Doctor, los videojuegos de ahora sí me divierten… ¿Es grave?

Por Lucía Perdomo

Releyendo las palabras de mi compañero de posts, Daniel Muñoz, sobre los videojuegos de antes en su entrada “Doctor, los videojuegos ya no me divierten… ¿Es grave?” Me ha entrado el antojo de darle la réplica, aquí mismo, aunque con ello nada más lejos de mi intención que abrir una guerra de opiniones. (¡Aunque los comentarios serán bien recibidos!)

Lo declaro abiertamente: soy una “casualona”. Lo siento, pero es así.  Me reenganché a los videojuegos con la llegada de la nueva generación, atraída por la fuerza visual –que no solamente gráfica- de las máquinas de ahora y sus posibilidades. Me emociono cuando estoy a punto de empezar un God Of War, pruebo casi todo lo que cae en mis manos y traté de encontrar el Shadow Of The Colossus y jugar a algún Final Fantasy, aunque los RPG no son lo mío, porque creo que, igual que pasa con la música o la lectura, hay ciertos títulos que hay que conocer para poder entender mejor “la disciplina” que se trate en cada caso. Aún así, me emociono igual con un Ratchet & Clank y me impresioné como todos cuando me enteré de qué es lo que hacían la Wii y la DS.

Y odio el “efecto Karina”. Aquello de que cualquier tiempo pasado nos parezca mejor me parece fruto de la benevolencia de la memoria, que tiende a eliminar lo feo y a quedarse con lo bueno haciéndolo más bueno aún. ¿Nadie jugó a ninguna “patata” de las grandes siendo más niño? ¿Nadie se compró ningún juego con una carátula y un argumento que prometían una aventura absorbente y a los 10 minutos de comenzarlo ya se estaba arrepintiendo de los ahorros gastados? Juegos malos (y periféricos aún peores, no olvidemos qué malos fueron los 80) los ha habido siempre. Y siempre los habrá. Porque este sector siempre ha sido un negocio. Buena cuenta se daba de ello, por ejemplo, en una revista lamentablemente desaparecida, la Superjuegos Xtreme, en la que cada mes en su sección El Basurero publicaban un artículo sobre uno de estos títulos, mofándose sin pudor (hubo casos en que no era para menos) de “qué malo era”. ¿Ejemplos gloriosos? Dónde Está Wally para SNES y Mega Drive (Una sucesión de gráficos estáticos sobre los que la pantalla se movía a izquierda y derecha para encontrar al protagonista, exceptuando las fases de  bonus, en que había que manejar a su perro sobre una alfombra voladora. Un dolor de diez mil pesetas de las antiguas). O el Altered Beast, que regalaban con la Mega Drive (este por lo menos era “gratis”), un beat´em up mitológico que, dicen, era malo porque te lo acababas de “una sentada”. “Claro”-pensarán muchos- “¡si era de regalo!”. Pero ante esto sólo tengo una palabra que decir: Tetris.

Ahora hay juegos ridículos por los que no vacilan en pedirte los setenta euros, que parece se han instalado como “precio estándar”, y el mundo de las licencias oportunistas nos sigue proporcionando ejemplos de ello. ¡Cuánto padre poco entendido habrá comprado ponzoña por Navidad! Pero también hay juegos geniales, que sí valen su precio. Auténticas súper producciones que nos hacen agradecer las capacidades de las máquinas de la nueva generación: God Of War  III y sus gráficos e historia, GTA IV y su libertad de acción, FIFA y PES en su encarnizada batalla por ser el mejor (de la que nos beneficiamos los usuarios)… Y me estoy quedando sólo con lo que conozco; cada cual tendrá su propia lista. ¿Y qué me decís de juegos con mecánica innovadora, como Heavy Rain o LittleBigPlanet, los nuevos periféricos (adoro mi guitarra) o la evolución que ha supuesto la Wii? Incluso los puristas del pad tienen que reconocer que es una tecnología genial y que ha permitido acercar el ocio digital a un público que antes no conocía esta forma de divertirse. Porque esa es la meta, ¿no? Pasarlo bien, disfrutar.

En cualquier caso, los usuarios siempre tenemos la última palabra –comprar o no- y las compañías cada vez lo tienen más difícil para “colarnos” lo que incluso ellas saben que es morralla, gracias sobre todo a las demos y a la red, que extiende de forma rápida e implacable tanto los juicios negativos como los positivos.

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