Entrevista a Juan Pablo Villalobos
Por Claudia Apablaza.
Fiesta en la madriguera. Juan Pablo Villalobos. Anagrama, España, 2010. 104 páginas.
Juan Pablo Villalobos nació en Guadalajara, México, en 1973. Estudió Marketing y Literatura Hispánica. Ha realizado cientos de estudios de mercado y ha publicado crónicas de viaje, crítica literaria y crítica de cine. Ha sido becario del programa Alban, becas de alto nivel de la Unión Europea para América Latina, y del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la Universidad Veracruzana. Estudia un doctorado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente vive en Barcelona, donde combina la escritura con su trabajo en una empresa de comercio electrónico.
- ¿Por qué decides acercarte al narcotráfico desde la mirada de un niño: Tochtli?
Primero por una cuestión vivencial: comencé a escribir la novela cuando supe que sería padre, de hecho el libro está dedicado a mi hijo. La historia la tenía más o menos clara y estructurada desde el inicio, pero me faltaba encontrar una voz que me sedujera. Comencé escribiendo con un narrador externo al relato y pronto sentí que no funcionaba. Estuve ensayando varios narradores sin que ninguno terminara de convencerme. Entonces apareció la primera frase del libro: “Algunas personas dicen que soy un adelantado”. Ahí estaba el tono que buscaba, curiosamente de la primera página de la novela sólo sobrevivió la primera fase. Conforme avanzaba me di cuenta de que narrar desde la mirada de un niño me liberaba de emitir juicios morales, lo cual era fundamental para mi apuesta.
- Uno de los tópicos más comunes de la literatura mexicana reciente es el narco. ¿Qué nueva mirada le da tu libro a este tema?
He intentado que la novela no sea moralista. Me parece que al tema de las drogas le sobran moralismos. Conozco magníficas novelas sobre el narco a las que, a mi juicio, las pierde la necesidad de establecer juicios morales o de proponer soluciones al problema. A mí lo que me atraía del narco era la violencia y en este sentido me interesaba sacarla del contexto mexicano, colocarla al lado de la violencia de otras épocas y otras regiones. En la novela convive la violencia del narco con la de la conquista, los samuráis japoneses, los safaris o la revolución francesa. En el fondo las cabezas cortadas y los cuerpos mutilados del narco son la continuación de una larga tradición humana.
- ¿Podría ser un niño el lector de este libro?
Ayer le leía a mi hijo un par de cuentos “infantiles” en su versión original y me parecieron terroríficos. ¡Hansel y Gretel son abandonados por sus padres en el bosque porque son tan pobres que no pueden mantenerlos! ¡Y los abandonan dos veces, porque la primera vez fracasan! Si de mí dependiera, mi hijo, para quien escribí el libro, leería la novela cuando cumpla 12 años.
- Otra de las líneas de trabajo de la narrativa contemporánea es el pequeño formato. Tu novela tiene tan sólo 104 páginas. ¿De qué escritores sientes influencia directa? ¿Ves alguna dificultad en trabajar el formato extenso, o alguna virtud en hacer lo contrario?
Siento fascinación por el pequeño formato o por lo que a veces se denomina “obras menores”. No me interesa la ambición por la “obra total”. Prefiero los cuartetos a las sinfonías. Detesto la ópera. Me atraen más las vajillas de Picasso que el Guernica. No me interesa En busca del tiempo perdido, Ulises o El hombre sin atributos. No los he leído ni lo haré. Sin embargo, venero los ensayos de Proust, El retrato del artista adolescente y Las tribulaciones del estudiante Törless.
En cuanto a influencias siento una deuda con las decenas de novelitas de César Aira, porque considero que me salvaron del marasmo de la metaliteratura. Y encima el autor de mi generación que más me gusta, Alejandro Zambra, ha escrito un par de novelitas mínimas, más breves incluso que Fiesta en la madriguera. Todo ello no quiere decir que renuncie a explorar otros formatos.
- ¿Es Fiesta en la madriguera un libro de denuncia o protesta ante el narco o un libro de construcción de imaginario de un niño mexicano?
Es un relato de educación sentimental, de iniciación. Al narco he llegado a través del tema del poder. El detonante del relato es un deseo aparentemente inalcanzable, el capricho de Tochtli de tener un hipopótamo enano de Liberia. Originalmente pensaba en que fuera sólo eso, un deseo inalcanzable a través del cual el niño se enfrentaría con la realidad, pero luego me pareció más sugerente la idea de un niño que deseara un hipopótamo y pudiera tenerlo. ¿Quién sería?, me pregunté. Hace un par de décadas habría sido el hijo de un político. No me interesa el tema del narco como realidad social, me interesa desde un punto de vista conceptual: el poder y la violencia llevadas al absurdo.
- ¿Por qué llamas a esto una “fiesta”?
Por el aspecto carnavalesco de la novela: las mutaciones de personalidad de Tochtli, los sombreros, los disfraces. La infancia, en cualquier caso, debería ser eso, una fiesta.
- Al parecer, por lo leo en tu biografía, vives en España hace unos años. ¿Qué evaluación haces de la narrativa española contemporánea?
Si vivir en España ha modificado mis hábitos de lectura no ha sido por la “cercanía” con la literatura española, sino por sus maravillosas librerías y bibliotecas. En esencia creo que sigo leyendo la misma proporción de autores españoles que leía antes de venir a vivir acá, por lo que no me siento calificado para hacer esa valoración. Lo que sí he descubierto y que difícilmente habría leído en México son algunos autores catalanes, como Pere Calders, quien se ha convertido en uno de mis escritores preferidos.
- ¿Te sientes parte de alguna generación o grupo de escritores mexicanos?
No, no creo que exista un grupo como tal, y a mí en lo particular no me interesa el espíritu gregario. Creo que en el caso de la literatura la idea de grupo sólo puede entorpecer y desvirtuar el proceso de creación.
En mi generación hay escritores que están haciendo cosas interesantes y a los que admiro, no voy a decir nada nuevo: Yuri Herrera, Julián Herbert, Daniela Tarazona, Emiliano Monge…
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