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Barroco, de José Luis Rey


Barroco
José Luis Rey

Por Rosa Fabuel de Mora

«Y son así las cosas que hacen la vida
aunque no ayudan a explicarla, es cierto».

Estos versos del poema “Noches de radio” incluido en Barroco, el último poemario del cordobés José Luis Rey, Premio Loewe de Poesía 2009, revelan la intención de cada una de las muchas imágenes visionarias que encontraremos en esta obra de la que ha dicho su autor que es «irracionalista ma non troppo». La vida es indescifrable («único don de la nada»), la muerte «es la última metáfora» y las únicas explicaciones posibles son los recuerdos de la infancia y de la adolescencia que por lejanos se envuelven en un ambiente onírico y coloreado, embellecido de azules y de junios.

Barroco quiso ser el poemario en fondo y forma y casi no lo consigue en el poema que da título al libro, a no ser por la contradicción: «Solo importa el sentido, solo eso (…) / Buceaba hasta el fondo; no había nada, es verdad, no había / nada debajo. / Pero el agua era yo». Hay quien ha dicho de este libro que no conmueve, que es inauténtico, que lo verdaderamente barroco es que está vacío. Hay quien lo dice de todos los poemas. Porque la poesía no se comprende como el pan de cada día. Quizás esto no sea bueno, pero no es tampoco malo. Los poemas de Barroco piden una lectura lenta y paciente para «masticar sus jardines» y resucitar con su gramática y sus hipérboles tras rastrear esos pequeños atajos y pistas que deja el autor. Barroco no habla de otra cosa que de la vida, «la rosa que levantan los muertos al pagar o el largo banquete de estar aquí». La vida, con sus pequeñas y grandes anécdotas biográficas, vertida casi siempre en largos poemas discursivos de versos libres, donde se añora la infancia, mucho «(digo infancia… y allí ha muerto ya la muerte)», donde el cielo es «un neumático viejo», la luz el colesterol y «las muchachas morían al mirarse al espejo»; pero, a pesar de ello, estos versos desprenden optimismo, sus finales llaman a la celebración de estar vivo: «Nosotros solo hicimos el verano … / ven, aún estoy vivo» u «Oh benditos los hombres que sí cantan/ golpeando su vaso contra el sol» o el último verso del poemario, expresión de su mayor deseo, «donde al fin seré niño».

El libro de José Luis Rey está dividido en cuatro partes. La primera, sin duda, es la mejor: «Junio y otras figuras retóricas». Lo que llama poderosamente la atención son los títulos, casi siempre magníficos cuanto más largos y desde luego familia cercana de los barrocos: “Culteranismo”, “Cómo la fontanería llegó a basarse en la lítote”, “Madrigal que don Amor hizo a la nada”, “Aventura bizantina resuelta para bien”…

“Academia de junio” es un interesantísimo inicio. Nos presenta al poeta como el «hombre que creyó en el vocabulario» y que hizo con su lengua «primaveras». Aunque es un canto a la palabra, es también un himno al arte de ser joven. Destacaré desde ya que es continuo el homenaje que se hace a la lengua y a la lingüística, incorporando el léxico gramatical y retórico como palabra poética: sílaba, tilde, palíndromo, lítote, metáfora, zeugma, sujeto, verbo, sintaxis…

«Las gigantas y la respiración», no se asusten aunque asustan, son las mujeres y la vida: comen épocas verdes, se acuestan con los pájaros, cada vez son más grandes y no será primavera hasta que no se desnuden. La dilogía madre-compañera o sexo vida- sexo muerte resumida en los últimos versos: «En qué infancia perfecta viviré / al entrar en su sexo para siempre».

“Los maestros cantores” y “El dragón”, los poemas más valiosos del resto del poemario, conforman una extraña poesía social, porque esconden quizás lo que debiera dejarse claro. El primero predice una época en la que nadie callará, ni aquellos cuya boca fue atada por el polvo. El segundo, con historia de amor incluida, es un repaso delirante de lo más sufrido de nuestra historia contemporánea: Marat, Berlín, los Soviets, Stalin, pero también los derechos humanos y el seguir vivos.
Poemas en versículos, como dije, –quizás los escritos en endecasílabos y alejandrinos con rima asonante, que los hay, merezcan menos la pena (yo eliminaría “Faltas de ortografía”)– preñados con la música de la repetición y las enumeraciones descriptivas, con la exaltación de las exclamaciones y de las hipérboles, con la obsesión de ciertas metáforas (los grifos, las jirafas, los junios o las muertes). Y como buen barroco, la incorporación de la belleza y la simbología de la mitos clásicos y cristianos (Orfeo, Neptuno, cíclopes, el vellocino de oro, Jonás, Sodoma…) y también los mitos modernos y culturalistas (Gretel, Florencia, el Tibet, Penny Lane…).
Sucede que Barroco de José Luis Rey quizás vuelva a escribir los versos más tristes y los más alegres, los de la nostalgia de la infancia y la indigestión del resto de la vida, «la verdad es vulgar», afirma, pero nos invita a estar vivos siempre, después vendrá la muerte, que es el reconocimiento.


Barroco
José Luis Rey

96 páginas
Editorial Visor, 2010
ISBN: 978-84-9895-740-2

http://www.visor-libros.com/
http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Luis_Rey
http://www.catedramdelibes.com/archivos/000049.html

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