PensamientoReseñas

Las experiencias del deseo. Eros y Misos.

Las experiencias del deseo. Jesús Ferrero. Anagrama(2009). 224pp. 17euros.

Por Isabel Camblor.

El deseo es la única fuerza motriz, decía Aristóteles. Pero Jesús Ferrero decidió que todavía quedaba mucho que apuntar acerca de esa única fuerza, y efectivamente lo hizo, muy cuidadamente, en su ensayo Las experiencias del deseo. Eros y misos (Anagrama, 2009). A través de un discurso lúcido y esclarecedor, Ferrero nos expone hasta dónde llega la influencia de esa única fuerza motriz: para el autor realmente todo es deseo, hasta el pensamiento y la razón son deseo, un deseo que es inherente a la misma materia y cuyo poder es tal que se halla presente desde la estructura más básica (el átomo) y que se despliega por el resto del universo consiguiendo que éste se mueva. Es amo y señor de la vida (y su ausencia sería la muerte).

Su lectura se ha convertido en un viaje placentero ¿Filosófico?¿Científico? En todo caso revelador y siempre lírico. Porque hay que advertir que la lectora que firma este comentario nació para leer novela y no siempre se entiende con el ensayo (lo digo con un puntillo de vergüenza, por eso utilizo la tercera persona, un viejo truco que va bien cuando uno tiene la posibilidad de quedar un poco mal); por ello he de admitir que comencé esta lectura con ciertas reservas. Pero se disiparon en la misma primera página. Unas primeras páginas poéticas, una alegórica ilustración sobre el génesis (tanto el universal, el big bang, como el del ser humano), con la cual Ferrero nos presenta “el ser del universo”. En esas dos primeras páginas, bellísimas, el autor ya te ha atrapado y encima ha conseguido que, con tan pocas palabras, comprendas perfectamente el principio que después, lentamente, logrará que interiorices. Efectivamente sólo hay una fuerza motriz: el deseo. El deseo, un único movimiento que se desdobla: apego –Eros- y  rechazo –misos- (y ojo: no está planteándonos una unidad dialéctica, sino un mismo, un único movimiento, que camina en direcciones opuestas). Y exclusivamente de ese movimiento derivan todas las experiencias del deseo, que el autor examinará minuciosamente en diferentes capítulos.

Advierto que el lector en potencia puede experimentar fácilmente la extraña sensación de encontrar su propia imagen al otro lado del espejo que hallará entre las páginas de este libro, o bien descubrir una silueta familiar, la de cualquier conocido,  reproducida en el azogue. Por no hablar de los muchos e inquietantes “dejà vu” con los que se topará y la multitud de presencias inesperadas y de evocaciones (cuando Ferrero propone un  sugerente paralelismo entre el útero y el sepulcro, en el capítulo de la anorexia, me llama la atención cómo me vino a la cabeza inmediatamente el grito de la última canción que compuso Freddy Mercury antes de morir -mother love-: “Mama, please let me back inside” ). O puede que no, puede que al lector no le pasen todas esas cosas raras que yo considero muy viables, puede que simplemente descubra con serenidad en qué consiste esa pasión desdoblada que reside en el interior de todo.

En cuanto a todos aquellos que, como yo, tampoco se confiesen muy “ensayeros”, sin duda agradecerán mucho la prosa directa y clara, libre de barroquismos, el hecho de que el discurso no esté contaminado por insoportables moralinas y sobre todo que asome constantemente ese lirismo suave que ya he comentado y sobre el que insisto tanto porque, para mí y gracias a él, este ensayo se convierte en una obra bellísima apta no sólo para ilustrarse sino también para disfrutar con el simple acto de leer.

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