de esquivar, en apariencia, el concepto apestado y maltrecho de cuento o relato.
Estructuralmente, nos encontramos en Habitación doble con ocho relatos de largo recorrido, ocho nouvelles emparejadas al azar de dos en dos, bajo un mismo título. Se tratan, en esencia, de composiciones distintas que intentan buscar hermanamientos fortuitos por contacto, maniobra muy original pese a que no obtenga más valor que el del mérito particular de cada historia, aunque es cierto que algunos personajes, casi como una mención lúdica, transiten por las interioridades de estas habitaciones dobles, por este juego de espejos que no reflejan. Magrinyà, excelentemente dotado para la digresión, para plantear la ingeniosa rayuela literaria, maestro de la sintaxis y la demora, del circunloquio, del cambio de ritmo y la ironía, nos habla en Habitación doble del hogar, de la vivienda, de las relaciones problemáticas entre padres e hijos desde diversas perspectivas, contextualizadas en el presente más actual; nos habla, en resumidas cuentas, de lo complejas que son las relaciones humanas, y lo hace adoptando un estilo elegante, casi aristocrático, como si el mejor interiorista o modisto del mundo poseyera el don magistral de la escritura, algo así como si Magrinyà fuera una especie de Versace o un Armani de la Literatura, alguien a quien se debería rendir pleitesía por el placer estético que transmite cada una de sus ideas, cada una de sus frases. Cada uno de sus cuentos. Cada una de las instalaciones narrativas (o como quiera llamarlas él, en el fondo da igual, es libre y es un artista) que surgen de su mente. Magrinyà es uno de esos escritores a los que gustosamente agradecería su entregada dedicación a la alta costura literaria.
Por entrar más en la propia instalación narrativa y su contenido, diría yo que habría que alargarse en la referencia a la educación y a la inquietante relación entre padres e hijos:
http://inficcion.wordpress.com/2012/01/10/los-vecinos-decian-que-era-una-persona-normal-2/