Charlando con Lorenzo Silva
Por Javier Pérez / Fotografías de Pablo Álvarez
Dentro de las charlas, encuentros y presentaciones de la Semana Negra de este año, nos acercamos un rato a escuchar a Lorenzo Silva, presentado por David Barba.
Como siempre, valió la pena escuchar a Silva, y no sólo por la agudeza de lo que iba contando, sino también por la valentía con que se enfrenta a esa ley penal no escrita que es la corrección política.
La charla giró en torno a la violencia en nuestra sociedad y Lorenzo Silva habló largo y tendido sobre el modo en que esta violencia se extiende cada vez que encasillamos a todos los servidores de la ley entre los cuatro o cinco corruptos que pueda barrer.
Según Lorenzo Silva, el mundo funciona solamente por el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio de un pequeño ejército de personas buenas que, cada cual en su puesto y en el trabajo que le toca desempeñar, hace las cosas lo mejor que puede y lo empuja todo hacia delante, con gran esfuerzo.
En ese sentido, alabó la serie televisiva The Wire, donde se ven las verdaderas motivaciones de los delincuentes, su ambiente real, y los problemas de la policía, que no sólo tienen que enfrentarse a los delitos, sino también al desinterés de los políticos que los mandan e incluso, a veces, al deseo de esos mismos políticos de que no se haga nada para que no se lleguen a descubrir sus manejos de financiación irregular o trapicheos urbanísticos.
En cuanto a la violencia más cercana, la de género, la del hogar, dijo que en su última novela El blog del inquisidor habla de los hombres que maltratan a las mujeres y de las mujeres que maltratan a los hombres, de los hombres que desatan su ira sobre las mujeres y las golpean y de las mujeres que se vengan de los hombres, o los maltratan a través de sus hijos.
Para terminar, añadió que el fenómeno de las denuncias falsas de malos tratos, minoritario pero existente, es una lacra que perjudica a toda la sociedad por los recursos policiales y judiciales que detrae de la lucha contra la verdadera delincuencia, por la violencia que le fenómeno genera en sí mismo, y por la impresión de inferioridad que deja a muchos hombres, lo que los hace desconfiar de la ley, de la justicia y de la sociedad misma.
Pudo haberlo dicho más alto gritando más. Decirlo más claro hubiese resultado difícil.