La vieja Lulula
La vieja Lulula, de Mar Pavón y Alessandra Cimatoribus. Pontevedra, OQO Editora, 2010.Cartoné, 25×23 cm., 48 pp., 12.90€.
Por José R. Cortés Criado.
La autora de Ranilda, Mar Pavón, vuelve a ofrecernos otra historia fantástica en las que las adivinanzas juegan un papel importante y desconcertante en el lector, que no sabe a qué se debe la presencia constante del número siete –siete es el número mágico: los siete días de la semana, la siete notas musicales, los siete pecados capitales, los siete colores del arco iris-, hasta que llega al final del relato.
En esta historia, la vieja Lulula decide hacer la colada un día que amenaza lluvia, pero a ella eso le da igual. Cuando tiene sus siete prendas lavadas decide tenderlas, pero su tendedero desapareció, entonces busca siete elementos de su jardín donde colgarlas: en el cerezo, en el patinete, en el pozo, en la jaula del loro Lorigón, en el azadón, en el balancín y en el chucho Margarito.
La historia está construida sobre una adivinanza, pues cada vez que la abuela Lulula se dirige a cada uno de los siete elementos preguntándoles dónde se encontraba su tendedero, recibía la misma enigmática respuesta: “¡Espera al siete, primero!”. Ella contaba hasta siete y como no aparecía exclamaba: “¿Con que siete, eh? / Pues por embustero, / serás mi tendedero!”, así, una y otra vez, a modo de estribillo, avanza el acto de colgar la colada; después la abuela come, se echa su siesta y se sorprende al ver los siete colores del arco iris y comprobar que sus prendas no estaban colgadas donde ella las dejó.
Alessandra Cimatoribus, ilustradora italiana, crea una abuela llena de energía, la que desprende su vestimenta naranja, a la que acompañan dos pequeños ratones y su amigo el gato, cuyos ojos nos indican hacia donde debemos dirigir nuestras miradas.
Las ilustraciones realizadas en acrílico sobre papel, con trazos de lápices de colores, plumas, tintas y elementos superpuestos a modo de collage, muestran gran fuerza y viveza, resultando un trabajo encomiable donde el color predomina sobre los numerosos elementos que acompañan a la abuela y embellecen las páginas: macetas, plantas, flores, lagartijas, pinturas, pinceles…
La mezcla del texto y las imágenes alcanza una buena simbiosis que deleitan al lector mientras avanza página a página hasta el final de la historia.