Any human heart, de William Boyd
Por Alejandro Carantoña.
Any Human Heart. William Boyd. Londres: Penguin Books, 2002. 504 pp.
Cada vez que se acerca un examen, es esencial que el estudiante recuerde una premisa fundamental: si no puedes convencerlos, atrónalos. Es decir, si no eres capaz de componer un desarrollo lógico en la prueba porque careces de datos o de la capacidad de enlazarlos, échales los que tengas a la cara y huye en la confusión.
Eso es lo que, más o menos, ocurre con William Boyd en esta novela, que no es novela: se trata de los falsos diarios –escritos a lo largo de su ficticia vida– de Logan Mountsuart, un personaje que surca el siglo XX de cabo a rabo empleando diversos formatos, técnicas, lenguajes y estilos para contar lo que le ocurre. Esta modalidad narrativa resulta doblemente sugerente: primero, por brindar al autor la posibilidad de servirse del propio texto para hablarnos de Mountstuart; por otro lado, por permitir introducir cambios e ideas en las velocidades con las que se cuenta la historia: tan importante como lo que se dice es lo que no; los agujeros que han de ser rellenados por una nota al pie, por una introducción a determinado diario.
Buscando la portada del libro, leo en Wikipedia que llevó treinta meses investigar para esta novela: se nota. Al final, ya en el ocaso de la vida de Mountstuart, la vocación histórica engulle lo demás y estrangula la propia vida del personaje: como si de un Cuéntame de magnitudes mundiales se tratara, pasamos la última página de Any human heart sin haber abandonado la sensación de que no hemos conocido a Logan Mountstuart –y ya nos vale, porque en 504 páginas de diarios ha tenido tiempo de abrirse–; solo de que es una especie de personaje recurrente en las principales postales del siglo pasado.
No obstante, Boyd parece consciente de sus limitaciones y, por ello, la lectura de su novela no resulta ingrata: no es un producto pretencioso lleno de monólogos infinitos, no, es una recopilación de –¡qué hábil!– entradas cortas, capítulos ínfimos que podemos ir desgranando con ritmo pausado, sin segmentos que nos obliguen a largas sesiones de lectura quizás tediosas, quizás repetitivas.
Esto es literatura de entretenimiento, sin complicaciones: una literatura necesaria y, para estas fechas, más que recomendable; pero uno no puede esquivar la sensación de que, de haber caído en otras manos, Any human heart habría marcado una época.
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