Perfiles de verano: Anna Gavalda y la facilidad de lo difícil
Por Carmen Fernández Etreros.
Leer a Anna Gavalda es una experiencia complicada: si bien el lector espera que comience una acción trepidante, (en sus novelas ya adelanto que no hay crímenes, no hay sangre, no hay muertos descabezados, ni fríos detectives y tampoco romanticismo cursi), pronto se encuentra con el placer del balanceo inconfundible de sus frases cortas, con sus personajes cotidianos y previsibles y ese peso del pasado que imprime a cada uno de los diálogos y que arrastra a los protagonistas de sus novelas.
Debe ser esta sensación contradictoria la que hace que sus lectores (quizás más lectoras) no paren de aumentar y sus libros lleguen a superar dicen sorprendentemente más de diez millones ejemplares vendidos. Un fenómeno editorial, una escritora cercana a Dorothy Parker, la autora de la cotidianidad, de la soledad, de lo díficil.
La intensidad emocional de sus historias, su elegante estilo de frases cortas, la sencillez para lo difícil… Sus personajes suelen coincidir en lugares en los que no estaba previsto que se encontraran (casas de campo, castillos, pisos de 300 metros en París con bañeras neoclásicas…), y allí sin querer se desnudan almas, temores, pasados, silencios, mentiras, abandonos, ilusiones perdidas y amores desgraciados.
La editorial Seix-Barral acaba de publicar La sal de la vida, pero la autora ya es un clásico para los lectores españoles por novelas como La amaba, El consuelo o Juntos, nada más. Pero, ¿quién es Anna Gavalda? La escritora, que concede contadas entrevistas, nació en un suburbio de clase alta de París. Periodista salta por primera vez a los papeles literarios cuando en 2002 gana el Premio France Inter con La Plus Belle Lettre d’amour (La carta de amor más hermosa). En 1999 se publica una colección de sus historias cortas fue publicada con el título de Je voudrais que quelqu’un m’attende quelque part (Quisiera que alguien me esperara en algún lugar), y la escritora tiene un gran éxito de crítica y ventas, vendiendo 700.000 ejemplares en Francia, ganando el Gran Prix RTL-Lire y siendo traducida a diecinueve idiomas.
Pero sería su obra Je l’aimais (La amaba, 2002) la que le lanzó a la fama internacional, convirtiéndose en un éxito de ventas en 21 países. En 2004 publica Ensemble, c’est tout (Juntos, nada más) y vuelve a triunfar. Cuatro personajes insólitas, retazos de sí mismos, conviven en un apartamento de 300 metros en París: Camille una joven, bella y desengañada artista que trabaja de limpiadora por la noche, un aristócrata peculiar y con una cierta fobia social y un colérico joven cocinero Franck y su abuela.
Una novela para no olvidar -Juntos, nada más– en la que Gavalda desnuda su alma y pasión en sus extraños y potentes personajes ,y compone un fresco de la vida de la ciudad con sus alegrías, penas, individualidades y soledades.
Con El consuelo-novela ambiciosa de amplias expectativas y controversias- Anna Gavalda abrió nuevos caminos a su trayectoria literaria, mediante frases inacabadas e interrupciones narrativas continuas, confusión sobre los personajes y el empreo de los pronombres personales, que fue incluso criticada por prestigiosas revistas como Lire, pero al final un relato redondo, tierno, arriesgado y valiente.
Uno de los aciertos de los libros de Anna Gavalda es que consigue que el lector se identifique con sus personajes, así como con las situaciones o estados de ánimo que ella crea y recreó. Y eso sólo es posible porque la escritora nos presenta unos personajes reales, que nos podemos encontrar en el rellano de la escalera o en el asiento de al lado del vagón del metro. Como encuentra en un libro Camille en Juntos, nada más: «… Sinceramente no tengo ningún mérito. Salgo con mi cuaderno y la gente se pone a mis pis. Llamo a la puerta y me cuentan su vida, sus pequeños triunfos, sus motivos de rabia y sus anhelos ocultos…».
Ancianas que han perdido la memoria, jóvenes que no saben por donde tirar, divorciados confusos, solteros que no soportan la soledad, anoréxicas treinteañeras o aburridas madres cuarentonas. Gavalda nos muestra unos personajes vulnerables y fuertes a la vez, que buscan una salida, aunque a veces ni ellos mismos sean conscientes de ello.
Para documentarse es capaz de pasarse tres días observando cómo elaboraban sus platos en la cocina del Hélène Darroze de París para poder describir el trabajo estresante del cocinero Frank el personaje de Juntos, nada más o consultar numerosas obras sobre construcción y arquitectura para entender el trabajo de Charles Balanda, protagonista de El consuelo.
Su última novela La sal de la vida (Seix Barral, 2010) ofrece una lectura fresca, veraniega, de ilusiones perdidas, de sonrisas y caricias. Cuatro hermanos se encuentran con motivo de una boda familiar aburrida y deciden escaparse para encontrar al cuarto hermano Vicent que está trabajando en un original castillo. Los cuatro hermanos recuerdan sus días infantiles, las tardes de verano, los juegos, las canciones… Su protagonista Garance una treintañera que vive sola en París vuelve a encontrar en estos días la complicidad de antaño y la ilusión.
Un libro ligero, un libro amable y en mi interior al cerrarlo una sensación que me ocurre con pocos escritores: aquella que me alerta de que todavía a Anna Gavalda le queda dentro mucho y fuera, quizás demasiado y que sin querer lo va vertiendo a cuentagotas en la botella de su narrativa.
Enhorabuena por el artículo sobre Anna Gavalda. Una autora de altos y bajos pero que merece ser leída y ademirada. Me quedo con Juntos nada más.
Hermosos libros los de Anna Gavalda, gracias por el artículo