Entrevista a Julius Drake: «Sólo somos dos músicos haciendo música juntos»
Por Cgdlv.
Hay tres pianistas acompañantes de lied en el mundo que han hecho de su profesión una devoción. Son los tres por los que los cantantes se pelean con sus managers porque no encuentran fechas disponibles en sus agendas, y que han devuelto a nuestro tiempo una disciplina artística menor y muchas veces privada del siglo XIX convertida en la más esencial y sofisticada de las formas musicales de concierto: el recital de lied. Uno de ellos es Julius Drake, (Londres 1959).
Mis primeros recuerdos de Drake son de los míticos discos con Ian Bostridge para EMI de los últimos noventa, también de la versión dramatizada del Winterreise de Schubert también con Bostridge dirigida para Channel 4 por David Alden. Estas grabaciones fueron epifanías que conformaron para siempre mi predilección el repertorio liederístico, y que me hicieron preferir para siempre lo pequeño frente a lo grande. En mi opinión una ópera o un oratorio no pueden llegar a emocionar tan íntimamente como lo pueden hacer un pianista, un cantante y un lied. Es algo como la dialéctia facebook-twitter. Yo me quedo con twitter: menos es más. Y sobre todo más sincero.
La primera vez que trabajamos juntos fue en 1992, nadie había oído nada de Ian Bostridge en aquel momento, y nos entendimos tan bien… Sentimos que juntos podíamos hacer música de la mejor manera de la que somos capaces. De hecho creo que soy la persona que puede sacar al mejor Ian Bostridge, porque nos conocemos tanto… Nuestro primer proyecto fue un concierto en Norfolk: hicimos “On Wenlock Edge”, de Waugham Williams, para tenor, cuarteto de cuerda y piano. Es una pieza maravillosa. En el mismo concierto hicimos el quinteto para piano de Schumann, y también unos lieder de Schubert con Ian.
Quedé para charlar con Julius Drake el pasado 1 de septiembre. Era una tarde bochornosa en Donosti. Nos sentamos en la terraza del bar en una esquina del Teatro Victoria Eugenia, Yo veía el Kursaal e intuía el Cantábrico; Drake veía la ría y el hotel Maria Cristina. Acababa de hacer los últimos repasos con Ian Bostridge. Angelika Kirchschlager le estaba esperando en el teatro. Esa noche actuaban en la Quincena Donostiarra con un programa muy denso: el “Spanisches Liederbuch” de Hugo Wolf.
En un principio mis clases de piano siempre estuvieron centradas en repertorio de solista, no fue hasta que empecé en el Royal College of Music que empecé a hacer música de cámara y entonces me di cuenta de que eso era lo que quería hacer. Cuando acabé los estudios en el Royal, a pesar de que lo lógico hubiese sido irme al extranjero a seguir estudiando con una beca, yo decidí que quería empezar a ganarme la vida como pianista e hice un montón de conciertos con el oboista Nicholas Daniels. Así fue como desde los veintiún años la música de cámara es mi modo de vida.
Y para todos aquellos que asistimos al espectáculo que los grandes grupos mediáticos y discográficos en el que los solistas y los cantantes son una especie de deidades aparece el pianista acompañante y da por sentado que lo que él hace con estrellas de la ópera como Ian Bostridge o Alice Coote es música de cámara. Música entre iguales.
Creo firmemente que el lied es música de cámara, una es con voz, otra con otros instrumentos. La gran diferencia es que la música para voz tiene palabras, hay un poema que interpretar, y a mi esto es lo que me más gusta, cuando trabajas un lied, estás trabajando además en un poema, y tienes que tratar de desentrañar tanto el significado del poema como el de la música, y ver cómo ambos se complementan.
El ambiente de trabajo en el mundo de la ópera y de las orquestas es muy vertical. He visto cosas e oído improperios que nadie se podría imaginar saliendo de bocas de gente que se presupone educada. La tensión está presente en cada minuto, y al final hay una sensación constante de guerra, porque siempre hay vencedores y vencidos de ideas artísticas.
El trabajo con los cantantes es muy colaborativo. Es cierto que yo tengo muy claro cómo la música debe ser interpretada, y al sentirme en pie de igualdad con ellos, siempre les doy mi opinión si algo no me gusta cómo está quedando. Del mismo modo ellos me lo dicen a mí. Es la misma dinámica de trabajo que con un violinista, o cualquier otro instrumentista. Lo que es seguro es que yo no soy el que manda. También es verdad que depende de la persona con la que estés trabajando, cada pareja de trabajo crea unas dinámicas, y hay algunas que necesitan más dirección y otras que menos, pero a veces lo mejor es simplemente ir avanzando sin explicarnos qué tipo de relación tenemos. Hay que tener en cuenta que los cantantes se pasan gran parte de su vida profesional haciendo ópera, donde hay claramente un director que está por encima de ellos para tomar las decisiones, cuando vienen a hacer lied se sienten tan aliviados de que no haya director, de hecho eso para ellos es una de las cosas más importantes, que no hay nadie diciéndoles qué tienen que hacer, simplemente estoy yo, que lo máximo que hago es hablar con ellos de tal o cual lied, pero nunca les digo qué tienen que hacer. Trabajando conmigo no hay jefe, sólo somos dos músicos haciendo música juntos, esa es la grandeza de la música de cámara.
Pero si la música “clásica” en sí es una droga dura, de la que una vez que te atrapa es difícil desengancharse, la magia del mundo del lied va más allá: une la capacidad hipnótica de la música con la forma más antigua de comunicación, la del contar historias.
Cuando tenía veinticuatro años empecé a interesarme muchísimo por el repertorio del lied. Me enamoré de esa música. Me encanta, me encanta. A través de la canciones tenemos la mejor música de Schubert, Scumann, Brahms, Wolf… Simplemente me enamoré del género, y empecé a buscar cantantes con los que trabajar. Afortunadamente la cosa funcionó, y si hoy en día soy conocido por algo es por trabajar con cantantes. Sigo haciendo música de cámara con instrumentistas, pero tres cuartas partes de mi trabajo es con cantantes.
Y no es sólo que funcionara, es que los mejores cantan con él, la lista es impresionante, y su agenda privada debe ser la envidia de cualquier director de teatro de ópera. El pasado mes de diciembre celebró su 50 cumpleaños con una gala en el Wigmore Hall en la que estuvieron, por amistad y cariño Birgid Steinberger, Sophie Daneman, Derek Lee Ragin, Ian Bostridge, Alice Coote, Chritopher Maltman, Gerad Finley, Mark Padmore, entre otros Joyce Didonato cruzó el Atlántico sólo para ese concierto.
Mi mundo se divide en la gente con la que trabajo mucho y con la que llevo trabajando años, como Ian Bostridge y Gerald Finley. Otra parte de mi mundo es la gente con la que trabajo habitualmente, pero que también trabajan con otros pianistas como Christianne Stotijn y Angelika Kirchschlager. Y para acabar en mi mundo hay la gente que encuentro por primera vez, para proyectos concretos, que no tienen por qué implicar una regularidad en el futuro, como con Joyce DiDonato, por ejemplo.
A la salida del concierto de San Sebastián unas señoras comentaban que se les había hecho poco ameno. La sociedad de hoy en día exige una serie de estímulos constantes para mantenernos entretenidos, no parece que la poesía y la música a media luz sea algo que satisfaga al consumidor medio de hoy en día. Drake lo tiene claro.
Yo realmente lo que quiero hacer es el repertorio liederístico serio, no me gusta que mi piano se convierta en una orquesta acompañando arias. No me gustan los conciertos-espectáculo. También sé que esto es un negocio para muchos, y hay cosas en el negocio que no me gustan, pero sé que tiene que ser así. Afortunadamente mi vida es maravillosa porque siempre hay proyectos nuevos e interesantes que aparecen. Mi proyecto actual es, por supuesto, el Spanisches Liederbuch de Wolf , que hacemos esta noche en San Sebastian, y que hemos hecho en los festivales de Salzburgo y Verbier, y dentro de unos días presentaremos en el Wigmore Hall, lo queremos grabar, pero todavía no sabemos exactamente para qué sello. Tengo un proyecto maravilloso para el año que viene, que es El Diario de un Desaparecido de Janacek con Christianne Stotijn y Mark Padmore. También hay un proyecto con Ian Bostridge, el Belcea Quartet y el pianista Imogen Cooper con un proyecto sobre Beethoven y Schubert… En realidad uno nunca sabe qué será lo próximo. Sólo espero que la gente me siga invitando a participar en cosas interesantes, aunque quizá un día el teléfono deje de sonar y entonces tenga que parar.
Links:
Documental: “Over the top with Franz”
Winterreise, David Alden
Spotify:
Alice Coote – Lieder Recital
Christianne Stotijn – Tchaikovsky: Romances
Nathan Berg – Lieder Recital
Si tienes dudas sobre algún concepto o tecnicismo del texto, o estás interesado en que se profundice en algún tema o personaje del mundo de la clásica y ópera no dudes en ponerte en contacto con el autor a través de su twitter: @cgdlv.
Fotos: Marco Borgreve