Libranda alimenta a las hambrientas estanterías digitales
“La biblioteca es un gran laberinto, signo del laberinto que es el mundo. Cuando entras en ella no sabes si saldrás”, afirma Umberto Eco en una de sus sentencias más conocidas. Recientemente declaró que la Red es la madre de todas las bibliotecas. Un universo de la palabra en el que Alonso Quijano habría perdido la razón encantado navegando entre hazañas de caballería, crímenes escandinavos y consejos de autoayuda. Cual hilo de Ariadna, varias editoriales ponen en marcha hoy Libranda, plataforma de distribución de contenidos digitales del mercado español a través de tiendas en ínea.
Ha tardado pero ya comienza a concretarse el libro electrónico en español, un retraso que comenzaba a antojarse más perentorio que traer a la Península la copa mundialista. Grupo Planeta, Grupo Random House Mondadori, Grupo Santillana, Grupo Wolters Kluwer, Grupo SM, Grup62, Roca Editorial, Editorial Anagrama, Ediciones Maeva y Ediciones Siruela ofrecen una primera serie de títulos de su catálogo, todavía insuficiente, con la promesa de ir ampliando la oferta. Los promotores anuncian que “en las próximas semanas se irán sumando los catálogos electrónicos de otras importantes editoriales que ya están preparando su incorporación a la plataforma”.
Saramago, Auster, Montalbán, Larsson, Marías, Navarro, Rivas, Ruiz Zafón, Gimferrer, Pombo, Verdú, Kapuscinski o Millás forman parte de la alineación inicial con la que Libranda, aprovechemos el tirón futbolístico, salta al campo.
En la entente cordiale mantenida tácitamente por editores y libreros, Libranda nace “como distribuidora de contenido digital, no vende directamente al público sino que pone a disposición de las tiendas on-line el contenido digital de las editoriales con las que trabaja. De esta manera se respeta la cadena de valor del libro, a la que Libranda aporta la tecnología que permite la puesta a disposición al público del mayor catálogo digital en lengua castellana y catalana. Libranda se convierte en un agente de dinamización del sector y del proceso tecnológico de digitalización”.
Por el momento, se puede comprar, en formato epub, en las webs de El Corte Inglés, FNAC, Casa del Libro, Abacus, Librerías Santos Ochoa, Librería Cervantes, Librería Laie, Leqtor y Todoebook aunque está prevista la incorporación de nuevos socios. A pesar de las inclemencias de la fase beta de Libranda, en un sector que mira con más recelo que esperanza, la iniciativa era anhelada por muchos lectores, ávidos de alimentar la memoria famélica de sus dispositivos. Ahora podrán leer a Proust en el metro o los aeropuertos sin añadir una lumbalgia a los síntomas ocasionados por la evocadora magdalena.
El editor retirado Samuel Riba y su funeral por la era de la imprenta, protagonista de Dublinesca, última novela de Enrique Vila-Matas, parece convertido en portavoz ficticio de los agoreros que pronostican el ocaso de la civilización occidental con el advenimiento de la cultura digital. Probablemente más por una cuestión de adaptación generacional que por un peligro real de extinción de la hoja impresa.
Otros autores, como Lorenzo Silva, entrevén las ventajas del nuevo formato. “Los libros españoles, salvo excepciones, como Vargas Llosa, Cervantes o Pérez Reverte, no viajan”, afirmó en los cursos de verano de la UNED. El autor de La flaqueza del bolchevique confía en que el soporte electrónico suponga el billete para ese viaje que permita a la literatura nacional “viajar y llegar a todas las partes del mundo”.
En los albores de esta revolución cultural, sociológica e industrial, que comienza a alumbrar una reconversión de editoriales y librerías, se suscitan muchas (demasiadas aún) incógnitas, como un precio de venta al público considerado justo por todos para evitar la piratería (con un clamor por la equiparación del IVA aplicado al digital y al papel), la modificación del reparto de derechos de autor, la popularización de los dispositivos (del iPad al Kindle, pasando por las propuestas de otras marcas) o la posible transformación del propio lenguaje literario (un ejemplo lo da esta versión de Alicia).
La gran biblioteca de Alejandría nos cabe ya en la mano, ¿sabremos disfrutarla? Piedra, pergamino, papel… regresando a Eco, en sus conversaciones con el guionista Jean-Claude Carrière, recogidas en Nadie acabará con los libros, recuerda que “el libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor. El libro ha superado la prueba del tiempo… Quizá evolucionen sus componentes, quizá sus páginas dejen de ser de papel, pero seguirá siendo lo que es”.
Libranda no es un paso correcto del mundo editorial. Libranda es el primer paso hacia un escenario en el que los editores estén, dentro de un par de años, en el mismo sitio en el que ahora están las discográficas. Su DRM y sus elevados precios hacen que le resulte imposible competir con el “gratis total”. Pensemos un poco: por una parte una plataforma que exige que para descargar un libro haya que descargar un programa y requiera múltiples pasos. Una plataforma que no te vende libros, sino el derecho a usarlos en determinadas condiciones, a un precio muy similar al del ejemplar en papel y que ni tan siquiera sirve para todos los lectores electrónicos. Frente a esto, varios buscadores que permiten que te descargues rápidamente y gratis una obra, y que además puedas hacer lo que quieras con ella. Todos queremos que la industria editorial sobreviva, pero es absurdo que pretenda hacerlo con un modelo que ya ha fracasado estrepitosamente.