Sonic the Hedgehog: el nacimiento de una leyenda
Por David Tejera Expósito
Los juegos de plataformas llevan ya muchos años de capa caída, contando con honrosas excepciones como cada uno de los nuevos juegos de Super Mario que salen al mercado o el tímido revival que está surgiendo en el género gracias a pequeñas obras de arte distribuidas mediante descarga digital como Braid o Limbo. Pero no siempre fue así, no siempre estuvimos saturados de juegos FPS clónicos que intentan vendernos lo mismo una y otra vez. Hubo una época en la que los plataformas estaban en la cresta de la ola junto con los beat’em up de scroll lateral. Juegos como Super Mario World, James Pond, Ristar, Cool Spot, Donald in Maui Mallard y podríamos seguir y seguir hasta cansarnos; que durante la época de las consolas de 16 bits inundaron el mercado de juegos de plataformas de una calidad apabullante con los que nos pasábamos tardes enteras disfrutando de los saltos y habilidades de sus protagonistas.
Pero, sin duda, uno de los juegos que dejó huella y que sirvió de inspiración para muchos de ellos fue Sonic the Hedgehog para la Mega Drive de SEGA. Las cosas se estaban poniendo complicadas para la compañía, la Mega Drive llevaba dos años en el mercado nipón y no había conseguido terminar de calar entre el público, que seguía prefiriendo los saltos de fontanero. SEGA necesitaba un golpe sobre la mesa para ponerse a la altura de la competencia, y lo consiguió. Vaya si lo consiguió. En 1990, la consola ya había cruzado el charco y se estaba vendiendo en todo el mundo, ya se empezaba a rumiar un personaje que estuviera a la altura de la mascota de la competencia y fue así como en verano de año siguiente llegaba a las tiendas de todo el mundo: Sonic the Hedgehog juego que, con el permiso de Super Mario, marcaría un antes y un después para el género de los plataformas.
La cosa era bastante sencilla: Sonic, un erizo azul capaz de alcanzar la velocidad del sonido corriendo, ve cómo el infame Dr. Eggman comienza a utilizar a los animales de su planeta natal para construir malvados engendros mecánicos que utilizar a voluntad; así que decide ponerse manos a la obra y recorrerse el mundo rescatando a esos pobres animalitos mientras recoge anillos de poder que lo hacen invencible a sus enemigos y acaba con éstos enroscándose y atacándolos con las púas azules que decoran su cuerpo. Era una historia sencilla, sin pretensiones, que rozaba lo absurdo y que realmente no influía para nada en la jugabilidad del título, como ocurría en la mayoría de juegos de la época.
La premisa del juego era la velocidad del personaje protagonista, no en vano se llama como se llama, pero después de echar unas partidas y llegar más allá de la primera zona, nos dábamos cuenta de que corriendo a lo loco sin calcular bien nuestros saltos no íbamos a llegar demasiado lejos: lava, precipicios, caminos laberínticos y un sin fin de enemigos se encargarían de poner a Sonic en más de un aprieto y de evitar que este acabara los niveles corriendo de principio a fin. En Sonic the Hedgehog nos encontrábamos con seis zonas con una ambientación completamente diferente y cada una de ellas dividida en tres niveles: desde la mítica Green Hill Zone de la que seguro que muchos tendréis grabada a fuego su melodía principal en los lugares más recónditos de vuestra memoria hasta la menos conocida Scrap Brain Zone, un laberinto metálico de sierras y precipicios capaz de desesperar a los más duchos con el pad. La lava de Marble Zone, las zonas submarinas de Labyrinth Zone o las bombas de Star Light Zone serían solo algunos de los obstáculos que tendríamos que superar para salvar a nuestros amigos, sin olvidarnos de que al final del tercer nivel de cada zona nos veríamos las caras con el temible Dr. Eggman y algunas de sus peculiares máquinas.
Pero no todo iban a ser problemas, Sonic también contaría con ayuda a lo largo de su aventura. Desperdigados por los diferentes niveles, nos encontrábamos con unos monitores que al romperlos nos proporcionaban ciertas ventajas: anillos de poder, vidas extras, zapatillas para ir más rápido todavía, el escudo que nos protegía de un golpe de nuestros enemigos sin perder los anillos y la invulnerabilidad que nos hacía invencibles por un corto periodo de tiempo. Una ristra de objetos algo escasa si la comparamos con la de otros grandes del género de las plataformas y que quedaba relegada a un segundo plano dentro de la jugabilidad del título, al menos en esta primera entrega.
A parte de los zonas en las que se dividía el juego, nos encontramos con unas fases especiales a las que solo se podía acceder si acabábamos los dos primeros niveles de cada zona con más de cincuenta anillos, algo que se convierte en un reto en las últimas fases, por lo que conviene intentar conseguirlo en las primeras. Estas fases especiales consistían en una especie de laberinto en gravedad cero en la que nuestro protagonista, hecho una bola, tenía que ir rebotando a merced del escenario hasta alcanzar cada una de las Esmeraldas del Caos que se encontraban en lo más recóndito del nivel. Estas Esmeraldas del Caos, que tanto darían que hablar en las posteriores entregas de la saga, eran seis y desbloqueaban una escena final alternativa si conseguíamos reunirlas todas antes de terminar el juego, una tarea nada sencilla.
Sonic the Hedgehog se convirtió en todo un éxito mundial y catapultó a SEGA a la competencia directa con la otra grande de la generación de los 16 bits: la Super Nintendo, convirtiendo a sus respectivas mascotas —y, por consiguiente, a sus fans— en enemigos de la noche a la mañana, en una de esas batallas épicas del mundo videojueguil que los más viejos en esto recordamos con cariño.
Volviendo a la infancia… Me ha gustado mucho recordar a Sonic, David;).
Saludos.
Alguién consiguió alguna vez encontrar todas las esmeraldas?? Mira que me pasé veces este juego y nunca lo conseguí, pensaba que era una leyenda urbana!!!
@Carlos ¡Gracias! Está claro que Sonic marcó a una generación de jugadores, e incluso a los que no lo son tanto 🙂
@Nohemi Yo sólo lo conseguí una vez cuando lo jugaba en la Mega Drive. Desde ese momento me dije a mi mismo que nunca jamás lo volvería a repetir, ¡es muy difícil!
Benditos recuerdos! A día de hoy me sigue pareciendo difícil. Hasta el de la Master System… dios me estoy haciendo mayor