«El asesinato de Sócrates», de Noemí Sabugal
Por Javier Pérez / Fotografías de Pablo Álvarez
Entre las muchas novelas que se han presentado este año en la Semana Negra de Gijón, una de las que me ha parecido más interesante, por el planteamiento de género, ha sido El asesinato de Sócrates, de Noemí Sabugal, finalista este año del premio Fernando Quiñones de novela.
Sócrates es el seudónimo de un periodista de provincias, quizás demasiado valiente, o demasiado entrometido, o tal vez demasiado interesado en conocer y manejar asuntos locales más allá de su trabajo informativo. Sócrates aparece muerto un día y la policía logra quitarse de encima la presión deteniendo a un marroquí que poco, a poco, va pareciendo a todos más un chivo expiatorio que un verdadero culpable, lo que induce al comisario Robles a proseguir la investigación ayudado por algunos compañeros del periodista.
Durante esa investigación van aflorando las pequeñas subtramas oscuras de las ciudades medianas, los efectos sociales, siempre devastadores, de conocerse todos demasiado bien y todo el cúmulo de cuentas pendientes y corrupciones que forman la verdadera trama de la novela, más allá de lo meramente policiaco.
Durante la presentación, acompañada de Cristina Macía, la autora explicó que se había internado en el mundo de la novela negra tras trabajar en la sección de sucesos de un periódico, y que aunque prefiere el realismo como género literario, pocos tipos de literatura permiten abordar la realidad con tanta cercanía y tanta sinceridad como el género negro, abordando el deterioro físico y social de las ciudades y la corrupción política.
Para Noemí Sabugal, una buena novela tiene que hablar sobre los conflictos en las cada vez más complicadas relaciones humanas. En su opinión, son los diálogos los que mejor representan el carácter de los personajes, pues en un diálogo de una novela, lo mismo que en la vida real, es tan importante lo que se dice como lo que se calla.
Aunque no es su primera novela escrita, El asesinato de Sócrates es su primera novela publicada, pero seguramente pronto podremos leer alguna otra, también con la imagen de esa pequeña ciudad aparentemente amable, aparentemente tranquila, y recorrida por las corrientes subterráneas de lo que todo el mundo sabe y nadie menciona.
Esa ciudad tan cercana que hasta yo me callo su nombre.