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Plop

Por Elvira Navarro.

No sé si todavía se estudia el paso del mito al logos. Yo lo estudié en mi primer año de facultad, y al curso siguiente tuve una profesora de pensamiento postmoderno que se pasó las primeras sesiones deshaciendo el entuerto: dicho paso era falso, y correspondía a una visión de la Historia mítica (la occidental) que creía en el progreso. Esta profesora nos hizo nombrar nuestros mitos, esas estructuras cargadas de sentimentalidad y valores que nos identifican, esos discursos de los que echamos mano cuando queremos alzarnos con la razón.  Recuerdo los siguientes: la lógica de las películas de Hollywood, la ciencia como productora de verdad (o del único conocimiento que damos por válido: cuando se menta el “está comprobado científicamente” en una discusión es inmediata la sensación de seguridad, la aquiescencia. Al menos fuera del ámbito científico). El Big Bang.

Esta introducción viene a cuento de Plop, la espléndida novelita del autor argentino Rafael Pinedo (1954-2006). Plop ganó en 2002 el primer Premio de Novela Casa de las Américas, y se publicó en Argentina en 2004, en la desaparecida Interzona. En España fue la Editorial Salto de Página la que se animó a ofrecer al lector ibérico este extraño libro que se sirve de la forma del mito para despojarlo de su ejemplaridad.  Con un lenguaje sencillo y oral, una temporalidad ahistórica y pequeños episodios iniciáticos, Pinedo traza una epopeya que bien podría haberse valido de un código realista o de ciencia ficción, pues lo que se nos cuenta no es más que el ascenso y caída de un individuo llamado Plop en un contexto que supongo que podríamos calificar de distópico. Lo singular de esta obrita radica precisamente en desplazar a un Ciudadano Kane cualquiera a un espacio mítico sin convertirlo por ello en un mito. El efecto es que se destruye de inmediato el dualismo desde el que solemos leer las caídas. Ese mal que presupone el bien, el relato que remite a otros relatos. La historia de Plop está sola porque no puede ampararse en metafísicas.  Y no es que la novela de Rafael Pinedo se sitúe más allá del bien y del mal; de lo que se trata es de señalar que no hay un afuera del mito, es decir, de la cultura. Una cultura que en Plop muestra su esplendoroso absurdo.

Todo se reduce aquí al mínimo. Como si nos hubiésemos ido a la selva en bolas y con un alfiler para atravesarla, pero peor. En Plop la civilización ha sido destruida, y no hay memoria de lo que ocurrió antes. Sólo quedan restos: el planeta es un basural, de vez en cuando aparece una familia, se precisa andar con mucho tino para no caer en ciénagas de ácido o de algo similar. Nada se nombra, puesto que nada se sabe, aunque las jerarquías y los tabúes permanecen. Los sentimientos son un lujo, y los “humanos” se han transformado en puro cerebro reptil. La pop-apocalíptica y romántica portada de la edición de Salto de Página ilustra muy bien esto que digo (supongo que el hombrecillo que aparece ahí representa a Plop):

Al igual que Rafael Pinedo, yo también pienso que no es posible salirnos de los mitos para contarnos. No creo en estados preculturales, ni en un paso al logos cuyas condiciones de posibilidad no sean en verdad míticas. En lo que sí creo es en la necesidad de que no nos olvidemos de ello. Les dejo esta foto de Pinedo:

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