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Sebas Martín: «Los chulos pasan pero las hermanas quedan»

Por Isabel Camblor.

A los consumidores habituales de novela costumbrista nos gusta asomarnos de vez en cuando al universo paralelo de la novela gráfica, más que nada por la facilidad con la que la viñeta consigue hacer fluir esa realidad cotidiana con la que tanto nos gusta encontrarnos. Hay que advertir que para entrar en este género -cuando el lector no está iniciado-, se hace preciso que éste lo haga con el ánimo abierto y receptivo, con espíritu de explorador, de buscador de nuevas atmósferas y sabiendo que habrá sorpresas, aunque a fin de cuentas con lo que ese lector novato se va a encontrar es simplemente con una variedad de novela, por algo el cómic de corte costumbrista se vale de la misma horma que ha manejado tradicionalmente el costumbrismo literario sin ilustración.

No imagino un barrio ni una ciudad más adecuados para engendrar una novela gráfica urbana contemporánea como lo son el de Poble Nou, en la Barcelona en la que Sebas Martín se mueve como pez en el agua para contarnos historias muy cercanas. Partiendo de un título atractivo, fresco y muy peculiar, “Los chulos pasan pero las hermanas quedan”, Sebas retrata la forma en que entiende y se relaciona con su entorno Salvador, un personaje tan próximo que podría ser yo o mi vecino, un individuo algo melancólico al que fácilmente se coge cariño, que se maneja con agilidad y algo de inquietud entre sus amigos y familiares, todos ellos muy reconocibles, muy creíbles y con los que tampoco es nada difícil empatizar.

Las ideas de Sebas Martín y el estilo de sus ilustraciones -trazo muy particular, elegante, generalmente en blanco y negro-, producen el resultado deseado: un universo no exento  de cierto desencanto pero siempre desdramatizado, irónico pero sin pizca de agresividad. El autor trata sin artificio un tema tan universal como es el de la búsqueda del amor, y consigue dibujar con habilidad esa sensación, también universal, que todos  hemos creído advertir alguna vez:  el mundo que me rodea está plagado de criaturas afortunadas, todo funciona para el resto de la humanidad, sin embargo la fortuna no se muestra tan condescendiente conmigo, y yo me siento solo.

Sin faltar un fondo de cuestionamiento social, sutil, no encontramos críticas abiertas, sí elementos y situaciones cotidianas a través de las cuales resulta sencillo cuestionarse valores y tratar emociones. Y algo muy de agradecer: es fácil la identificación con los personajes independientemente de la orientación sexual del lector. Sí, nos toparemos con momentos sexualmente muy explícitos, sin embargo la naturalidad con que están narrados los hace encajar sin rastro de chirrido en el conjunto de la historia.

El ágil trazo de Sebas Martín, en cierta manera deudor de la línea clara, convoca, sin necesidad de virtuosismos gráficos que pudieran restarle expresividad, un verismo amable perfectamente plasmado en sus personajes, que forman un fresco de anhelos, fracasos, decepciones, ternura, compañerismo y ¿por qué no? Ironía mordaz, que nos acerca a sus personajes, más humanos precisamente por dejar al descubierto sus debilidades.

Hay que recordar que Sebas, junto a Nazario, es el dibujante de cómic gay más veterano de España y, durante muchos años, uno de sus pocos representantes.

En definitiva, una historia bien construida, con un humor sereno, sin estridencias y sin excesiva caricaturización de los protagonistas. Situaciones frecuentes y personajes bien dibujados por un buen observador de la realidad, Sebas Martín.

Lo encontraréis en ediciones La Cúpula.

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