Bryce Echenique en los Cursos de Verano UCM
“Para mí es mucho más difícil escribir un buen cuento que una novela”
El escritor Alfredo Bryce Echenique participa esta semana en el curso Escritores en los márgenes del boom, en los Cursos de verano de la Universidad Complutense en el Escorial. Un curso donde se presta atención a aquellos autores que vivieron a la sombra de los grandes nombres de la explosión literaria vivida en la América Latina de los años 60 y 70, y que, sin embargo, supusieron una gigantesca influencia para este movimiento como Manuel Puig, Luis Rafael Sánchez, Oswaldo Soriano o Julio Ramón Ribeyro.
El escritor peruano en sus intervenciones ha ensalzado el cuento como género literario que considera un reto apto sólo para autores realmente capaces. Su última obra, La esposa del rey de las curvas, es una buena muestra de ello.
Os animamos a leer esta entrevista que le han realizado en el marco serrano de los Cursos de verano de la Universidad Complutense:
P. Su última obra, La esposa del rey de las curvas, es un libro de cuentos. ¿Considera que es un género algo menospreciado por algunos autores?
R. En efecto. Esto ocurre, sobre todo, en el mundo latino, por así decir: en países como Francia o España. Pero no sucede igual en Latinoamérica y Norteamérica. Grandes escritores como Hemingway, por ejemplo, fueron unos excelentes cuentistas, por no citar a Faulkner o Salinger. En América Latina, el cuento es muy apreciado. Uno de los que se considera narradores peruanos más grandes de todos los tiempos, Julio Ramón Ribeyro, escribió unos cuentos realmente brillantes.
P. Es un género con unas tremendas posibilidades narrativas…
R. Para mí, al igual que para cualquier autor, es mucho más difícil escribir un buen cuento que una novela. Como decía Julio Cortázar, con la novela puedes ganar a los puntos, mientras que en el cuento debes ganar por K.O., si no, el cuento es malo. El género exige una perfección, una atención y un discurso mucho más complicado.
P. ¿Cuánto de su último trabajo es autobiográfico?
R. Habría que preguntarse qué es la autobiografía. Creo que existen falsas autobiografías, que tienen tradición desde Cervantes o la literatura picaresca con El Lazarillo. En mi último trabajo hay algunos cuentos muy biográficos, pero pocos. Muchos menos de los que parece. A mí, se me atribuye mucho el ser autobiográfico, pero creo que es más por el tono de lo que escribo.
P. Entiendo que no sucede tanto en este caso.
R. Hay dos o tres cuentos. Uno de ellos está basado en la historia de un compañero de colegio a quien ha conmovido. Llegó a decirme que yo lo conocía mejor que él mismo. Se trata de un cuento duro y triste. Hay otro cuento, Las manías del primo Rodolfo, que está basado en la historia de un primo mío, aunque no se llama Rodolfo, sino Alfredo.
P. ¿Existe una generación relevante de autores latinoamericanos eclipsados por los autores del boom?
R. Creo que sí. De hecho, en el curso de verano que estoy dirigiendo, hablamos de escritores que nada tuvieron que ver con el boom y que llegaron a tener más influencia que los autores de ese movimiento. No entraron para nada en la foto del boom, aunque ya vivían, escribían y publicaban: Manuel Puig, el venezolano José Balza, Julio Ramón Ribeyro, el argentino Oswaldo Soriano… Muchos de los autores que abordamos en este curso pertenecen a ese grupo y por ello los hemos situado en los márgenes del boom.
P. ¿Podrían definirse de alguna manera las características esenciales que cultiva la literatura latinoamericana?
R. Esto es algo realmente difícil. Su diversidad regional, para empezar, es tal, que un escritor mexicano como Juan Rulfo habla del indio y nada tiene que ver con lo que cuenta, refiriéndose a lo mismo, otro genio que está en Argentina que se llama Jorge Luis Borges. América Latina, lógicamente, es un continente múltiple, donde convive la civilización con la barbarie.
P. ¿Esta afirmación también se puede aplicar a Perú, su país de origen?
R. Todavía en Perú se puede observar el siglo XX en la ciudad de Lima y, apenas a una hora de distancia, entrar en la Prehistoria, si observa un pueblo indígena de la selva. Si visita los Andes, se puede retrotraer a los siglos XVI o XVII.
P. ¿Qué futuro cree que le espera a esa América Latina que usted describe?
R. Ahora algunos países como Chile, Brasil o el propio Perú, viven un buen momento, con una bonanza económica muy grande que causa optimismo. Pero también te encuentras con un gorila como Chávez o con otros como Rafael Correa, que eternamente destruyen sus países y se convierten en unos tiranos salvajes. Y, sin embargo,… fíjese, hace poco estuve en Bolivia unos días y me parece que alguien como Evo Morales era necesario. Ya era hora que un indígena dirigiera ese país de indígenas. Aunque Evo fracase – y no es algo que yo deseo que suceda – habrá sido importantísima su designación como presidente.
P. ¿Cree que se comprende totalmente la literatura latinoamericana desde el continente europeo?
R. Quizás no se trate tanto de no llegar al fondo de la cuestión, de no entender la literatura, porque leyendo se aprende.
P. ¿Dónde está la razón para no encontrar ese nexo literario entre los europeos y los latinoamericanos?
R. El problema viene de cierto eurocentrismo que sí existe, de ciertas ideas fijas que Europa ha tenido históricamente respecto a Latinoamérica. Vienen, sobre todo, de países como Francia, con una imagen propia de capital del mundo, que ensalzan la ciudad de París como el centro de todo, etc. Esas ideas preconcebidas contienen una serie de lugares comunes sobre América Latina que torna a muchos como incapaces para captar su verdadera realidad.
P. Todos sufrimos hoy en día momentos económicos y sociales complejos. ¿Es ahora más que nunca necesaria la literatura?
R. Creo que la literatura se ha dado siempre en momentos críticos, al igual que el arte, en general. Ya lo decía el genial cineasta Orson Welles: en 10 años de dictadura de los Médici, Italia produjo a Leonardo y Miguel Ángel. En 400 años de democracia, Suiza no ha producido más que relojes de cuco (risas).
P. Las crisis no sofocan el caldo de cultivo de la creación cultural y literaria, en todo caso.
R. Al contrario. Realmente, las épocas de crisis siempre han sido muy productivas desde el punto de vista artístico y literario.
P. Hablando de ebulliciones literarias, ¿qué opina del éxito masivo de autores nórdicos, como Henning Mankell o Stieg Larsson?
R. Tenía que llegar su momento. Ya había noticias y aviso de grandísimos escritores nórdicos. En muchas ocasiones del pasado reciente, han existido indicadores. Se veía venir que en algún momento iban a explotar todos al mismo tiempo, por encima de alguno que otro, que despuntó brevemente, pero que se quedó en el camino.
P. ¿Piensa que podremos vivir un fenómeno similar con escritores españoles jóvenes?
R. Tengo que admitir que no tengo un gran conocimiento del mercado literario español. Recientemente he comprado algunos libros, pero de autores que ya conocía y no necesariamente jóvenes. Bueno, sí. Luis García Montero, por ejemplo, es todavía un escritor joven y ha publicado una novela preciosa sobre el poeta Ángel González, Mañana no será lo que Dios quiera, que acabo de terminar. También me gusta mucho Luis Landero, al margen de la admiración que le tengo. Su última novela Retrato de un hombre inmaduro se desarrolla en un barrio en el que vivimos los dos y que me trae muchos recuerdos.
P. El escritor estadounidense Paul Auster considera que un buen escritor necesita, básicamente, dos cosas: leer compulsivamente y, sobre todo, vivir, para acumular experiencias. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
R. Esta afirmación es totalmente cierta. Siempre encontrará usted autores que, al final de su vida, dirán: viví demasiado y no escribí nada. Y también, lo contrario, autores que se dedicaron plenamente a escribir y no vivieron. Desde luego, tenemos que encontrar el equilibrio entre vida y obra.