‘Other Lives’, la gran sátira americana
Peter Bagge es uno de los autores que mejor y con más mala baba ha sabido radiografiar la sociedad estadounidense del reciente cambio de milenio, y ahora se estrena como autor de novelas gráficas. En los años noventa Bagge fue señalado como el verdadero retratista de aquello que se quiso bautizar como “Generación X”. El grupo “Nirvana” y sobre todo su líder Kurt Cobain ejemplificaron la angustia existencial de aquella juventud desnortada. Bagge sería la otra cara: él representó tambíen la fotografía gris de la era “grunge”, pero pasada por el mordaz prisma de un autor vitriólico y cáustico. Él no empatizaba, sino que observaba. Era, es, un cronista demoledor, crítico, desbordante de ironía y con ganas de abofetear al lector. Y su dibujo, ferozmente underground, distorsionante hasta el exceso, virtuoso aunque feista, se ha convertido en ejemplo de grafismo cómico para toda una generación.
‘Odio’, su título de aquella década 90’s, es el mejor retrato de la juventud americana de su tiempo, y siempre quedará como su cumbre artíctica y título de referencia, venga lo que venga luego. Un aviso, pues: no pierdas la ocasión de leer ‘Odio’.
Pero ahora hay que centrarse en lo nuevo de Bagge: ‘Other lives’ (editado por La Cúpula) es una novela gráfica que relata las vidas de un puñado de treintañeros frikis, perdedores, acomplejados o neuróticos que tontean, demasiado peligrosamente, con las nuevas tecnologías y las formas de interacción personal on-line.
Y esta novela gráfica se mueve en los mismos parámetros que iluminaron “Odio”: crítica generacional, retrato de perdedores, frikismo hilarante… se puede decir que estos tipos podrían ser aquellos veinteañeros que entonces montaban grupos de rock o se emparejaban con quien menos conviene. Aquí, más calvos, y algo asentados, siguen siendo bufones desmadrados, salidos imposibles, alcohólicos irredentos o casamenteras obsesivas. Y además todos abusan de lo virtual. Logran su “perfección” transmutándose en una pantalla. La crítica es feroz y clara.
En definitiva, si bien a Bagge el formato le encorseta (antes que de novelas gráficas unitarias como esta, se maneja con más soltura en relatos cortos que se prolongan mes a mes) este libro recupera el vitriolo de uno de los autores más ácidos de los Estados Unidos, demuestra su tino para construir personajes estúpidos y que, no obstante, saben ganarnos, desarrolla situaciones de cotidianeidad tan palpable como delirante (sexo virtual, adictos ap pocker on-line, periodistas con complejo…) y crea unos diálogos brillantes. Como un Woody Allen mucho más venenoso y menos autocomplaciente.