Caja de cartón
Caja de cartón, de Txabi Arnal (texto) y Hassan Amckan (ilustraciones). Pontevedra, OQO editora, 2010. Cartoné, 40 pp., 24×30 cm., 20 €.
Por José R. Cortés Criado.
Lo primero es dar la enhorabuena a OQO editora por esta segunda muestra de su colección Qontextos. Como indica el título, en la portada vemos una caja de cartón en cuyo interior se encuentran una mujer y un bebé; en las gualdas, del color del cartón y tacto un poco áspero, también hay cajas dibujadas, estos serán los elementos esenciales de las ilustraciones junto a las personas.
Todas las páginas son de tacto y fondo similar: el ilustrador, el iraní Hassan Amekan, ha querido transmitir la sensación de precariedad de los personajes por medio de collage y dibujos sobre papel similar al cartón, ya que sus viviendas son de cartón, sus vidas son de cartón; por medio de esta metáfora visual trata de hacer llegar a los primeros lectores la sensación de precariedad de los inmigrantes ilegales que llegan al mundo rico desde allende el mar.
Los colores que priman son los marrones y negros, en algunas páginas también está presente el frío azul, y en otras, el rojo, color de esperanza, de vida, de alegría, que es el del vestido de la niña y el de algunos espacios que ella frecuenta. Se puede interpretar como el paso de una época triste a otra de esperanza, pues la historia tiene un final esperanzador.
El autor del texto, el vizcaíno Txbi Arnal, pone en boca de una niña los pormenores desde su nacimiento hasta su adopción en España, sin obviar la travesía del desierto con su madre, la del mar Mediterráneo, la llegada a España, la convivencia con otros compatriotas ilegales, la xenofobia, la perdida de su madre… hasta la llegada a una nueva familia, donde guarda en una caja de cartón sus recuerdos.
Al presentarse el texto de forma autobiográfica, el mensaje llega desde la perspectiva infantil, donde el sufrimiento, la alegría de encontrar personas como ella, la desesperación al sentirse sola… son hechos narrados inocentemente, así como la alegría que siente por el sólo hecho de reír, pues le hace olvidar otras tristezas o el encontrar un hogar, que le abre nuevas perspectivas halagüeñas de futuro, sin olvidar lo que decía su mamá: “Cuando las penas se comparten, las lagrimas son más pequeñas”.
El autor del texto ha sabido comunicar el complejo problema de la inmigración ilegal desde una perspectiva muy humana, y el ilustrador ha sabido rodearlo de un cromatismo adecuado a la tristeza y dureza del relato. Es un buen libro.